Es invierno
Publicado: Jue, 29 Dic 2022 20:37
El invierno es como un virus que se hospeda en seres
y cosas, inoculando en su interior niebla y confusión.
¿Quién añora esa época terrible
de corazones helados y emboscadas de ventiscas,
de rocas resbaladizas y sucias,
de nieve cayendo como plaga bíblica?
Su llegada -siempre se acerca chirriando-
anuncia la muerte inminente del almanaque
y deja a los árboles desolados.
Su devastación es la de los bolsillos vacíos,
las manos como rosas congeladas o los vientres
salmodiando la canción del hambre.
La pobreza no quiere venderle su alma,
mas se siente impotente como el mar en el límite
de sus fuerzas para poder impedirlo,
y donde echa raíces
el frío invade su ajada piel, que apenas
logra adherirse a unos huesos amontonados
y a las miradas que interrogan y suplican.
Los colores enfermos del invierno
manchan el aire de oxidada tristeza.
Es una estación descaminada,
que no soporta el peso de un afecto.
Su crueldad exige sacrificios y hecatombes
para no sé qué regeneraciones sin sentido.
No es bello el sol pálido
de las mañanas invernales de ningún día
cuando el desierto persigue el corazón
de jardines, calles y plazas.
Su luz inútil deja como sombras en los sueños
y cubre de silencios los ojos,
aunque el mar siga moviéndose en la noche.
Es invierno y en las cloacas de la ciudad,
donde se escapa de las manos
el calor que no se ha tenido nunca,
hiede su gris palidez de muerte.
y cosas, inoculando en su interior niebla y confusión.
¿Quién añora esa época terrible
de corazones helados y emboscadas de ventiscas,
de rocas resbaladizas y sucias,
de nieve cayendo como plaga bíblica?
Su llegada -siempre se acerca chirriando-
anuncia la muerte inminente del almanaque
y deja a los árboles desolados.
Su devastación es la de los bolsillos vacíos,
las manos como rosas congeladas o los vientres
salmodiando la canción del hambre.
La pobreza no quiere venderle su alma,
mas se siente impotente como el mar en el límite
de sus fuerzas para poder impedirlo,
y donde echa raíces
el frío invade su ajada piel, que apenas
logra adherirse a unos huesos amontonados
y a las miradas que interrogan y suplican.
Los colores enfermos del invierno
manchan el aire de oxidada tristeza.
Es una estación descaminada,
que no soporta el peso de un afecto.
Su crueldad exige sacrificios y hecatombes
para no sé qué regeneraciones sin sentido.
No es bello el sol pálido
de las mañanas invernales de ningún día
cuando el desierto persigue el corazón
de jardines, calles y plazas.
Su luz inútil deja como sombras en los sueños
y cubre de silencios los ojos,
aunque el mar siga moviéndose en la noche.
Es invierno y en las cloacas de la ciudad,
donde se escapa de las manos
el calor que no se ha tenido nunca,
hiede su gris palidez de muerte.