Reposo, paz y una vieja mochila
Publicado: Vie, 18 Ago 2023 17:20
El horizonte se agrieta, ya no es infinito.
Día uno
Camino, sin entender el motivo,
bajo la desidia de una tierra embarrada,
un reglón sin figura geométrica
y un sendero en el que no caben las palabras.
Lloran las ramas evaporadas de los árboles,
la resina inmortaliza la imagen,
el viento las ahoga y seca.
Todo huele a vida.
Día dos
No tengo hambre,
más sí sed,
se me ha obstruido la respiración,
arruinado el desierto de la garganta
y sajado la voz,
totalmente incapaz de pronunciar sonidos,
voces y llantos entendibles.
Tan solo es mediodía.
Día tres
Ya llueve.
No soy capaz de inventar ningún atisbo de vida,
de sacar de la mochila un bocadillo de fe,
acaso ese pañuelo sin esperanza
que siempre bucea entre el desamparo del vacío
y la humedad de un llanto
que se me hace imposible evitar.
Comienza a correr el aire, hará frío.
Día cuatro
Hoy no amanece como ayer,
sin embargo, el día no mejorará,
las piernas estarán más cansadas
a pesar de la delgadez obligada de la mochila.
Las calles ya no saludan,
el respeto se arrastra por las alcantarillas,
las esquinas se me antojan espinosas
pero aún sirven como trincheras ante las miradas.
Ayer lo estimo demasiado lejano, mañana inalcanzable.
Día cinco
No siento.
Quiero imaginar que estoy,
convencerme, convencer al cuerpo de ello,
pero éste está en rebeldía,
las manos tiemblan sin sentir el frío,
las piernas no pueden levantar unos pies decapitados,
el corazón no entiende
el lenguaje angustioso y destartalado de la cabeza.
Busco en el interior algún rasgo de fuerza,
pero el orgullo y la fe fenecieron
sin entender el ayer,
sin saber que hacer un hoy cualquiera,
sin llegar a conocer el mañana.
La sangre se amotina.
Día seis
El corazón apenas responde.
El cielo no se parece al que siempre me acompañó,
ni los árboles mueven sus ramas quebradas,
ni los pájaros revolotean entre sus hojas.
No saluda el horizonte como antes lo hacía,
ni soy capaz de levantar polvo
con estas alpargatas arruinadas y cansadas.
Cuento los días sin saber el motivo,
tal vez porque el calendario de las arrugas
ya no tiene festivos entre sus canas.
Ya veo muy cerca el final.
Día siete
Todo se acaba, nada reclama.
La mochila está hecha jirones,
la piel ya no dispone de muda,
los pies se han rendido,
la sangre no calienta, no es capaz de activar vida,
el corazón es un campo de trigo sin semillas,
los ojos, dos diamantes sin brillo,
los párpados, el sombraje de lágrimas secas,
la boca, el silencio del fin.
Una mano agrietada golpea la tierra
dejando caer arena entre sus dedos.
El horizonte se agrieta,
la tierra lo acoge en su cuna.
Reposo, paz y una vieja mochila callan.
Día uno
Camino, sin entender el motivo,
bajo la desidia de una tierra embarrada,
un reglón sin figura geométrica
y un sendero en el que no caben las palabras.
Lloran las ramas evaporadas de los árboles,
la resina inmortaliza la imagen,
el viento las ahoga y seca.
Todo huele a vida.
Día dos
No tengo hambre,
más sí sed,
se me ha obstruido la respiración,
arruinado el desierto de la garganta
y sajado la voz,
totalmente incapaz de pronunciar sonidos,
voces y llantos entendibles.
Tan solo es mediodía.
Día tres
Ya llueve.
No soy capaz de inventar ningún atisbo de vida,
de sacar de la mochila un bocadillo de fe,
acaso ese pañuelo sin esperanza
que siempre bucea entre el desamparo del vacío
y la humedad de un llanto
que se me hace imposible evitar.
Comienza a correr el aire, hará frío.
Día cuatro
Hoy no amanece como ayer,
sin embargo, el día no mejorará,
las piernas estarán más cansadas
a pesar de la delgadez obligada de la mochila.
Las calles ya no saludan,
el respeto se arrastra por las alcantarillas,
las esquinas se me antojan espinosas
pero aún sirven como trincheras ante las miradas.
Ayer lo estimo demasiado lejano, mañana inalcanzable.
Día cinco
No siento.
Quiero imaginar que estoy,
convencerme, convencer al cuerpo de ello,
pero éste está en rebeldía,
las manos tiemblan sin sentir el frío,
las piernas no pueden levantar unos pies decapitados,
el corazón no entiende
el lenguaje angustioso y destartalado de la cabeza.
Busco en el interior algún rasgo de fuerza,
pero el orgullo y la fe fenecieron
sin entender el ayer,
sin saber que hacer un hoy cualquiera,
sin llegar a conocer el mañana.
La sangre se amotina.
Día seis
El corazón apenas responde.
El cielo no se parece al que siempre me acompañó,
ni los árboles mueven sus ramas quebradas,
ni los pájaros revolotean entre sus hojas.
No saluda el horizonte como antes lo hacía,
ni soy capaz de levantar polvo
con estas alpargatas arruinadas y cansadas.
Cuento los días sin saber el motivo,
tal vez porque el calendario de las arrugas
ya no tiene festivos entre sus canas.
Ya veo muy cerca el final.
Día siete
Todo se acaba, nada reclama.
La mochila está hecha jirones,
la piel ya no dispone de muda,
los pies se han rendido,
la sangre no calienta, no es capaz de activar vida,
el corazón es un campo de trigo sin semillas,
los ojos, dos diamantes sin brillo,
los párpados, el sombraje de lágrimas secas,
la boca, el silencio del fin.
Una mano agrietada golpea la tierra
dejando caer arena entre sus dedos.
El horizonte se agrieta,
la tierra lo acoge en su cuna.
Reposo, paz y una vieja mochila callan.