Editorial Alaire

POEMAS DE MÍ (IX)

¡Compitamos, compitamos!
Este es el grito que nace de la esclavitud del animal.
Hay que competir porque así se sube hacia el cielo,
así emergen los más diestros,
esos que saben convertir el barro en historia;
los más inteligentes,
esos que vomitan verdades de talla mediana;
los mejores,
esos que duermen en lechos fríos y no se agitan.
Sí: los mejores.
Pero, también los más crueles,
que beben sangre débil en cálices de oro;
los más astutos,
que llevan en la cintura puñales de diversos tamaños;
los biliosos
con conchas de tortugas;
los taimados
con ojos de búhos enfermos;
los inmorales
con garras de león y fauces de culebras.
Todos compiten entre ellos y ganan los más oscuros.
Yo no creo en la brutalidad de la competición.
Todos se excusan en la evolución de nuestro estadio.
Vuelco mis ojos sobre la inmensidad de este ganado
y no veo a ninguno que deje de hundirse en el ayer.
¡No compitáis! Venid aquí, junto a mí.
Venid que yo os enseñaré la verdadera virtud,
el proyecto que han acometido los iluminados,
los que han visto gracias a la claridad del infinito,
los que aman y son amados,
los auténticos sabios a los que yo sigo.
¡Colaborad, colaborad!
En la colaboración está el paso hacia las nubes.
La unidad es el medio para alcanzar la estrella,
es el secreto de la perpetuación en el otro,
es el inicio del trayecto que lleva al anhelo oculto.
Colaboremos todos, unidos por el amor.

Estupendas propuestas reflexivas sobre la condición humana y sus distintas facetas. Es curioso, pero cuando la humanidad avanza de manera más eficaz es cuando se muestra colaborativa, aunque la competitividad bien administrada tampoco tendría que dejar de ser un estímulo para el progreso. En fin, que nos dejas sumergidos en la duda... Un abrazo y salud.

Me uno al mensaje que transmite tu poema. El afán competidor es uno de los males de la sociedad moderna. Un placer la lectura. Abrazos.

La competitividad ha existido siempre, aunque últimamente se nota más. Desde pequeños competimos en el juego, deporte, estudios, etc. Enseñarnos, desde niños, a colaborar y trabajar en equipo, así como a respetarnos, podría ser la solución. Tus reflexiones servirían para un debate. Me gustaron tus versos.
Abrazos

"Jerónimo Muñoz"
POEMAS DE MÍ (IX)

¡Compitamos, compitamos!
Este es el grito que nace de la esclavitud del animal.
Hay que competir porque así se sube hacia el cielo,
así emergen los más diestros,
esos que saben convertir el barro en historia;
los más inteligentes,
esos que vomitan verdades de talla mediana;
los mejores,
esos que duermen en lechos fríos y no se agitan.
Sí: los mejores.
Pero, también los más crueles,
que beben sangre débil en cálices de oro;
los más astutos,
que llevan en la cintura puñales de diversos tamaños;
los biliosos
con conchas de tortugas;
los taimados
con ojos de búhos enfermos;
los inmorales
con garras de león y fauces de culebras.
Todos compiten entre ellos y ganan los más oscuros.
Yo no creo en la brutalidad de la competición.
Todos se excusan en la evolución de nuestro estadio.
Vuelco mis ojos sobre la inmensidad de este ganado
y no veo a ninguno que deje de hundirse en el ayer.
¡No compitáis! Venid aquí, junto a mí.
Venid que yo os enseñaré la verdadera virtud,
el proyecto que han acometido los iluminados,
los que han visto gracias a la claridad del infinito,
los que aman y son amados,
los auténticos sabios a los que yo sigo.
¡Colaborad, colaborad!
En la colaboración está el paso hacia las nubes.
La unidad es el medio para alcanzar la estrella,
es el secreto de la perpetuación en el otro,
es el inicio del trayecto que lleva al anhelo oculto.
Colaboremos todos, unidos por el amor.


Quisiera colaborar, y poder ser un medo que me lleve hasta las nubes. Un gran poemas solo lo puede escribir un gran poeta.

Felicidades desde la soledad de mi isla.

Un fuerte abrazo,amigo mío.

