Editorial Alaire

Te vas desplegando, como una cometa,
la redondez de las lunas anaranjadas.

En las noches de agosto el patio se llena de velas
y murciélagos que persiguen golondrinas errantes.
Ellas se cobijan allí, silenciosas, colgadas de los salientes de los cantos
rodados del muro y al amanecer juegan y revolotean en círculos hasta que
alzan el vuelo y desaparecen hasta el nuevo ocaso.

En las noches de agosto, si hay velas en el patio, los vecinos entienden que
habrá copas y tertulia. Se asoman por el ventanuco del portón y saludan.
Poco a poco se amplía el círculo rodeando la gran mesa.
En ella se agrupan las botellas de espirituosos, los vasos, los cestos de frutos secos
y algún dulce. Los refrescos y el hielo dentro, por el calor.
Me canso de servir copas y los habituales toman el relevo y asaltan mi nevera azul
haciendo de anfitriones; ellos agradecen la confianza y yo agradezco que me dejen
sentarme a saborear mi whisky tranquila.

En las frías noches de agosto, lluviosas algunas, saben que si el farol del
portón no tiene encendida la vela no habrá copas ni tertulias.
No obstante algunos lo intentan y llegan pertrechados de forros polares,
abandonados en los armarios en primavera.

Pero el patio no se llena sólo por las noches, no.
Los desayunos suelen ser multitudinarios y se alargan en demasía,
aprovechando el frescor matutino.
Casi sin darme cuenta llega la hora del aperitivo y la cafetera se ve
sustituida por el porrón helado de cerveza con gaseosa que no cesará de
manar hasta que demos buena cuenta de los pinchos de sardina con guindilla.

Entre tanto, se va preparando el fuego y junto a él esperan las paelleras
para el arroz o la fideua y las parrillas para las ijadas de bonito o las chuletillas...
En el patio, tan pronto comemos tres como dieciséis y el menú y las horas se van
ampliando según las necesidades del momento con platos de reparto imposible.
De nuevo entra en escena la cafetera acompañada ahora por los
chupitos helados de licores caseros.

A veces me planteo renombrar mi patio y me viene a la memoria un artículo de Alfonso Ussía en "La Razón"

«Cette Patie est le chichette de la Bernarde»

Y ahora, efímero agosto, recoges tus extraños días, calurosos casi siempre,
lluviosos y fríos a veces, tibios y ventosos otras, y nos dejas con la
extraña sensación de no haberte pasado y con la esperanza de que dentro de
once meses podamos recibirte de nuevo.

Te vas desplegando, como una cometa,
la redondez de las lunas anaranjadas.
---
©MAR - 31/08/2004 - 27 octubre 2022

¡Quitemos el cero a este poema agosteño! Tal vez recuerde agostos parecidos, pero de hace muchos muchos años... Ahora, ni el frío quiere hacer bueno el refrán: "En agosto, frío al rostro.." Pero tu poema recoge muy bien el ambiente veraniego y las costumbres que nos hermanaban. Un abrazo, Marisa. Salud.

Me recordó tu poema los veranos en el pueblo, las comidas familiares, los primos y primas. He pasado un rato muy agradable leyéndote. Has descrito de maravilla tus agostos. Un placer leerte.
Abrazos

Precioso, inmensamente sabroso este poema sobre la nostalgia de los mejores momentos sensitivos que pasamos en compañía de los nuestros, disfrutando de la fiesta entrañable y de todas sus viandas alcohólicas y comestibles; alimento de nuestro espíritu y también de nuestra juventud inacabable.

Todo un placer de lectura, Marisiña.

Un bico.

En tanto que leía, iba yo entrando en ese patio -exista o no- y me unía a los que allí compartían la vida. ¿En realidad tienes ese patio? Te envidio, si así es. Un abrazo.

Muy animado patio de agosto. Bonita recreación de esos momentos compartidos. Me gustó mucho el poema. Abrazos.

.

Siempre creí que los agostos no tenían límite en las cuestiones felices. Serpenteaban enteros con la energía de los leones, con la belleza de las melenas al aire, con un sentido incomparable de generosidad.
He sido parte de la mesa y la emoción de tu poema, querida Marisa.

Entrañable y muy hermoso.
Abrazos.

Julio Gonzalez Alonso escribió: ↑Jue, 27 Oct 2022 20:11 ¡Quitemos el cero a este poema agosteño! Tal vez recuerde agostos parecidos, pero de hace muchos muchos años... Ahora, ni el frío quiere hacer bueno el refrán: "En agosto, frío al rostro.." Pero tu poema recoge muy bien el ambiente veraniego y las costumbres que nos hermanaban. Un abrazo, Marisa. Salud.

Gracias, amigo Julio, por quitarles el cero a estos recuerdos veraniegos que son tan comunes y tan añorados.

Un abrazo.

Hermoso poema narrativo donde rescatas un mundo que trasunta enorme nostalgia. La exhumación de los atesorado recuerdos. Destaco el vigor lírico del poema. Mis aplausos.

