Cuando el objeto del poema no es el poema sino el autor

Aquí tendrán cabida discusiones y todo tipo de estudios sobre temas relacionados con el ámbito literario: técnica, oficio, valores poéticos, etc.
Ignacio Mincholed
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Cuando el objeto del poema no es el poema sino el autor

Mensaje sin leer por Ignacio Mincholed »

Hablamos de literatura. La poesía es la modalidad más exigente de aquello que consideramos literario. Lo es por su propia condición de síntesis al relacionar mediante la transformación interior lo sensible con lo real y lo imaginado apelando a lo emocional y espiritual del arte. Desde una voluntad de búsqueda y orientación, el autor adopta diferentes perspectivas con las que se aparta de lo expresivamente común de las facetas del lenguaje. Para ello aplica un tratamiento de inducción, más allá del puro comunicar, sobre los asuntos que vive íntimamente. Si la poesía «no mueve a algo» no cumple su función. Crear para que a su vez otros perciban, sientan y creen. Nada de esto quiere decir que la poesía no admita lo común, que solo se ocupe de lo «sublime» en cuanto a que afecte y trate exclusivamente sobre los ámbitos superiores de la existencia; no hay, necesariamente, más poesía en una ensoñación mística que en el hecho de comprar el pan. Pero no habrá poesía en ningún caso si no hay una poética subyacente que arme literariamente el sentir del autor y su creatividad, no habrá poesía por mucho que llamemos poema al resultado.

Los materiales literarios atañen al autor, a la propia obra, al lector y al intérprete; al crítico. Si falta uno de estos agentes no hay literatura que valga ni por lo tanto poesía. El autor, como principal material literario, debe, y digo debe a conciencia, considerarse autor en tanto que generador de expresión desde ese interior donde reside su poética, su crisol en el que se cuecen los elementos que sintetizarán su visión del mundo. Esos elementos no son otros que los de su aprendizaje desde los más variados enfoques. Observación, inquietud, conocimiento, cultura y, a fin de cuentas, talento y pensamiento crítico sobre aquello que pretende exponer y, ese tratamiento, no puede conformarse de otra forma que no sea mediante la creatividad y el lenguaje. Siendo esto así, qué mayor cuidado no debemos tener con todo aquello que constituye el lenguaje para, como mínimo, no caer en un listado de frases apoyadas en una consideración gramatical primitiva, en cuanto a elemental, sin mayor aporte que la correcta construcción exigible de «mi mamá me mima», una carta administrativa o una información despersonalizada que bien podría decir cualquiera sin implicación de sensibilidad, conocimiento ni creatividad. El autor no es poeta por autor sino por poeta, y ser poeta supone supeditarse a la obra y no la obra al autor. Diga lo que diga, nombre lo que nombre, no conseguirá aproximarse a lo intrínseco de la poesía si el autor es el objeto del poema en vez de su obra, no será poeta por mucho que nos cuente lo que quiera en endecasílabos de libro o del modo que prefiera; no lo será si su interés, su foco, está puesto sobre su condición de autor en vez de sobre la poética que pueda conformar sus obras. Este es tal vez el mal mayor del poeta, anteponerse a su obra, mostrarse autor sin una poética sólida genuinamente propia. Escribirá, pero no dirá nada que no pueda decir otro autor. Escribirá porque él es el objeto y no el poema. Escriba lo que escriba, tampoco rozará lo literario si la constitución de lo dicho está formada por ladrillos de Lego, todos encajan, pero no forman otra cosa que una pared si no se aplica un sentido. Sin talento, sin poética, solo se hacen paredes. En esa corriente por contar, el autor te dice: «mira lo que hago». No te dice «mira lo que digo». No te cuenta nada sustancial porque no hay obra, solo hay autor, pero te dice que escribe, que es autor, y tienen razón. En esa necesidad por «decirse» se atropella a sí mismo con el lenguaje en un discurso plano, débil, que en consecuencia produce algo intrascendente, trivial, que el lector percibe y que el crítico debe señalar como algo externo a la esfera literaria; ajeno a germen poético alguno.

