Cuando triunfe la barbarie un 12 de octubre
Publicado: Lun, 17 Oct 2022 11:09
Hay un eco lejano en oriente
de rostros pálidos
que rasga la blancura de la luz
y torna desvaída la luna.
Aciago se cierne sobre el clamor de soles
pugnando por irrumpir cada día
y sobre el puro corazón adorado
que aún irradia la verdad de la vida
en los cuerpos desnudos,
en la luz plateada de los ríos
y en las tierras doradas
del cóndor, de la serpiente y del jaguar.
Cómplice del viento que desata tinieblas
y todo lo destruye,
llegará a galope de forma despavorida
con su aliento letal de cruces y espadas
y nada volverá a ser paraíso.
Y se hará el silencio y el silencio
temblará de miedo
en la subterránea oscuridad
y morirá de hambre y fiebre.
Cuando triunfe la barbarie
un doce de octubre,
no será el poeta quien diga
de los movimientos de la luna
entre los vientos alisios,
de su luz de sangre en el cielo
que anegará de sufrimiento
las almas y su destino en la tierra.
No será el poeta quien hable
del dolor que asomará en cada rostro
ni de la luna cerrando,
como signo de amor,
sus párpados fatigados de vida.
Hablará quien sepa
de la bondad del indio
y del dolor incesante de sus huesos,
de la desolación y del viento negro
que impide respirar.
Y seguirá hablando de sus hijos
que transidos de muerte,
se mantendrán en pie,
aun sabiendo que el sol
no volverá a salir, y de las venas abiertas
por las que se desangrarán sus tierras invadidas.
Y hablará y hablará, porque nunca
dejará de hacerlo -el puño en alto
pintando de rojo el cielo y la rabia caliente
de dientes apretados y estrellas sangrientas
en la cabeza-, clamando con la voz atronadora
de todos los asesinados por la cruz y la espada,
que el doce de octubre no habrá nada que celebrar.
de rostros pálidos
que rasga la blancura de la luz
y torna desvaída la luna.
Aciago se cierne sobre el clamor de soles
pugnando por irrumpir cada día
y sobre el puro corazón adorado
que aún irradia la verdad de la vida
en los cuerpos desnudos,
en la luz plateada de los ríos
y en las tierras doradas
del cóndor, de la serpiente y del jaguar.
Cómplice del viento que desata tinieblas
y todo lo destruye,
llegará a galope de forma despavorida
con su aliento letal de cruces y espadas
y nada volverá a ser paraíso.
Y se hará el silencio y el silencio
temblará de miedo
en la subterránea oscuridad
y morirá de hambre y fiebre.
Cuando triunfe la barbarie
un doce de octubre,
no será el poeta quien diga
de los movimientos de la luna
entre los vientos alisios,
de su luz de sangre en el cielo
que anegará de sufrimiento
las almas y su destino en la tierra.
No será el poeta quien hable
del dolor que asomará en cada rostro
ni de la luna cerrando,
como signo de amor,
sus párpados fatigados de vida.
Hablará quien sepa
de la bondad del indio
y del dolor incesante de sus huesos,
de la desolación y del viento negro
que impide respirar.
Y seguirá hablando de sus hijos
que transidos de muerte,
se mantendrán en pie,
aun sabiendo que el sol
no volverá a salir, y de las venas abiertas
por las que se desangrarán sus tierras invadidas.
Y hablará y hablará, porque nunca
dejará de hacerlo -el puño en alto
pintando de rojo el cielo y la rabia caliente
de dientes apretados y estrellas sangrientas
en la cabeza-, clamando con la voz atronadora
de todos los asesinados por la cruz y la espada,
que el doce de octubre no habrá nada que celebrar.