El viaje de Héctor

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Carmen Moro Frías
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El viaje de Héctor

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El Viaje de Héctor


Héctor tenía ocho años, y era un niño muy intuitivo y sensible, con razonamientos propios de alguien de mayor edad. Durante unos años, el mes de Julio solía pasarlo con sus abuelos paternos, entre Bilbao y Pirineos y el mes de agosto lo pasaba con sus padres en el pueblo de la madre.
Ese año, los padres le dijeron que igual iban una semana a Portugal a un hotel de cinco estrellas con varias piscinas, y jacuzzi. Al pequeño eso le pareció una noticia magnífica y se la repetía a toda persona con quien se encontrara. Lo contaba con tanta ilusión que dolía saber que había muchas probabilidades de que no sucediese.
Efectivamente, el viaje a Portugal, nunca sucedió.
Existía también otra frustración, que era la promesa, tampoco cumplida, de un viaje a Eurodisney.
Su padre, Alex, era muy francófono, le había prometido ir a París y de paso visitar el Parque de Eurodisney, y el de Asterix. Ambos muy próximos a Paris. El ya había visitado esos Parques cuando era niño, ya que pasaba el mes de Agosto en una localidad próxima a Paris, llamada Meudon la Forêt, donde vivían sus abuelos paternos, ambos de origen español.
Héctor se había acostumbrado a que sus papas le prometieran muchas cosas y al final sus veranos se repetían como gotas de agua, y los pasaba con su abuela materna en un pueblo de Salamanca. Disfrutaba mucho, pero no respondía a sus expectativas.
Ese motivo le llegó al alma y fue determinante para que la abuela decidiese al año siguiente llevarle con ella doce días, durante las vacaciones de verano. Así pues, después de reflexionar y darle muchas vueltas al tema, contrató una estancia en un hotel de super lujo en la costa de Almería, para los dos.
Héctor estaba ilusionadísimo e hizo con su madre la maleta, y mientras la iban llenando, se imaginaba lo bien que iba a estar, por fin, en un super hotel.
- Mamá no hay que olvidar los trajes de baño, me han dicho que hay varias piscinas, con toboganes muy largos y divertidos.
- Ayúdame y así acabamos antes y además no olvidaremos nada.
- De acuerdo.
Al final entre el trabajo de la madre y la ilusión del niño, hicieron la maleta y por supuesto no se olvidaron nada importante, sobre todo, la tablet para jugar, con su cargador; el cepillo eléctrico de dientes, también con su cargador; las gafas de sol, gorro de baño, varios bañadores, muchas camisetas, varios pantalones cortos, un pijama, sandalias, chanclas. No llevarían toalla de playa pues en el hotel se la facilitarían.
Como pasatiempos, aparte de la tablet, no se olvidaron de un libro, un cuaderno, lapiceros y pinturas de colores.
También un neceser con crema de protección solar, algún medicamento habitual, cortaúñas, y peine. Sin olvidar sus queridos “kekos”, que nunca olvidaba y le acompañaban en todos sus viajes. Le aseguraban un sueño profundo, fuese donde fuese. Ah, y su botella metálica de agua.
- Ya está todo abuela, me dijo.
- Estupendo, lo más difícil ya está finiquitado.
- No olvides la tarjeta sanitaria, por si acaso.
- También está abuela.
La abuela había hecho por su parte, su maleta, y todo estaba preparado para el gran día.
La maleta de la abuela, teniendo en cuenta el clima caluroso, pero llevadero, de la costa de Almería, había tenido en cuenta ropa para el calor; dos pijamas cortos, ropa interior, pantalones de verano, cortos y largos de tela muy ligera, vestidos muy frescos, camisetas, dos trajes de baño, preciosos que acababa de comprar, sandalias y chanclas para la playa y la piscina, y sobre todo una pamela, grande y muy bonita, que acababa de regalársela a ella misma, con el fin de proteger su cara del sol.
El neceser con mucha crema solar y aftersun; algún medicamento contra el colesterol, champú y crema especial para el pelo así como hidratante para el cuerpo. En fin lo habitual de todos los viajes, haciendo hincapié en la época y el lugar, es decir, alta protección solar.
Aparte un pequeño neceser con el maquillaje y cuidado de la cara.
Hasta ahí todo lo relacionado con cuidado corporal y la ropa tanto interior como exterior.
Además de lo relatado, no olvidó su móvil con su correspondiente cargador y sobre todo el ebook, que iba a utilizar por primera vez, donde había cargado varios libros que le habían enviado al email, en formato pdf.
La noche anterior al viaje, por motivos distintos, ni la abuela ni el nieto durmieron bien. El niño estaba super excitado y la abuela preocupada de que todo saliese bien.
Por la mañana, los padres les llevaron a la estación del tren, y así, muy contentos iniciaron un viaje de unas 5 horas.
El niño, era la compañía perfecta. Hicieron crucigramas, charlaron, comieron en el vagón restaurante. El único problema que tuvieron es que se había estropeado el aire acondicionado del tren y a pesar de tener un billete de primera la temperatura interior del vagón fue un poco alta, pero bueno, como estaban contentos, el viaje se pasó con total tranquilidad y complicidad hasta llegar al Hotel.
En la elección del hotel, un elemento determinante fue que tuviera, sobre todo, animación para Héctor, lo cual le iba a permitir disponer de algo de tiempo para ella. La animación infantil era, a la mañana, de 11h a 13h30 y por la tarde de 16h a 18h30. Era un horario fabuloso pues le permitía pasear y leer. En esos días se iba a sumergir en la trilogía de “Reina Roja”, del escritor de moda, Gómez Jurado. Le habían asegurado que era muy entretenida.
De un tirón, leyó y disfrutó de “Reina Roja” y casi acabó el segundo tomo: “Loba Negra”. El tercero “Rey Blanco” quedó pendiente pero rápidamente, en cuanto le fue posible, navegó por sus emocionantes aguas.
Definitivamente, la elección del hotel resultó ser muy acertada.
Por su parte, el niño hizo algunos amigos y se divertía día a día.
Por la tarde, después de bañarse en la piscina, se duchaban y salían a caminar por el Paseo Marítimo, después se sentaban en una terraza a tomarse sus helados, granizados o lo que terciara y, luego de vuelta cenaban los dos, frente a frente. Charlaban alegremente y después había, a veces, alguna película infantil, así hasta que se caía de sueño y se retiraban a la habitación.
Un día sucedió que debido a un cambio de hamacas en la piscina, Héctor se despistó y no encontró a su abuela en el lugar indicado, ese suceso les perturbó a ambos. Dio lugar a un rato de ansiedad y preocupación, pues no aparecía en los lugares habituales. En recepción no tenían ni idea de donde estaba Héctor.
Después de un rato, al fin, apareció el niño y un simpático animador le entregó, un tanto nervioso y asustado, el niño a la abuela.
- Que ha pasado, cariño, le dijo la abuela. La próxima vez tendremos que concretar mejor el lugar de encuentros. ¿Te parece?.
- Si abuela, he pasado un poco de miedo por no encontrarte.
- Tranquilo que no va a volver a suceder una cosa así. Dame un abrazo muy muy fuerte. Así celebramos que todo va bien y que este suceso un poco desagradable lo recordaremos como algo importante de nuestras vacaciones. Y además como lección.