Roland Barthes promulgo simbólicamente «la muerte del autor» en favor del «nacimiento del lector», del compromiso literario de la obra con el lector. Dentro de la complejidad teórica de los postulados que formula Barthes, dirigidos al análisis crítico de la obra, apunta la idea de la mayor importancia de la obra frente a la importancia del autor; cuando el autor se constituye en «autoridad» limita al lector para que libremente pueda encontrar otros caminos y significados. En poesía es clave esa apertura de la obra al lector, esa inducción que posibilite la recreación de la obra por su parte, así como la reinterpretación por parte del crítico a través de un análisis formal.
Pero aquí vamos a otros aspectos más próximos, a cuando la vanidad o la urgencia del autor por mostrase en su camino de poeta hace que pierda de vista la autoexigencia con su propia obra para ser él/ella quien se muestra como autor en vez de mostrar su obra como poeta. Huelga decir que sin autor no hay obra, pero no siempre el autor de poemas es un poeta. En estos casos ya no hablamos de «la muerte del autor» sino del «suicidio del poeta».

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Administración Alaire
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Re: Cuando el objeto del poema no es el poema sino el autor

Mensaje sin leer por Administración Alaire »

Lamentablemente, al querer trasladar el post al foro de Crítica..., se nos ha borrado el contenido. Abusando de su paciencia, pedimos a los que han intervenido que vuelvan a hacerlo por tal de preservar tan interesantes intervenciones.
Gracias y disculpas a todos.
Ignacio Mincholed
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Registrado: Lun, 11 May 2009 18:31

Re: Cuando el objeto del poema no es el poema sino el autor

Mensaje sin leer por Ignacio Mincholed »

Agradezco las múltiples lecturas producidas (2.400 aprox.) por los compañeros y visitantes del foro, así como la implicación de
J.J. Ferreiro, Hallie Hernández Alfaro y Francisco Lobo con sus interesantes comentarios que lamentablemente parece que se han perdido.
No obstante, por deferencia a los comentarios recibidos, pongo de nuevo mis respuestas como complemento aclaratorio de su participación.

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Respuesta a J.J.Ferreiro

Lo has expresado claramente, J.J. Ese es el drama del poeta: cuando el poema «no le es propio al autor» y queda un «espacio vacío» encerrado en el poema.

Te agradezco lo que señalas sobre el «acontecer sentimental», en el que siempre debería estar presente la congruencia del poeta.

Un fuerte abrazo.
Ignacio



Respuesta a Hallie Hernández Alfaro

Hola, Hallie. Cierto lo que dices: «hay mucho de nosotros en un poema… el color del cabello, algún gen irreverente, el sistema de creencias...» Es lo propio, necesario e inevitable; porque somos nosotros los que traducimos aquello que observamos, sentimos y conocemos. Es la grandeza que nos capacita para expresarnos, en este caso para escribir una obra a la que aportamos generosamente algo, una parte de lo que nos constituye. El asunto toma otra deriva cuando el autor tiene más presente la autoría que la obra.

Gracias y un abrazo.
Ignacio



Respuesta a Francisco Lobo

Saludos, Francisco. Te agradezco la contribución y los comentarios que has hecho.

Solo quiero hacer un apunte sobre el asunto que comentas de la abstracción y Mallarmé. La abstracción más pura la podemos encontrar en un niño, en su dimensión, cuando hace un gurruño y le preguntas qué es y te dice, por ejemplo, que es un molino. No hay simbolismo porque no hay codificación alguna, ni común ni propia, solo hay abstracción. No sabrá todavía conceptualizar, pero así lo vive. Si el simbolismo necesita de una codificación, la que sea, interna o aceptada, la abstracción necesita de un discurso interno coherente sin necesidad de codificación que, una vez asumido, aflora como una expresión honesta. Mallarmé, en su simbolismo más críptico, desde el que llegó hasta lo hermético sin intención de abrirlo; traspasó el simbolismo para llegar a esa abstracción honesta.
Verlaine señaló que en Mallarmé primaba la belleza como motivación por encima de lo entendible, que consideraba secundario; consecuencia, tal vez, de por qué resulta prácticamente inclasificable, ya que su concepto de belleza no discurría con los tiempos, y probablemente tampoco con los actuales. Mallarmé no reclama atención para él sino para su obra, para su visión, como lo demostró en su faceta de crítico.

