Poemas importantes de nuestro tiempo III (A Ana Muela Sopeña)

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F. Enrique
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Poemas importantes de nuestro tiempo III (A Ana Muela Sopeña)

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1


Otro ladrillo en el muro - Roger Waters

Cuando Roger Waters nos habló de sus traumas y de sus miedos creó una obra oscura y angustiada que no deja de crecer con el paso del tiempo; ¿La cara oculta de la luna? ¿Ojalá estuvieras aquí? Hay quien empieza a rendirse a la complejidad introspectiva e implacable de un hombre que transita por el mundo de los adultos buscando la redención sin que su éxito como cantante pueda romper, debido a su egocentrismo destructivo, las cadenas de una niñez luctuosa en un tiempo de guerra, entonces mira a su alrededor cuando uno no quiere hablar y apenas puede moverse, es imposible que pueda franquear el muro aunque lo derriben porque está dentro de uno mismo. Faltaban unos diez años para que lo hicieran y aún nos quema con el recuerdo de sus sombras, con el idilio con la muerte y la represión salvaje.

Hay un muro que me separa del niño que fui y cada vez que cae me muestra las ruinas de lo que queda de mí mismo.

2


En contra del olvido - Felipe Benítez Reyes.

Si el tiempo en la memoria no muriese
tan lento y torturado, disponiendo
por tanto una manera melancólica
de volver al pasado y de sentirlo
no como un algo muerto, sino siempre
a punto de morir y siempre herido
-y renacido siempre, y de tiniebla.

Si el tiempo, en fin, tuviese potestad
para borrar su estela de memoria,
para enterrar sin daño los recuerdos
en vez de darles rango de abstracción
-y en las tardes vacías recordar;
con algo de tahúr y algo de mago,
lo que ya sólo es ficción del tiempo
como un viento lejano, un eco frío.

Si todo fuese así, si en el pasado
no fuera uno la estatua de sí mismo
en una plaza oscura y sin palomas
o el actor secundario de una obra
retirada de escena, me pregunto
qué sería -imagina- de nosotros,
que sellamos un pacto tan antiguo
como el color del aire en la mañana.
Qué habría de ser entonces, sin memoria,
de nosotros, que hacemos renacer
al juntar nuestras manos esta noche
tantas noches y lunas y ciudades
y tembloroso mar de las estrellas.

De "Sombras particulares" 1992


Reseña biográfica
Poeta, novelista, traductor y ensayista español nacido en Rota, Cádiz, en 1960.
Autor de una vasta obra que abarca todos los campos de la literatura, es considerado como una de las voces
más influyentes del panorama literario español. Ha sido incluido en las más importantes antologías, gracias a su
excelente dominio del lenguaje, que abarca desde el neosimbolismo de su primera época hasta la gran versatilidad
de sus trabajos poéticos posteriores.
Ha obtenido entre otros, los premios Luis Cernuda, Ojo Crítico, Fundación Loewe, Premio de la Crítica,
Premio Nacional de Literatura y Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla 1994 por «Vidas improbables».
Parte de su obra poética está contenida en las siguientes publicaciones: «Paraíso manuscrito» en 1982, «Los vanos mundos»
en 1985, «La mala compañía» en 1989, «Poesía» en 1992, «Sombras particulares» en 1992, «Paraísos y mundos» en 1996,
«El equipaje abierto» en 1996 y «Escaparate de venenos» en el año 2000. ©

(Fuente: A media voz)
3

Paul Simon - El poeta del desencanto

No tengo ninguna necesidad de amistad,
la amistad causa dolor.

*** *** *** *** ***
No habléis de amor,
ya conozco esa palabra,
está durmiendo en mi memoria
y no quiero despertar el sueño
de los sentimientos que han muerto.

Recuerdo que escuchaba la música por la radio de FM de Algeciras y que veía un ciclo de Raoul Walsh por televisión.

