Página 1 de 1

Cartas desde el exilio

Publicado: Jue, 26 Ene 2023 10:44
por Raul Muñoz
Llegamos a Francia. Escribo estas palabras con el pelo encanecido por la nieve. Nos dejaste en la Vall de Núria. No fue nada fácil llegar, demasiados obstáculos tuvimos que sortear. No olvidaré nunca cómo te la jugaste por nosotros. Espero que tu trabajo en la imprenta prosiga con buenos resultados. Aquí los días son grises y húmedos. Es como si volviéramos a ser niños, pero sin juegos ni risas, siempre esperando a quien no llega nunca. Aquí las rompientes de los acantilados me recuerdan ciudades en llamas, en mitad de una bruma densa; campos de arroz anegados, rodeados por infinitas bandadas de flamencos. El mar aquí es como una sombra que se alarga hasta donde no alcanza la vista, un ocaso hambriento de mareas subiendo por la espalda. Siempre el mismo frío, la vieja urraca en los hombros, mientras caminamos con la mirada perdida, entre tantas gaviotas. Vamos siempre con los niños. María siempre atenta a sus cosas, aunque, créeme, me parece como si hubiesen crecido en solo día todo el tiempo concebible, contable por cualquier mente humana. Es algo extraño, no sé cómo explicarte. A veces, miro cómo juegan con la espuma de los besos, derribando castillos de arena. No creen en la infancia, estoy seguro de que aquella noche que atravesamos las altas cumbres, nos cambió para siempre. El otro día Virginia me habló de una mujer que se aparecía en sueños. Me dijo que se llamaba igual que ella. Lo peor es lo que no me dijo, pero adiviné en sus ojos cansados, en sus gestos aparatosos, mientras desconcertada miraba a todos lados. Nunca noté tan esquiva su mirada. Vino a decirme sin palabras que no era su padre. La pequeña Virginia, ¿recuerdas cuando la llevábamos en brazos por todo el paseo marítimo? María siempre con una sonrisa, cuánta paciencia, dejaba ir sus ojos tras la mirada de la niña. Según ella los sueños se alimentan de esperanza, son como globos hundidos en las pupilas. No sé porque te cuento todo esto. Seguro te resultará extraño. Seguro que te aferras a la Virginia que conociste. A mí te aferras igual, a María, y al pequeño Jacinto. Sigue tu trabajo en la imprenta, aunque las palabras no consigan describir lo que es el exilio: este país lejano que nos acoge, este mar que se deshace de nosotros, el frío como un acantilado inalcanzable, donde muere la esperanza.
Aun así, Velasco, edita la palabra.

Un beso extrañado, un abrazo de molino, recibe de nuestra parte.

Raúl, Virginia, Jacinto, María.