La abstracción en sí, por la que dices pasa el poeta (o se queda en ella), no la entiendo como un obstáculo; el obstáculo es el asombro que pretende producir el autor, digamos que, de forma ingenua, mediante una abstracción sin génesis conceptual (por lo que pierde su condición y deja de ser abstracción para quedar en ocurrencia) pensando que el lector va a caer en un pasmo gozoso. Pero no, al lector no le cuadran las cuentas y el gozo se vuelve todo lo contrario y el pasmo sonrisa. Esto sucede cuando el autor se ha olvidado de su poética, o no la tiene, y, en favor de su identidad como autor busca atención para sí con la intención de reconocimiento como tal, de modo que mediante esa atención la obra consiga tomar un cuerpo que en realidad no tiene. Y así el autor se equivoca porque, ya digo, si no le cuadran las cosas al lector menos le cuadran al crítico.

Un abrazo.
Ignacio

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J. J. Martínez Ferreiro
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Re: Cuando el objeto del poema no es el poema sino el autor

Mensaje sin leer por J. J. Martínez Ferreiro »

Muy acertada, Ignacio, esta evaluación que haces del autor como responsable último de la autenticidad artística de la poesía.

Destacaré algunos momentos del artículo:

“El autor, como principal material literario, debe, y digo debe a conciencia, considerarse autor en tanto que generador de expresión desde ese interior donde reside su poética, su crisol en el que se cuecen los elementos que sintetizarán su visión del mundo”
…………
Observación, inquietud, conocimiento, cultura y, a fin de cuentas, talento y pensamiento crítico sobre aquello que pretende exponer y, ese tratamiento, no puede conformarse de otra forma que no sea mediante la creatividad y el lenguaje.
………..
Diga lo que diga, nombre lo que nombre, no conseguirá aproximarse a lo intrínseco de la poesía si el autor es el objeto del poema en vez de su obra,
……………

….el mal mayor del poeta, anteponerse a su obra, mostrarse autor sin una poética sólida genuinamente propia.
…………
Sin talento, sin poética, solo se hacen paredes. En esa corriente por contar, el autor te dice: «mira lo que hago». No te dice «mira lo que digo»


Todos los seres humanos vamos acumulando un “acervo sentimental” que nos es propio y exclusivo, y que, a través de los años, nos va diferenciando del resto de la humanidad. Este importe sentimental nos va llegando, bien a través de la experiencia vivida directamente o también lo puede hacer indirectamente mediante los llamados agentes culturales (literatura, cine, fotografía, música, arquitectura, escultura, reflexión histórica…). Cada uno de nosotros vive su “acontecer sentimental” con una perspectiva totalmente subjetiva, y es más, cada nueva experiencia se percibe o deja su impacto de manera distinta en cada ser humano, y, sobre todo, por la manera particular de interacción que hace con el anteriormente vivido, tanto en calidad como en cantidad. El artista, el autor, en nuestro caso “el poeta”, logra a través de su talento en la utilización de los materiales, herramientas y técnicas propias del lenguaje poético, “dar a luz” “la obra”, traída o extraída de “su mundo”, esa particular y “excepcional” manera de percibir la realidad que le da su “acervo sentimental”. Si no lo hace desde ahí, desde su mundo, “la obra” no es legítima, no le es propia al autor, digamos que es común, como refiere Ignacio, es un muro de piezas de lego que cualquier otro con cierta pericia y artesanía puede repetir hasta la saciedad; ateniéndonos al símil de la arquitectura, la plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela no son simple y repetidamente cuatro muros que encierran un espacio vacío.


Felicidades por este gran trabajo.

