El Poeta del desencanto - Los sonidos del silencio

Aquí tendrán cabida discusiones y todo tipo de estudios sobre temas relacionados con el ámbito literario: técnica, oficio, valores poéticos, etc.
Avatar de Usuario
F. Enrique
Mensajes: 8447
Registrado: Mié, 22 Ago 2012 19:47
Ubicación: Abyla
Contactar:

El Poeta del desencanto - Los sonidos del silencio

Mensaje sin leer por F. Enrique »

F. Enrique escribió: Sab, 04 Feb 2023 18:32
F. Enrique escribió: Sab, 04 Feb 2023 14:20

Gente que charla sin hablar,
gente que oye sin escuchar,
gente que escribe canciones
que ninguna voz compartirá,
nadie se atrevió
a perturbar el sonido del silencio.

Hay canciones que nos acompañan siempre y trascienden lo que significaron en su momento, por muy grande que fuera lo que representaron más lo es que tengamos la impresión en cada audición de su intemporalidad y, sin embargo, nos sitúan con claridad y sinceridad en el tiempo concreto en el que fueron creadas.

El nacimiento con fuerza poética del folk-rock, esa expresión musical que no desdeñaría el lirismo de unos versos y la contundencia de un nuevo sonido acabaría salpicando a Bob Dylan, los Beatles y a los Byrds, sin que pueda precisarse en qué momento y en quiénes estalló el pistoletazo de salida.



Pude escuchar hace poco a Paul Simon en Madrid, creo que esa peregrinación se la debía a quien guio mis primeros pasos y me mostró la belleza de la poesía en nuestro tiempo en el que los pueblos parecen ciudades y hasta Ceuta conserva en el Paseo de las Palmeras una pequeña Manhattan desde la que Marilyn guiña un ojo a los adolescentes que hacen robona y se enamora del Puente Cristo.

Paul no pudo irse de Madrid sin volver a interpretar "Los sonidos del silencio" como, sin duda, le ocurrirá en cada concierto, en cada ciudad. Admito que fue infinitamente más importante que la cantara que cómo lo hizo; desnuda y un tanto desangelada, porque no olvidaré en la vida que estuve allí.

Él, que acabaría dando más importancia al sonido, lo dijo categóricamente a unos siete metros de distancia, no puede escapar de la significación ni la importancia de sus primeros poemas, esos que le convirtieron en el Poeta del Desencanto, a través de la disección intelectual y emotiva de Nueva York, el nuevo faro de Occidente ya que París se había desangrado en la tragedia de un continente y le entregó la antorcha porque no podía evitar que se apagara.

El joven poeta nos relataba con amargura la soledad y la decadencia de los valores de una sociedad capaz de ser solidaria en situaciones extremas, pero que olvida sus responsabilidades éticas con respecto al resto del mundo que la tiene como espejo porque ella ha querido que así sea y lo ha intentado imponer con las armas cuando no quedaban razones para sustentar su dominio en nombre de la libertad.



Solo nos dejó esa noche cinco canciones de su etapa con Art Garfunkel y algunas más de cuando empezaba a volar en solitario, aunque los muchachos de ahora ya no los escriban en los pasillos, ni crean en el poder redentor de una canción cuando todo se hunde.

Algunos nos sentimos un poco tristes, sin dejar de sonar en nuestras cabezas canciones como Kathy's song, I am a rock o La conversación en el aire; todavía quedan algunos que leen a Emily Dickinson atraídos por el misterio de su soledad y su alejamiento voluntario de los salones y reuniones literarios, pero solo Coppola escribe en el aire un par de versos de Robert Frost para recordarnos que los amigos deben hacer todo lo posible para seguir siendo de oro cuando todo se precipita al vacío.


Abandonábamos, mi mujer y yo, el recinto, mientras unas muchachas gritaban en la calle, sin perder la armonía, los sonidos del silencio y The boxer, quedaba claro que los jóvenes aventajados iban de lleno al origen del mito, aunque aplaudieran con rabia lo bueno que habían dejado etapas posteriores; Paul Simon siempre ha tenido capacidad para escribir grandes canciones, pero soy de los que piensan que sus doce primeros años en el mundo de la música son imprescindibles y eso a pesar de que su relación con Garfunkel y con los productores fue más acerba que idílica.