Paul Simon es uno de los cronistas de Nueva York, allí vivió desde muy pequeño, aunque naciera en Newark (Nueva Jersey), de allí sacó la inspiración que le posibilitó identificar las heridas de los tiempos modernos narrándolas con un gran lirismo, lo que no impidió que alcanzara grandes dotes de crudeza cuando lo creía necesario. Su aportación a la poesía ha sido reconocida con importantes premios en muchas ocasiones. Yo quiero ceñirme a ella en los primeros años del dúo Simon y Garfunkel, unión que logró el éxito en lo comercial y artístico pero desastrosa en lo personal, aún hoy en día se cruzan comentarios vejatorios entre ellos.

Mi primer contacto con ellos fue en 1974, a través de sus Grandes éxitos y Perejil, salvia, romero y tomillo, considerado este último disco su obra maestra absoluta.
Gente charlando sin hablar,
gente oyendo sin escuchar,
gente escribiendo canciones
que ninguna voz compartirá,
nadie se atrevió
a perturbar el sonido del silencio.


Hay canciones que nos acompañan siempre y trascienden lo que significaron en su momento, por muy grande que fuera lo que representaron más lo es que tengamos la impresión en cada audición de su intemporalidad y, sin embargo, nos sitúan con claridad y sinceridad en el tiempo concreto en el que fueron creadas.

El nacimiento con fuerza poética del folk-rock, esa expresión musical que no desdeñaría el lirismo de unos versos y la contundencia de un nuevo sonido acabaría salpicando a Bob Dylan, los Beatles y a los Byrds, sin que pueda precisarse en qué momento y en quiénes estalló el pistoletazo de salida.

Pude escuchar hace poco a Paul Simon en Madrid, creo que esa peregrinación se la debía a quien guio mis primeros pasos y me mostró la belleza de la poesía en nuestro tiempo en el que los pueblos parecen ciudades y hasta Abyla conserva en el Paseo de las Palmeras una pequeña Manhattan desde la que Marilyn guiña un ojo a los adolescentes que hacen robona y se enamora del Puente Cristo.

Paul no pudo irse de Madrid sin volver a interpretar "Los sonidos del silencio" como, sin duda, le ocurrirá en cada concierto, en cada ciudad. Admito que fue infinitamente más importante que la cantara que cómo lo hizo; desnuda y un tanto desangelada, porque no olvidaré en la vida que estuve allí.

Él, que acabaría dando más importancia al sonido, lo dijo categóricamente a unos siete metros de distancia, no puede escapar de la significación ni la importancia de sus primeros poemas, esos que le convirtieron en el Poeta del Desencanto, a través de la disección intelectual y emotiva de Nueva York, el nuevo faro de Occidente ya que París se había desangrado en la tragedia de un continente y le entregó la antorcha porque no podía evitar que se apagara.

El joven poeta nos relataba con amargura la soledad y la decadencia de los valores de una sociedad capaz de ser solidaria en situaciones extremas pero que olvida sus responsabilidades éticas con respecto al resto del mundo que la tiene como espejo porque ella ha querido que así sea y lo ha intentado imponer con las armas cuando no quedaban razones para sustentar su dominio en nombre de la libertad.

Solo nos dejó esa noche cinco canciones de su etapa con Art Gunfunkel y algunos más de cuando empezaba a volar en solitario, aunque los muchachos de ahora ya no los escriban en los pasillos, ni crean en el poder redentor de una canción cuando todo se hunde.

Algunos nos sentimos un poco tristes, sin dejar de sonar en nuestras cabezas canciones como Kathy's song, I am a rock o La conversación en el aire; todavía quedan algunos que leen a Emily Dickinson atraídos por el misterio de su soledad y su alejamiento voluntario de los salones y reuniones literarios, pero solo Coppola escribe en el aire un par de versos de Robert Frost para recordarnos que los amigos deben hacer todo lo posible para seguir siendo de oro cuando todo se precipita al vacío.