Un abrazo, amigo Ignacio.
"Yo es otro" (Arthur Rimbaud)
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Alejandro Costa
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Re: Cuando el objeto del poema no es el poema sino el autor

Mensaje sin leer por Alejandro Costa »

Y, sin embargo, muchos escriben y muchos aplauden, mientras otros, con un sentimiento poético y una gran calidad, se pierden por los suburbios y quedan desterrados al más profundo ostracismo.
¿Todos los que escriben se merecen los aplausos? ¿Quién hace creer a un escritor de “poemas” que es un poeta?

Un poeta, para ser catalogado como tal, debe saber escribir versos, poesía, debe de avanzar en el tiempo, crear un camino, seguir a aquellos que lo hacen bien, y aprender de ellos. Debe leer a los grandes, instruirse y educar la mente. Con el tiempo, él mismo sabrá si es merecedor del título de poeta.

Pero ante todo, un poeta debe tener sentimientos, sentir aquello que escribe, ¡vivirlo!, olvidarse por completo de quien es y formar parte de sus letras, como si fueran vivencias reales, sintiéndolas, amando, si los versos piden amar, riendo, si la felicidad se llena de tinta, llorando, si es dolor lo que invade la pluma. Solo así, algún día, se dará cuenta de que esas letras las escribió un poeta.

Y será entonces cuando dará igual a quien aplaudan, quien lo haga, quien se considere poeta y quien lo sea realmente.

Tomando la estructura del dicho, vale más una lectura con crítica, que varias llenas de halagos sin fondo.

Gracias Ignacio por tan buen documento.
No sé por qué, no sé por qué ni cómo
me perdono la vida cada día.…


Me sobra el corazón (Miguel Hernández)
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Raul Muñoz
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Re: Cuando el objeto del poema no es el poema sino el autor

Mensaje sin leer por Raul Muñoz »

Gracias Ignacio, por esta reflexión tan profunda.

De momento, me quedo con lo siguiente:


El autor no es poeta por autor sino por poeta, y ser poeta supone supeditarse a la obra y no la obra al autor. Diga lo que diga, nombre lo que nombre, no conseguirá aproximarse a lo intrínseco de la poesía si el autor es el objeto del poema en vez de su obra, no será poeta por mucho que nos cuente lo que quiera en endecasílabos de libro o del modo que prefiera; no lo será si su interés, su foco, está puesto sobre su condición de autor en vez de sobre la poética que pueda conformar sus obras. Este es tal vez el mal mayor del poeta, anteponerse a su obra, mostrarse autor sin una poética sólida genuinamente propia. Escribirá, pero no dirá nada que no pueda decir otro autor. Escribirá porque él es el objeto y no el poema.


El autor o la obra, ¿ qué diferencia hay? En realidad, pienso que, si hay poesía, ninguna; porque la obra termina por realizar al autor. Esto creo que lo he "malvivido". En mi caso, tras mucho escribir poemas -que vomitaba, como forma de exorcizar demonios internos- sin darme cuenta, se iba gestando algo más ligado a buscar la verdad y la belleza; algo que termina teniendo vida propia. Llega un momento que, todo ello, me conduce a un cambio vital profundo; donde paso a concebir mi propia existencia, y la del mundo, de manera completamente diferente a como la percibía con anterioridad. Una experiencia religiosa muy intensa. Me olvidé completamente de querer ser "poeta". Escribir se convirtió en algo secundario. La experiencia que tuve es la del abandono de mí mismo. La experiencia subjetiva tuvo la estructura simbólica propia de la cultura, en este caso cristiana. Terminé por ir más allá, descubriéndome como YO SOY, pero más centrado en la vivencia de la no-dualidad. Se trata, entonces, de la realización de uno mismo, o el sí mismo (Buda o Cristo) como planteaba Jung. Visto así, pienso y siento, que no vale la pena seguir hablando. La única aproximación a la realidad es el silencio: la única poesía. Cualquier poema es un artefacto inútil, que trata, torpemente, de aproximarse a la realidad. Pero, sin embargo, la poesía me empuja. Ahora, podría ser la apertura, el compartir, inherente a la vida, la propia existencia; o bien vanidad, a través de las letras, buscar sobresalir, lucirme.

