Editorial Alaire

Jerónimo Muñoz escribió: ↑Dom, 15 Ene 2023 13:06 MI BIOGRAFÍA

Cuando nací fui llama en un trigal de rostros vivos.
Ah, sí: vivos. O casi.
Crecí junto a la albahaca y al mutismo impuesto,
junto a los lápices de colores y la grasa económica,
y, substancialmente, junto al mar.
Adolecí entre lenguas y espumas frescas,
y no pensé que yo era un chaval capaz de espejos.
Lucía hojas secas en el ojal de mi solapa,
me sonrojaba ante la posibilidad de amoríos,
me columpiaba en las nubes, pero no mucho.
De joven fui por calles mohosas y por catedrales,
anduve por soledades de misterio y sueño,
subí a montes de asfalto y a confesionarios lúgubres,
pero los espejos seguían escondidos en los almanaques.
Sufría por ello sin saberlo.
Mi risa era espontánea pero mi corazón era triste.
Ya cumplida la edad de las esfinges más esbeltas,
me dispuse a rebelarme contra las llagas opresoras.
Desarrollé un clamor de alas sin vértigos,
conseguí apoderarme de la materia de la exactitud
y aprendí a llorar por los necios con albedrío escueto.
Ahora, abrazado a una verdad inexistente,
dejo volar mis alas por el cielo de las ruinas,
me adormezco sobre las plumas que me exceden
y permito que la edad cumpla sus objetivos.

Jerónimo Muñoz escribió: ↑Dom, 15 Ene 2023 13:06 MI BIOGRAFÍA

Interesantísima biografía, Jerónimo, plena de vivencias y de vida.
Siempre es un placer leerte.
Un fuerte abrazo, amigo.

Jerónimo Muñoz escribió: ↑Dom, 15 Ene 2023 13:06 MI BIOGRAFÍA

Cuando nací fui llama en un trigal de rostros vivos.
Ah, sí: vivos. O casi.
Crecí junto a la albahaca y al mutismo impuesto,
junto a los lápices de colores y la grasa económica,
y, substancialmente, junto al mar.
Adolecí entre lenguas y espumas frescas,
y no pensé que yo era un chaval capaz de espejos.
Lucía hojas secas en el ojal de mi solapa,
me sonrojaba ante la posibilidad de amoríos,
me columpiaba en las nubes, pero no mucho.
De joven fui por calles mohosas y por catedrales,
anduve por soledades de misterio y sueño,
subí a montes de asfalto y a confesionarios lúgubres,
pero los espejos seguían escondidos en los almanaques.
Sufría por ello sin saberlo.
Mi risa era espontánea pero mi corazón era triste.
Ya cumplida la edad de las esfinges más esbeltas,
me dispuse a rebelarme contra las llagas opresoras.
Desarrollé un clamor de alas sin vértigos,
conseguí apoderarme de la materia de la exactitud
y aprendí a llorar por los necios con albedrío escueto.
Ahora, abrazado a una verdad inexistente,
dejo volar mis alas por el cielo de las ruinas,
me adormezco sobre las plumas que me exceden
y permito que la edad cumpla sus objetivos.