Un gran abrazo.
Óscar

Pilar Morte escribió: ↑Vie, 28 Oct 2022 10:09 Me recordó tu poema los veranos en el pueblo, las comidas familiares, los primos y primas. He pasado un rato muy agradable leyéndote. Has descrito de maravilla tus agostos. Un placer leerte.
Abrazos

Creo que, en general, somos disfrutones y nos gusta reunir a todos los que queremos.
Yo me siento orgullosa de haber podido conseguir que todos quieran estar en mi patio en verano y en mi casa en invierno.
Es el punto de reunión de casi toda la familia, y amigos. Y somos muchos.
Me alegra haberte hecho recordar esos veranos en el pueblo.

Gracias, Pilar, un beso.

Me has metido en el ambiente, así de golpe. Ese agosto lo conocemos de sobras por estos lares y provocará fascinación y envidia sana en los viajeros. Has recreado muy bien algo que, en cierta forma, vamos perdiendo con la llegada de una forma de vída más fría y ordenada, al fulgor le sigue la melancolía que nos dice que, quizás, vivamos en un sueño. Te felicito por tu acertada descripción de este cuadro que se resiste a desaparecer ante la llegada de unas costumbres más distantes.

Un abrazo.

Marisa Peral escribió: ↑Jue, 27 Oct 2022 18:18 Te vas desplegando, como una cometa,
la redondez de las lunas anaranjadas.

En las noches de agosto el patio se llena de velas
y murciélagos que persiguen golondrinas errantes.
Ellas se cobijan allí, silenciosas, colgadas de los salientes de los cantos
rodados del muro y al amanecer juegan y revolotean en círculos hasta que
alzan el vuelo y desaparecen hasta el nuevo ocaso.

En las noches de agosto, si hay velas en el patio, los vecinos entienden que
habrá copas y tertulia. Se asoman por el ventanuco del portón y saludan.
Poco a poco se amplía el círculo rodeando la gran mesa.
En ella se agrupan las botellas de espirituosos, los vasos, los cestos de frutos secos
y algún dulce. Los refrescos y el hielo dentro, por el calor.
Me canso de servir copas y los habituales toman el relevo y asaltan mi nevera azul
haciendo de anfitriones; ellos agradecen la confianza y yo agradezco que me dejen
sentarme a saborear mi whisky tranquila.

En las frías noches de agosto, lluviosas algunas, saben que si el farol del
portón no tiene encendida la vela no habrá copas ni tertulias.
No obstante algunos lo intentan y llegan pertrechados de forros polares,
abandonados en los armarios en primavera.

Pero el patio no se llena sólo por las noches, no.
Los desayunos suelen ser multitudinarios y se alargan en demasía,
aprovechando el frescor matutino.
Casi sin darme cuenta llega la hora del aperitivo y la cafetera se ve
sustituida por el porrón helado de cerveza con gaseosa que no cesará de
manar hasta que demos buena cuenta de los pinchos de sardina con guindilla.

Entre tanto, se va preparando el fuego y junto a él esperan las paelleras
para el arroz o la fideua y las parrillas para las ijadas de bonito o las chuletillas...
En el patio, tan pronto comemos tres como dieciséis y el menú y las horas se van
ampliando según las necesidades del momento con platos de reparto imposible.
De nuevo entra en escena la cafetera acompañada ahora por los
chupitos helados de licores caseros.

A veces me planteo renombrar mi patio y me viene a la memoria un artículo de Alfonso Ussía en "La Razón"

«Cette Patie est le chichette de la Bernarde»

Y ahora, efímero agosto, recoges tus extraños días, calurosos casi siempre,
lluviosos y fríos a veces, tibios y ventosos otras, y nos dejas con la
extraña sensación de no haberte pasado y con la esperanza de que dentro de
once meses podamos recibirte de nuevo.

Te vas desplegando, como una cometa,
la redondez de las lunas anaranjadas.
---
©MAR - 31/08/2004 - 27 octubre 2022

Bello recorrido por tu patio de agosto.Pude ver no soloel patio sino la redondez de las lunas anaranjadas,buen poema Marisa Un abrazo grande.-

Me ha gustado que hayas acompañado al poema con fotos de ese patio... da opción a una nueva lectura y a recrease en ellas.
La apuesta por los versos largos le viene muy bien.
Un abrazo
J. Manuel

J. J. Martínez Ferreiro escribió: ↑Vie, 28 Oct 2022 12:06 Precioso, inmensamente sabroso este poema sobre la nostalgia de los mejores momentos sensitivos que pasamos en compañía de los nuestros, disfrutando de la fiesta entrañable y de todas sus viandas alcohólicas y comestibles; alimento de nuestro espíritu y también de nuestra juventud inacabable.

Todo un placer de lectura, Marisiña.

Un bico.

Gracias, Ferreiriño, así es y así somos.
Disfrutamos de la familia y amigos y cualquier ocasión es buena para celebrar todo.

Me alegro si te ha gustado.

Biquiños.

Francisco Lobo escribió: ↑Vie, 28 Oct 2022 16:02 En tanto que leía, iba yo entrando en ese patio -exista o no- y me unía a los que allí compartían la vida. ¿En realidad tienes ese patio? Te envidio, si así es. Un abrazo.

En ese patio, como bien dices, se comparte la vida, es real y la puerta siempre está abierta.
Me alegra que te haya gustado, Paco.

Gracias y un abrazo.