En esos casi seis años de tanto escribir se acumuló mucho material. Revisé mucho y fui agrupándolo, viendo como cogía cuerpo o unidad en diversos poemarios. Aquí está mi posible error o precipitación, tal vez, como también señalas en la reflexión. Total, que en el ansia de presentar todo esto - ¿o presentarme? - fui publicando poemarios, autoeditando. Y en ello he seguido, pero ahora aparece la duda: ¿no es demasiado precipitado? Me he dado cuenta, con la perspectiva del tiempo, que la poesía tiene vida propia; es maestra que espera esculpir la gran obra de la alquimia, que somos todos y cada uno de nosotros. Los poetas, quizás, nos podamos ver como sus “colaboradores” en tan magna obra. A mí esto no me combina bien. Si comprendo la existencia, y gozo, simplemente, de ser y estar, porque estos líos de palabras; volver a escribir poemas. Lo peor de todo -por carencias, por la necesidad demasiado acentuada de buscar reconocimiento- caer en las garras de la vanidad: espectro atroz y despiadado, que te hace anfitrión, y luego te zampa; entonces estás perdido; y no hay obra, solo autor.

Pero siempre podemos crecer como personas: en mi caso, seguir conociendo y aceptando mis debilidades. Aceptar el diálogo, como uno encuentro con el otro, con uno mismo.

Agradecido, saludo a los compañeros del foro, que también han intervenido.

Abrazos.
Tu profecía, poeta.
-Mañana hablarán los mudos:
el corazón y la piedra.

-¿Mas el arte?..
-Es puro juego,
que es igual a pura vida,
que es igual a puro fuego.
Veréis el ascua encendida.

Antonio Machado ( Proverbios y cantares ).

https://transitando-la-palabra.webnode.es/
Ignacio Mincholed
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Re: Cuando el objeto del poema no es el poema sino el autor

Mensaje sin leer por Ignacio Mincholed »

J. J. Martínez Ferreiro escribió: Mié, 30 Nov 2022 9:31 Muy acertada, Ignacio, esta evaluación que haces del autor como responsable último de la autenticidad artística de la poesía.

Destacaré algunos momentos del artículo:

“El autor, como principal material literario, debe, y digo debe a conciencia, considerarse autor en tanto que generador de expresión desde ese interior donde reside su poética, su crisol en el que se cuecen los elementos que sintetizarán su visión del mundo”
…………
Observación, inquietud, conocimiento, cultura y, a fin de cuentas, talento y pensamiento crítico sobre aquello que pretende exponer y, ese tratamiento, no puede conformarse de otra forma que no sea mediante la creatividad y el lenguaje.
………..
Diga lo que diga, nombre lo que nombre, no conseguirá aproximarse a lo intrínseco de la poesía si el autor es el objeto del poema en vez de su obra,
……………

….el mal mayor del poeta, anteponerse a su obra, mostrarse autor sin una poética sólida genuinamente propia.
…………
Sin talento, sin poética, solo se hacen paredes. En esa corriente por contar, el autor te dice: «mira lo que hago». No te dice «mira lo que digo»


Todos los seres humanos vamos acumulando un “acervo sentimental” que nos es propio y exclusivo, y que, a través de los años, nos va diferenciando del resto de la humanidad. Este importe sentimental nos va llegando, bien a través de la experiencia vivida directamente o también lo puede hacer indirectamente mediante los llamados agentes culturales (literatura, cine, fotografía, música, arquitectura, escultura, reflexión histórica…). Cada uno de nosotros vive su “acontecer sentimental” con una perspectiva totalmente subjetiva, y es más, cada nueva experiencia se percibe o deja su impacto de manera distinta en cada ser humano, y, sobre todo, por la manera particular de interacción que hace con el anteriormente vivido, tanto en calidad como en cantidad. El artista, el autor, en nuestro caso “el poeta”, logra a través de su talento en la utilización de los materiales, herramientas y técnicas propias del lenguaje poético, “dar a luz” “la obra”, traída o extraída de “su mundo”, esa particular y “excepcional” manera de percibir la realidad que le da su “acervo sentimental”. Si no lo hace desde ahí, desde su mundo, “la obra” no es legítima, no le es propia al autor, digamos que es común, como refiere Ignacio, es un muro de piezas de lego que cualquier otro con cierta pericia y artesanía puede repetir hasta la saciedad; ateniéndonos al símil de la arquitectura, la plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela no son simple y repetidamente cuatro muros que encierran un espacio vacío.


