Compartimos un sofá enorme
—blanco, de piel y de diseño—,
donde parece imposible tocarnos.
El frío de la piel
contra esa otra piel que no es nuestra.
Al frente, la piedra semipreciosa,
millones de píxeles de colores,
cada noche un estreno de ficción
con el que siempre terminas dormida.
Tras el ventanal un avión nocturno,
luces intermitentes hacia el aeropuerto,
pasajeros cansados llegando a su destino.
A este lado, tu cuerpo inmóvil
y unos leves ronquidos,
la ficción luminosa que concluye.
Todo nos llevó hasta aquí.
Evitamos el frío con más frío,
la intemperie con unos pocos versos.
Si no sabes por qué,
nunca podrás salvarte.
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