Huellas del pasado
Publicado: Mar, 29 Nov 2022 13:00
HUELLAS DEL PASADO
El mejor profeta del futuro es el pasado
Lord Byron
I
Hoy quisiera volver aunque paralizado
a fuerza de costumbre,
y poder ofrecerte, límpido a tus ojos
sin esconder penumbras
por donde voy descalzo,
esta verdad, ausencia muerta y viva,
donde siempre he vivido
El hombre que te habla,
compone sus edades
ardiendo a fuego extinto
en tus nerviosas manos.
Enloquecí en la duda
ajeno a mis preguntas sin respuestas.
II
Te miro saciando la sed de lo infinito,
el alma que se ahoga cuando nace la noche,
al hecho de estar vivo.
Por qué lugar perdido he de buscarte ahora,
por qué tierras lejanas caminan hoy tus sueños
que se llevaron todo amanecer.
III
En tu tierra salvaje,
en el desvarío de la nada,
suena tu voz cansada en el enigma
de tanto enseñamiento, sola, sola
en el juego perenne de la vida.
Serás la opaca luz en tu amargo interior,
y yo no estaré como tantas veces,
para ofrecerte el alba luminosa,
al despertar la noche.
IV
Invitamos al tiempo, y envuelto en tu pañuelo
como un impulso cruel de la quietud,
sembraste la tardanza
con cada tumultuoso amanecer.
V
La verdad no se esconde entre nosotros,
anuncia su pasado sobre un horario fijo
que descubre las grietas de los años,
donde siente hasta herir,
donde la claridad que se desangra
en los atardeceres que ya somos.
VI
La historia no se quiere mantener,
conoce el calendario de los sueños perdidos
aumenta los murmullos que dañan la inocencia
sobre la vocación de incertidumbre.
Es difícil abrir los ojos, vernos
cuando las nubes vuelven para imponer sus sombras.
VII
Comprendo los silencios,
me escandaliza la conversación,
porque llegan las voces desnudadas
desde la umbría densa de la noche
al fugaz resplandor del nuevo día,
quisiera ser ecos labios,
de una verdad que arde entre nosotros.
Ya no conocerás misericordia
para alcanzar las cima de la luz.
El mejor profeta del futuro es el pasado
Lord Byron
I
Hoy quisiera volver aunque paralizado
a fuerza de costumbre,
y poder ofrecerte, límpido a tus ojos
sin esconder penumbras
por donde voy descalzo,
esta verdad, ausencia muerta y viva,
donde siempre he vivido
El hombre que te habla,
compone sus edades
ardiendo a fuego extinto
en tus nerviosas manos.
Enloquecí en la duda
ajeno a mis preguntas sin respuestas.
II
Te miro saciando la sed de lo infinito,
el alma que se ahoga cuando nace la noche,
al hecho de estar vivo.
Por qué lugar perdido he de buscarte ahora,
por qué tierras lejanas caminan hoy tus sueños
que se llevaron todo amanecer.
III
En tu tierra salvaje,
en el desvarío de la nada,
suena tu voz cansada en el enigma
de tanto enseñamiento, sola, sola
en el juego perenne de la vida.
Serás la opaca luz en tu amargo interior,
y yo no estaré como tantas veces,
para ofrecerte el alba luminosa,
al despertar la noche.
IV
Invitamos al tiempo, y envuelto en tu pañuelo
como un impulso cruel de la quietud,
sembraste la tardanza
con cada tumultuoso amanecer.
V
La verdad no se esconde entre nosotros,
anuncia su pasado sobre un horario fijo
que descubre las grietas de los años,
donde siente hasta herir,
donde la claridad que se desangra
en los atardeceres que ya somos.
VI
La historia no se quiere mantener,
conoce el calendario de los sueños perdidos
aumenta los murmullos que dañan la inocencia
sobre la vocación de incertidumbre.
Es difícil abrir los ojos, vernos
cuando las nubes vuelven para imponer sus sombras.
VII
Comprendo los silencios,
me escandaliza la conversación,
porque llegan las voces desnudadas
desde la umbría densa de la noche
al fugaz resplandor del nuevo día,
quisiera ser ecos labios,
de una verdad que arde entre nosotros.
Ya no conocerás misericordia
para alcanzar las cima de la luz.