Felicidades por este gran trabajo.

Un abrazo, amigo Ignacio.
J.J., gracias por volver a realizar tus comentarios, de este modo se clarifican mejor las intervenciones.

Un fuerte abrazo.
Ignacio
Ignacio Mincholed
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Re: Cuando el objeto del poema no es el poema sino el autor

Mensaje sin leer por Ignacio Mincholed »

Alejandro Costa escribió: Dom, 11 Dic 2022 15:31 Y, sin embargo, muchos escriben y muchos aplauden, mientras otros, con un sentimiento poético y una gran calidad, se pierden por los suburbios y quedan desterrados al más profundo ostracismo.
¿Todos los que escriben se merecen los aplausos? ¿Quién hace creer a un escritor de “poemas” que es un poeta?

Un poeta, para ser catalogado como tal, debe saber escribir versos, poesía, debe de avanzar en el tiempo, crear un camino, seguir a aquellos que lo hacen bien, y aprender de ellos. Debe leer a los grandes, instruirse y educar la mente. Con el tiempo, él mismo sabrá si es merecedor del título de poeta.

Pero ante todo, un poeta debe tener sentimientos, sentir aquello que escribe, ¡vivirlo!, olvidarse por completo de quien es y formar parte de sus letras, como si fueran vivencias reales, sintiéndolas, amando, si los versos piden amar, riendo, si la felicidad se llena de tinta, llorando, si es dolor lo que invade la pluma. Solo así, algún día, se dará cuenta de que esas letras las escribió un poeta.

Y será entonces cuando dará igual a quien aplaudan, quien lo haga, quien se considere poeta y quien lo sea realmente.

Tomando la estructura del dicho, vale más una lectura con crítica, que varias llenas de halagos sin fondo.

Gracias Ignacio por tan buen documento.
Saludos, Alejandro.
Las preguntas que haces, que debemos respondernos cada uno, nos llevan hacia el espacio necesario de esa «lectura con crítica» a la que aludes, absolutamente imprescindible, empezando por la autocrítica, si de lo que hablamos es de literatura. Sin un análisis propio de aquello que determina nuestras obras, difícilmente podremos llegar a desarrollar un espíritu lector que pueda valorar la esencia de la poesía.

Gracias a ti por intervenir.
Un abrazo.
Ignacio Mincholed
Mensajes: 3193
Registrado: Lun, 11 May 2009 18:31

Re: Cuando el objeto del poema no es el poema sino el autor

Mensaje sin leer por Ignacio Mincholed »

Raul Muñoz escribió: Jue, 15 Dic 2022 6:02 Gracias Ignacio, por esta reflexión tan profunda.

De momento, me quedo con lo siguiente:


El autor no es poeta por autor sino por poeta, y ser poeta supone supeditarse a la obra y no la obra al autor. Diga lo que diga, nombre lo que nombre, no conseguirá aproximarse a lo intrínseco de la poesía si el autor es el objeto del poema en vez de su obra, no será poeta por mucho que nos cuente lo que quiera en endecasílabos de libro o del modo que prefiera; no lo será si su interés, su foco, está puesto sobre su condición de autor en vez de sobre la poética que pueda conformar sus obras. Este es tal vez el mal mayor del poeta, anteponerse a su obra, mostrarse autor sin una poética sólida genuinamente propia. Escribirá, pero no dirá nada que no pueda decir otro autor. Escribirá porque él es el objeto y no el poema.


