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Ana García
Ah, el verbo,
desquiciado edén
que inmoviliza el aire
y emite conjunciones dolientes
mientras los adverbios
han quedado solos
en el llanto helado.
Ah, el hombre,
página letrada, señoría,
amante claridad,
regente del barro casi divino.
Se han crispado las fuentes,
el origen reclama
la inmaterial autoría
de tu esencia en el tiempo.
Ah, el poeta,
imán de avatares,
multitud de heridas,
disidente solitario
en las calles del miedo.
Ah, el amigo,
tendida su mano,
leal su hombro.
Noble legionario
en la estrofas del viento,
en los fantasmas del brandy.
Ah, nuestra sombra,
pupila de la luz
que emana de tus huellas.
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