Escrita el 19 de febrero de 1964, fue incluida en el primer y fallido álbum, Wednesday morning 3 A. M., de Simon y Garfunkel con el nombre "El sonido del silencio", unas modificaciones que afectaron a su expresión musical y un leve retoque del título, sin la participación de Paul que se encontraba en Inglaterra adonde había vuelto para rumiar el fracaso de un álbum no exento de calidad pero cuya ruptura con el folk tradicional no resultó convincente, significaron un éxito clamoroso como single y la aparición apresurada de un esplendoroso[ii] nuevo álbum que, sorprendentemente, nunca fue bien tratado por la crítica[iii] que siempre se ha ensañado con la precipitación del proyecto orientado a aprovechar el éxito de esta canción. No era cierto, muchas de las canciones provenían de un disco en solitario de Paul Simon grabado de forma artesanal en Inglaterra; El libro de las canciones.

Hay quien ha querido ver una relación directa de la letra de esta canción con el magnicidio de John Kennedy por su inquietante y profunda melancolía, porque sumía a una sociedad autocomplaciente en el terreno empantanado de la desconfianza y del miedo.

Paul Simon insiste en que quería remover un poco la conciencia de los más jóvenes, invitarles a no imitar lo que veían en sus mayores, incidía con desesperación en la decadencia sentimental y el embrutecimiento de la cultura urbana, reflejando la falta de comunicación, extrema en algunos casos como en la trágica y desolada "Un tipo muy raro". Una noticia en una esquina en el córner de un periódico contaba que un anciano solitario se había quitado la vida abriendo el gas. Los vecinos no lo echaron de menos, lo delató el olor que desprendía su cadáver.



La ciudad no es el marco donde desarrollamos nuestro anhelo de justicia e igualdad, es donde nos arrodillamos ante los símbolos más desequilibrantes del progreso, es donde se denuncia el olvido al que se condena a los poetas cuya voz no será compartida por nadie.

*** *** *** *** ***

Cada día es una cadena sin fin
de revistas y cigarrillo,
los mismos cines
y las mismas fábricas,
y cada cara que no reconozco
me recuerda que debería
estar yendo hacia casa.

En 1996 el mundo empezó a cambiar, Internet ya avisaba a los más adelantados, ya nos hacía pensar en lo bueno y lo malo de la aventura. Yo tenía algo de dinero y me pasaba una vez a la semana por la tienda oficial de discos de Abyla. El encargado, enseguida me di cuenta de que lo controlaba todo en la sección, y, aunque no era moro, le gustaba el regateo, y me ofreció joyas que empezaban por 30 euros como precio de salida y se acababan quedando en la mitad. Una de ellas fue "Savia, perejil, romero y tomillo de Simon y Garfunkel, el disco llegaba de Holanda y traía "Saudade de casa", una joya que habían sustraído a la versión española que yo conocía.
!Ay, David Bruce Banner,
los muertos siguen quietos y siguen su camino;
listas en los periódicos
que nunca se publican
y que serán leídas por almas que se mueven
lentas como la tarde, miran, no reflexionan,
admiran a quien triunfa, desprecian al vencido!
(F. E. León)
El tercer disco de una unión contra natura cuya mala relación se arrastra hasta nuestros días, pasa por ser el mejor estructurado y el que tiene una queja más reconocible, todas las canciones son muy buenas. Destacan La feria de Scarbourough ( versión de una popular canción pacifista), La vuelta a casa (así lo tradujeron) y Conversación en el aire que habla de una pareja vencida por el hastío, y que era la canción favorita de su autor en esos días.



Y tú lees tu Emily Dickinson
y yo mi Robert Frost,
y señalamos nuestro sitio
con la cinta del libro
para medir lo que hemos perdido.

Como un poema mal escrito
somos versos sin rima,
estrofas sin ritmo
en un compás entrecortado.