El autor o la obra, ¿ qué diferencia hay? En realidad, pienso que, si hay poesía, ninguna; porque la obra termina por realizar al autor. Esto creo que lo he "malvivido". En mi caso, tras mucho escribir poemas -que vomitaba, como forma de exorcizar demonios internos- sin darme cuenta, se iba gestando algo más ligado a buscar la verdad y la belleza; algo que termina teniendo vida propia. Llega un momento que, todo ello, me conduce a un cambio vital profundo; donde paso a concebir mi propia existencia, y la del mundo, de manera completamente diferente a como la percibía con anterioridad. Una experiencia religiosa muy intensa. Me olvidé completamente de querer ser "poeta". Escribir se convirtió en algo secundario. La experiencia que tuve es la del abandono de mí mismo. La experiencia subjetiva tuvo la estructura simbólica propia de la cultura, en este caso cristiana. Terminé por ir más allá, descubriéndome como YO SOY, pero más centrado en la vivencia de la no-dualidad. Se trata, entonces, de la realización de uno mismo, o el sí mismo (Buda o Cristo) como planteaba Jung. Visto así, pienso y siento, que no vale la pena seguir hablando. La única aproximación a la realidad es el silencio: la única poesía. Cualquier poema es un artefacto inútil, que trata, torpemente, de aproximarse a la realidad. Pero, sin embargo, la poesía me empuja. Ahora, podría ser la apertura, el compartir, inherente a la vida, la propia existencia; o bien vanidad, a través de las letras, buscar sobresalir, lucirme.

En esos casi seis años de tanto escribir se acumuló mucho material. Revisé mucho y fui agrupándolo, viendo como cogía cuerpo o unidad en diversos poemarios. Aquí está mi posible error o precipitación, tal vez, como también señalas en la reflexión. Total, que en el ansia de presentar todo esto - ¿o presentarme? - fui publicando poemarios, autoeditando. Y en ello he seguido, pero ahora aparece la duda: ¿no es demasiado precipitado? Me he dado cuenta, con la perspectiva del tiempo, que la poesía tiene vida propia; es maestra que espera esculpir la gran obra de la alquimia, que somos todos y cada uno de nosotros. Los poetas, quizás, nos podamos ver como sus “colaboradores” en tan magna obra. A mí esto no me combina bien. Si comprendo la existencia, y gozo, simplemente, de ser y estar, porque estos líos de palabras; volver a escribir poemas. Lo peor de todo -por carencias, por la necesidad demasiado acentuada de buscar reconocimiento- caer en las garras de la vanidad: espectro atroz y despiadado, que te hace anfitrión, y luego te zampa; entonces estás perdido; y no hay obra, solo autor.

Pero siempre podemos crecer como personas: en mi caso, seguir conociendo y aceptando mis debilidades. Aceptar el diálogo, como uno encuentro con el otro, con uno mismo.

Agradecido, saludo a los compañeros del foro, que también han intervenido.

Abrazos.
Gracias a ti por intervenir, Raúl.

En tu reflexión, contemplas algo que a todos nos afectó, afecta o afectará en algún momento:

«Ahora, podría ser la apertura, el compartir, inherente a la vida, la propia existencia; o bien vanidad, a través de las letras, buscar sobresalir, lucirme».

Ese lucirnos suele ser un gran antagonista del poeta que podamos ser. Es difícil desprenderse de la natural vanidad que anda con nosotros en diferentes tonos. Tú lo dices muy bien más abajo: «[vanidad] que te hace anfitrión, y luego te zampa».

Luego dices que «la poesía tiene vida propia». Quizá en eso consista la respuesta que cada uno podamos dar a la pregunta que formulas al principio:

«El autor o la obra, ¿qué diferencia hay?»

Si la poesía tiene vida propia, por su continuidad una vez en manos de un lector que podrá dotarla de aspectos que ni siquiera el propio autor ha contemplado, podremos responder que sí hay diferencia entre autor y obra, en tanto como cada lector asigne valores y la caracterice para sí. Esto, si somos honestos, sucede al margen del autor.

Coincido contigo en tu punto final, en que todo esto contribuye al crecimiento personal.

Gracias por participar con tus puntos de vista. Un abrazo.
Ignacio
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