el mar donde soñaste ser una bailarina,
los árboles rendidos a cuyos pies penabas,
desgarro los deseos donde mi noche hervía.
Este vagar constante que no encuentra tu huella,
este trote sin ritmo que me lleva a tu ira,
este sentir tu verso sin poder encontrarte,
se agolpan en mi mente, se hunden en mis rimas.
Enciendo tu farola en un balcón distante
y llamo a tus cristales como una golondrina.
Me muevo en tu fracaso, perdido en la nostalgia.
Me hiere tu misterio solo como una isla,
la roca de tu olvido, la miel de tu presencia,
sollozo en los laureles donde el mirlo reía,
en tu alma rasgada, en tu miedo a la noche,
en tu pecho temblando, tu vientre que gemía.
Persisto en la mirada que alentará mi empeño
en el amplio salón que guardaste en tu herida,
y aquel verso de Frost que irónico miraba
a un Yupanqui cansado en tus ansias dolidas
de visillos abiertos que secaban las lágrimas,
en tus trenes amargos, parados en la vía,
en tu amor que me duele, tu sombra que se acerca,
la muerte que me busca en una barca hundida.