A un maestro poemático de aguadillas del poder al que le quedaba grande la silla y el saber.
...
–Buenos días, quiero ser poeta.
–Pase.
Anunciaba el sabedor la lista superior.
Los poetas de España son…
–Repitan conmigo.
–¿Por qué el agua moja?
–¡No pregunte usted tonterías!
–Si escribo fuego me quemo.
–¡No diga usted tonterías!
De mente plomítica.
De mirada miópica.
De sienes caspósicas.
De nariz silábica.
De barba rimática.
Literato capuchón de tiza y boquerón,
emérito islático, náufrago en el salón.
–Rimen pez con vez y cuenten dos.
Rellenen hasta ocho,
luego encajen con mocho.
¡Rellenen, rellenen hasta ocho!
Sacristán de un pueblo nublado al sol, fámulo sin colegio.
–Vuelve el mar.
–¡Solo dice usted simplezas!
–Vuelvo al mar.
–¡No sea usted majadero!
–Margarita, está linda la mar.
–¡Ahora sí!
Celador tuerto de parche y lamparón.
–¡Qué me hace insensato,
no diptongue qué es hiato!
Huían los infantes poetas
espantados por las cómicas volteretas
de semejante pavón.
–¡No corran, mentecatos!
Allí se quedó el maestro solapón,
en el umbráculo junto al porrón.
Lucem demostrat umbra, repetía
en tanto su ego tapaba el sol.
Pensaba, chupaba la pluma
mientras gestaba un poema de relumbrón,
del que el mismo Horacio advertiría:
Parturient montes, nascetur ridiculus mus.
...
...
Lucem demostrat umbra. La sombra muestra la luz.
Grabado en un reloj de sol.
Parturient montes, nascetur ridiculus mus. Parirán los montes; nacerá un ridículo ratón.
Horacio, sintetiza así una fábula de Esopo que tradujo Tomás de Iriarte y que posteriormente reinterpretaría Samaniego.