José Manuel F. Febles

Jerónimo Muñoz escribió: ↑Mar, 06 Dic 2022 20:53 POEMAS DE MÍ (IX)

¡Compitamos, compitamos!
Este es el grito que nace de la esclavitud del animal.
Hay que competir porque así se sube hacia el cielo,
así emergen los más diestros,
esos que saben convertir el barro en historia;
los más inteligentes,
esos que vomitan verdades de talla mediana;
los mejores,
esos que duermen en lechos fríos y no se agitan.
Sí: los mejores.
Pero, también los más crueles,
que beben sangre débil en cálices de oro;
los más astutos,
que llevan en la cintura puñales de diversos tamaños;
los biliosos
con conchas de tortugas;
los taimados
con ojos de búhos enfermos;
los inmorales
con garras de león y fauces de culebras.
Todos compiten entre ellos y ganan los más oscuros.
Yo no creo en la brutalidad de la competición.
Todos se excusan en la evolución de nuestro estadio.
Vuelco mis ojos sobre la inmensidad de este ganado
y no veo a ninguno que deje de hundirse en el ayer.
¡No compitáis! Venid aquí, junto a mí.
Venid que yo os enseñaré la verdadera virtud,
el proyecto que han acometido los iluminados,
los que han visto gracias a la claridad del infinito,
los que aman y son amados,
los auténticos sabios a los que yo sigo.
¡Colaborad, colaborad!
En la colaboración está el paso hacia las nubes.
La unidad es el medio para alcanzar la estrella,
es el secreto de la perpetuación en el otro,
es el inicio del trayecto que lleva al anhelo oculto.
Colaboremos todos, unidos por el amor.

Un llamado a la co-creacion maravilloso, querido Jeronimo. Abrazos, ERA

A falta de religión, mi abuelo y mis dos tíos maternos, me educaron en el deporte y no puedo pensar en la competición como algo malo en sí misma. Creo que esa competición que tú detestas es la que está llena de trampas, la que hace que nos avergoncemos los amantes del deporte, pensamos en el brazo poderoso, la mano de Dios o en la forma indigna de celebrar una victoria, y que llevada al terreno de la vida nos horroriza; triunfar a cualquier precio, jugar con las cartas marcadas, tomar distancia con respecto a aquellos que llevan el estigma de su fragilidad en el rostro. Un gran poema que hace pensar.

Un abrazo.

Jerónimo Muñoz escribió: ↑Mar, 06 Dic 2022 20:53 POEMAS DE MÍ (IX)

¡Compitamos, compitamos!
Este es el grito que nace de la esclavitud del animal.
Hay que competir porque así se sube hacia el cielo,
así emergen los más diestros,
esos que saben convertir el barro en historia;
los más inteligentes,
esos que vomitan verdades de talla mediana;
los mejores,
esos que duermen en lechos fríos y no se agitan.
Sí: los mejores.
Pero, también los más crueles,
que beben sangre débil en cálices de oro;
los más astutos,
que llevan en la cintura puñales de diversos tamaños;
los biliosos
con conchas de tortugas;
los taimados
con ojos de búhos enfermos;
los inmorales
con garras de león y fauces de culebras.
Todos compiten entre ellos y ganan los más oscuros.
Yo no creo en la brutalidad de la competición.
Todos se excusan en la evolución de nuestro estadio.
Vuelco mis ojos sobre la inmensidad de este ganado
y no veo a ninguno que deje de hundirse en el ayer.
¡No compitáis! Venid aquí, junto a mí.
Venid que yo os enseñaré la verdadera virtud,
el proyecto que han acometido los iluminados,
los que han visto gracias a la claridad del infinito,
los que aman y son amados,
los auténticos sabios a los que yo sigo.
¡Colaborad, colaborad!
En la colaboración está el paso hacia las nubes.
La unidad es el medio para alcanzar la estrella,
es el secreto de la perpetuación en el otro,
es el inicio del trayecto que lleva al anhelo oculto.
Colaboremos todos, unidos por el amor.

Me gusta, Jerónimo, este poema de honda reflexión, muy cercano a todos nosotros en cuanto a su verdad y belleza. Esperemos que por el bien de todos alcancemos a vernos reflejados los unos en los otros.

Gracias por compartir.

Un abrazo.

Como ya hemos hablado en variadas ocasiones, amigo Jerónimo, en los ecosistemas naturales no hay elección, no existe el bien ni el mal, no existe paradigma alguno, lo que ocurre no se puede medir por los parámetros humanos; la selección natural del más apto en la competencia por los recursos es el motor del proceso evolutivo.
En las sociedades de hombres y mujeres se debería invertir el término, debido a la existencia de la ética, el amor…, el ser humano puede elegir y el motor de la felicidad, que no evolución, es la fraternidad y cooperación en la consecución de los recursos. Pero por desgracia la tendencia en las sociedades capitalistas es a repetir las reglas instintivas, automáticas de la naturaleza, pero esta vez, debido a que implica a seres humanos, se hacen conscientes, planeadas y calculadas al mínimo detalle; es en esto en lo que radica el mal.

Todo un placer de lectura, amigo Jerónimo, la de este poema que debería rezar en todos los encerados de las escuelas.

Abrazos, joven viejo amigo.

El último de los "Poemas de mí".

Cuando la poesía es fuente de reflexión y de belleza.
Un abrazo.
Pepa