Dentro de una conversación en el aire,
de los deseos interrumpidos
de nuestro paso por la frontera.
Nueva York seguía planeando en casi todas las canciones y también la incomunicación en el medio urbano, un regusto claro que lleva al poeta a la vieja Inglaterra que, tal vez, no conoció pero le inspira en las intenciones. Paul se siente un representante de la izquierda más culta, piensa que el mundo no se reduce a los Estados Unidos, tiene una visión de esa tendencia política más sosegada y reflexiva que Dylan o Phil Ochs y siempre está cerca de ellos con propuestas más reales, más encuadradas en el mundo de lo posible y supera a ambos en lirismo puro. De hecho se ve solo en las alturas en este factor. Sus canciones de amor podrían haber sido escritas, en algunos casos por Garcilaso, y como el maestro toledano puede resistir perfectamente otros quinientos años.



Dylan por esas fechas había olvidado sus himnos y sus más enérgicas reivindicaciones, buscaba y encontró otro poeta de quien poder servirse y su obra cumbre "Blonde on blonde". Phil siguió soñando, contando para ello con un puñado de incondicionales. Poco bagaje para un artista de enorme talento.


La canción que componía quedó sin terminar.
Aún no sé por qué malgasto el tiempo
escribiendo canciones en las que no creo
con palabras que se rompen y estiran para rimar.

Por eso ves que he empezado a dudar
en todo lo que alguna vez tuve por cierto.
Estoy solo, solo y sin fe,
eres tú la única verdad que tengo.
(Paul Simon - La canción de Kathy)

Dicen que Paul Simon fue el primero que presentaba las letras de sus canciones como "Poesía", y eso lo hacía el hombre que le daba una prioridad a la música. En efecto, Simon fue premiado como poeta, sin que se desviase demasiado del hecho de construir canciones, en un ramillete de alegatos en los que nos habló de la pesadilla americana, y nos dejaba entrever el sueño.


No habléis de amor,
ya conozco esta palabra,
está durmiendo en mi mente
y no quiero despertar el sueño
de los sentimientos que han muerto.
(Soy una roca)



El boxeador

En el fondo queda un boxeador,
un luchador que va por libre
y arrastra los vestigios
de cada golpe que lo derribó o le cortó
hasta que gritó de rabia y de vergüenza;
me voy, me voy
pero el luchador sigue en pie.

Estoy en el ring, en una esquina, voy perdiendo ampliamente a los puntos, tengo los ojos tan hinchados que, casi, no puedo ver, el rostro tan castigado que no siente, pero lo tiro todo en busca de un golpe definitivo. Si no llega quiero al menos acabar el combate. Ese podría ser el tema sobre el que gira The boxer, pero no, una de las canciones más complejas que se conocen; es casi imposible reproducirla fielmente en directo y necesitó más de noventa tomas, y una encrucijada de mezclas para darla por terminada.




Con Puentes sobre aguas turbulentas Paul Simon y su enemigo íntimo Art Garfunkel daban por finalizada su tortuosa relación con un disco que aún se cuenta entre los más vendidos de la historia, heterogéneo y con canciones comerciales que funcionaron muy bien como singles, pienso que dista mucho de ser el mejor trabajo del dúo neoyorquino, pero tiene obras maestras entre las que destaca, precisamente, esta canción. Quizás la letra no tenga el lirismo de Paul Simon en otros momentos, pero entra de lleno en sus mensajes descarnados, y la música es maravillosa, el li lie li contagioso, el tono con el que cantan de un pesimismo que nos lleva al respeto, cuando no a la piedad. Su mensaje es claro y devastador; la Gran manzana ya no quiere a nadie y un pobre muchacho malgasta las ilusiones que tenía cuando llegó allí, sin trabajo y sin dirección, solo los vagabundos le dan un poco de calor pero tienen que pensar en ellos mismos y las prostitutas le hacen un guiño pero tiene que pasar por caja. Solo encuentra cobijo en la estación del tren, el invierno está donde se olvidan los sentimientos y no debe ser muy agradable estar allí cuando llega; Me voy, me voy, pero el luchador sigue en pie.

Sin duda alguna, a alguien a quien quisiéramos le suplicaríamos que arrojara la toalla.
***
Unos versos caídos en el cielo de la noche
me recuerdan la soledad del mundo cuando no estás,
la tristeza de una sonrisa que no puede desplegarse
cuando no encuentra el camino de tus labios./align]
Responder

Volver a “Crítica literaria, análisis, ensayos y debates”