hotel insomnio
Publicado: Mié, 29 Oct 2008 14:01
De nuevo me instalo en el hotel insomnio
para hacer noche
y contemplar como si se tratara de la última
a través de la ventana abierta
la avenida desierta aun más larga
por la intemperie de su vacío.
Lo único que parece vivo son las luces de los semáforos
que me contagian de su resignación escalonada
ofreciéndose poco a poco al ponerse en verde
para que nadie los atraviese,
e indignados gradualmente recuperar lentamente el rojo
que ni un camión de la basura desafía.
Dejo caer los rescoldos de mi cigarrillo
observándolo cruzar la perspectiva plana
como una bala imprecisa a cámara lenta
hasta deshacerse en metálicas ascuas
al estrellarse contra un muro
tan imposible de atravesar como la acera;
la misma en la que me contemplo como en un espejo
y de cuya estéril superficie veo crecer un árbol
con extraños frutos ofreciéndoseme
colgados de sus ramas como manos abiertas.
Me imagino que alguien dobla la esquina,
creo escuchar sus pasos y distingo su sexo;
me extravío como un tren a la deriva
cuando ya no la siento.
Atrás, muy atrás, queda la cama,
donde entre penumbras duermen los fantasmas
que procuro esquivar yendo agotado a dormir
cuando ellos se levanten.
para hacer noche
y contemplar como si se tratara de la última
a través de la ventana abierta
la avenida desierta aun más larga
por la intemperie de su vacío.
Lo único que parece vivo son las luces de los semáforos
que me contagian de su resignación escalonada
ofreciéndose poco a poco al ponerse en verde
para que nadie los atraviese,
e indignados gradualmente recuperar lentamente el rojo
que ni un camión de la basura desafía.
Dejo caer los rescoldos de mi cigarrillo
observándolo cruzar la perspectiva plana
como una bala imprecisa a cámara lenta
hasta deshacerse en metálicas ascuas
al estrellarse contra un muro
tan imposible de atravesar como la acera;
la misma en la que me contemplo como en un espejo
y de cuya estéril superficie veo crecer un árbol
con extraños frutos ofreciéndoseme
colgados de sus ramas como manos abiertas.
Me imagino que alguien dobla la esquina,
creo escuchar sus pasos y distingo su sexo;
me extravío como un tren a la deriva
cuando ya no la siento.
Atrás, muy atrás, queda la cama,
donde entre penumbras duermen los fantasmas
que procuro esquivar yendo agotado a dormir
cuando ellos se levanten.