Editorial Alaire

Ramón Carballal escribió: ↑Mié, 17 May 2023 9:30 Un poema que tiene buen ritmo y unas logradas imágenes. Mi felicitación y un abrazo.

Pilar Morte escribió: ↑Mié, 17 May 2023 10:27 Me ha gustado y emocionado tu poema. Felicidades por tu hermosísima obra.
Abrazos y salud.

Rafel Calle escribió: ↑Dom, 21 May 2023 7:39 Angustiosamente bello, poderosamente triste, con enumeraciones que delatan talento literario y una visión muy personal de las cosas de la vida o en este caso de la muerte, creo que este poema consigue tus propósitos, amiga Carmen.
Felicidades, si es que cupieran aquí, precisamente, por la motivación del contenido.
Un abrazo.

Hallie Hernández Alfaro escribió: ↑Dom, 21 May 2023 9:08 .

Enorme, Carmela, enorme. Leo y releo, con la sensación de presenciar algo grande, muy grande.

Ovación cerrada, querida poeta.
Abrazos.

Julio Gonzalez Alonso escribió: ↑Dom, 21 May 2023 9:42 Versos con el sabor agridulce de las despedidas que se quedan con nosotros para siempre. Con mi abrazo, Carmela. Salud.

Carmela Viñas escribió: ↑Mar, 16 May 2023 16:47 Oscuridad callada.
Luna negra.
Refugio ulterior en las rocas y arrecifes.
Me acurruco en el cuenco de fuego
y de cenizas
de mi isla que me ampara.
Porque duele el mar,
—¡ intenso mar de filoso azul! —
que sacude, impetuoso,
en las costas de mi aciaga soledad.
Duele el azul.
¡Apenas puedo respirarlo!

Azul que desde el amor
lo hice mío,
al acampar, silente,
en el nido de tus ojos.
Azul de eternidad concebida,
azul pletórico,
apasionado,
místico,
azul de perennes primaveras.
Ese azul de tu exultante metáfora
—susurro de breve substancia—
que ahora hiere a la claridad.
Duelen las estrías
de una estela ya marchita
que ha parido
la vacuidad del amor.

Vuelvo a la torre.
vuelvo a ser crisálida.
Las alas replegadas dañan menos
que el vuelo ebrio en latidos de quimeras.
Torre infinita, yelmo de luz,
mi atalaya.
Útero del cosmos donde quiero respirar
los arpegios del silencio.

La soledad es visitada
por la hiedra de la angustia,
cuyas ramas trepan y recorren
cada poro de mi lamento.
Hora de lirios trémulos
donde no cesan de serpentear
los vientos cenicientos
de tu ausencia,
colgados en la rama
alicaída de mi desazón.
Y rondan, asiduos,
los recuerdos dolientes
como un cantar de notas lacias,
cuando el corazón, en quebranto,
los entierra.
Laúd de ciegas cuerdas
en este mar de rojiza espuma.


De mis manos caen
uno a uno,
los pétalos de los sublimes gozos
—muertos ya—
en el regazo de la aurora.
Solo deseo un dormir sin arrullo
porque es frágil, ya, el latido de la rosa.
Esencia convertida en elegía.

Silencio en el agua de mi ola,
quietud sollozante que corta en dos al viento,
mientras tu nombre, hierático nombre,
sigue anclado al mío
en el temblor de mi noche.

Carmela Viñas
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