Llueve... (Con el Adagio de Albinoni como lamento)
Publicado: Mié, 21 Jun 2023 11:36
Bajo el lamento del Adagio de Albinoni,
la tristeza de una brisa escarpada,
la mirada perdida, el respirar atenazado,
el temor de que las venas sangren sin herida
y el horizonte abra su infinito,
descargue la fuerza que le hace vibrar
y permita inexorable el camino de huida.
Es imaginar sin sentir,
sufrir, sin alimentar raíces de llanto,
es como ese canto que permanece en ti,
que impide tararear sin ahogarnos en cada palabra.
Es ese trozo de alma que aun estando ahí
permanece sumida en la más ausente calma.
Mas sabes que has de vivir
a pesar del crujir del astillado porche,
el chirriar de las oxidadas cadenas del balancín,
el vaivén de los recuerdos,
la niebla de una mente decorada de telarañas,
esa maraña de infiernos perdidos en la mirada,
el hada misteriosa vestida de negro
y ese perro que te acompaña en cada cambio de estación,
fiel sin razón, esclavo de tu pasado, leal a tu embeleso.
Se oscurece el mar de cielo,
las naves de nubes de algodón,
la apariencia fecunda del día,
y llueve…
…Llueve al son de relámpagos de fuego,
de ese duelo,
donde el dolor retumba en el más místico silencio,
donde la lluvia te abraza
al tiempo que te invita a dirigir la orquesta.
Balbuceas entre su vientre
mientras delicadamente balanceas tus manos al son de los ruegos,
al desazón de los relámpagos,
a la pureza de los cielos,
al lamento de su llanto.
Llueve… con el horizonte marcando la huida,
las lágrimas escondidas
y la tristeza de una brisa escardada.
Entre tanta calma,
Albinoni llovizna un lamento.
Y llueve…
…aun cuando el cielo aparente estar muerto.
la tristeza de una brisa escarpada,
la mirada perdida, el respirar atenazado,
el temor de que las venas sangren sin herida
y el horizonte abra su infinito,
descargue la fuerza que le hace vibrar
y permita inexorable el camino de huida.
Es imaginar sin sentir,
sufrir, sin alimentar raíces de llanto,
es como ese canto que permanece en ti,
que impide tararear sin ahogarnos en cada palabra.
Es ese trozo de alma que aun estando ahí
permanece sumida en la más ausente calma.
Mas sabes que has de vivir
a pesar del crujir del astillado porche,
el chirriar de las oxidadas cadenas del balancín,
el vaivén de los recuerdos,
la niebla de una mente decorada de telarañas,
esa maraña de infiernos perdidos en la mirada,
el hada misteriosa vestida de negro
y ese perro que te acompaña en cada cambio de estación,
fiel sin razón, esclavo de tu pasado, leal a tu embeleso.
Se oscurece el mar de cielo,
las naves de nubes de algodón,
la apariencia fecunda del día,
y llueve…
…Llueve al son de relámpagos de fuego,
de ese duelo,
donde el dolor retumba en el más místico silencio,
donde la lluvia te abraza
al tiempo que te invita a dirigir la orquesta.
Balbuceas entre su vientre
mientras delicadamente balanceas tus manos al son de los ruegos,
al desazón de los relámpagos,
a la pureza de los cielos,
al lamento de su llanto.
Llueve… con el horizonte marcando la huida,
las lágrimas escondidas
y la tristeza de una brisa escardada.
Entre tanta calma,
Albinoni llovizna un lamento.
Y llueve…
…aun cuando el cielo aparente estar muerto.