Después de ese incidente, que les angustió durante un rato, la estancia prosiguió de una manera tranquila y feliz, Héctor acabó olvidándose de su despiste y de su frustrado viaje a Portugal, de Eurodisney y los días transcurrieron con actividades, baños en las piscinas y en el mar, paseos y charlas entre los dos.
A veces Héctor, en los cursos de animación conseguía un diploma, hecho que le satisfacía mucho, pues tenía un punto de competitividad. Cuando eso sucedía acudían por la noche a la entrega de premios y el niño quedaba con algún amigo, y aunque no le gustaba bailar, por la noche se quedaba moviendo su cuerpecito al son de la música. ¡¡Que placer !!.
Acabada la estancia y de vuelta, estuvieron decidiendo donde irían el año siguiente. Esa fue una alegre discusión llena de complicidad. Pero eso ya es otra historia.
El viaje de vuelta fue un poco largo, el autobús salió con algo de retraso pero sirvió para que Héctor le contara a su abuela un cuento que se había imaginado y que su abuela escuchó atentamente y guardó ciertas ideas para un relato posterior.
De todas formas, el sabor que les había quedado de los días vividos, jugando y disfrutando de las piscinas, los toboganes, la playa y los amigos recién conocidos, era un sabor lleno de buenas vibraciones. Por otra parte todo se había quedado como una imagen fija y positiva en su memoria.
Solo por unos días el niño se sintió mayor, como si de repente hubiese madurado y a pesar de su corta edad ejerció a la perfección el papel de cuidador y protector de su abuela.
Toda esta aventura que habían vivido conjuntamente, hizo que el nieto y la abuela se sintieran más próximos y tiempos después rememoraban las anécdotas del viaje.
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