 Abandonábamos, mi mujer y yo, el recinto, mientras unas muchachas gritaban en la calle, sin perder la armonía, los sonidos del silencio y The boxer, quedaba claro que los jóvenes aventajados iban de lleno al origen del mito, aunque aplaudieran con rabia lo bueno que habían dejado etapas posteriores; Paul Simon siempre ha tenido capacidad para escribir grandes canciones, pero soy de los que piensan que sus doce primeros años en el mundo de la música son imprescindibles y eso a pesar de que su relación con Garfunkel y con los productores fue más acerba que idílica.

Escrita el 19 de febrero de 1964, fue incluida en el primer y fallido álbum, Wednesday morning 3 A. M., de Simon y Garfunkel con el nombre "El sonido del silencio", unas modificaciones que afectaron a su expresión musical y un leve retoque del título, sin la participación de Paul que se encontraba en Inglaterra adonde había vuelto para rumiar el fracaso de un álbum no exento de calidad pero cuya ruptura con el folk tradicional no resultó convincente, significaron un éxito clamoroso como single y la aparición apresurada de un esplendoroso[ii] nuevo álbum que, sorprendentemente, nunca fue bien tratado por la crítica[iii] que siempre se ha ensañado con la precipitación del proyecto orientado a aprovechar el éxito de esta canción.

Hay quien ha querido ver una relación directa de la letra de esta canción con el magnicidio de John Kennedy por su inquietante y profunda melancolía, porque sumía a una sociedad autocomplaciente en el terreno empantanado de la desconfianza y del miedo.

Paul Simon insiste en que quería remover un poco la conciencia de los más jóvenes, invitarles a no imitar lo que veían en sus mayores y la decadencia sentimental y el embrutecimiento de la cultura urbana, reflejar la falta de comunicación, extrema en algunos casos como en la trágica y desolada "Un hombre muy raro".

La ciudad no es el marco donde desarrollamos nuestro anhelo de justicia e igualdad es donde nos arrodillamos ante los símbolos más desequilibrantes del progreso, es donde se denuncia el olvido al que se condena a los poetas cuya voz no será compartida por nadie. 

Y a todo esto ¿Para qué sirve la Poesía?



Sorprende que La otra cara de Bob Dylan fuera denostado en su día y considerado un retroceso en la carrera del genio de Duluth con respecto a la respuesta está en el viento (FreeWheelin’). Sé que Dylan tiene varios álbumes que pueden ser considerados el mejor sin que se le pueda poner reparos porque encontraremos suficientes argumentos para respaldar nuestra elección. Yo me siento más a gusto escuchando “The another side of Bob Dylan” que con ningún otro, no es la única razón, pero, ahora mismo, no se me ocurre otra.
Los Byrds desde su aparición hicieron una aportación valiosísima al folk-rock, destacando, precisamente interpretando a Dylan con excelentes armonías vocales y una música embriagadora y compleja que sin embargo llegaba con una sencillez prístina aunque bajando, no podía ser de otra forma, la intensidad desesperada de Bob que en esos días se había enfundado el traje de profeta..
Rubber Soul no es el mejor disco de los Beatles pero sí el más importante, su eclecticismo es proverbial y un folk rock complejo y progresivo de muchos quilates tiene cabida en “Te estoy calando” (I’m looking through you) y la genial e inclasificable Norwegian Wood.
[ii] Sé que los doctores no me perdonarán que haga mi propio diagnóstico, pero considero que un álbum que contiene tres obras maestras es un gran álbum aunque las nueve canciones restantes sean material para el olvido.
Los sonidos del silencio excede ese número; En abril ella vendrá, Un tipo muy raro, Soy una roca, La canción de Kathy y, por supuesto, la que da título al álbum, se encuentran en su diversidad temática y estilística entre lo más profundo para penetrar en las contradicciones de la Atenas de nuestro tiempo, capaz de albergar en su corazón las virtudes más exquisitas y las miserias más imperdonables. Lou Reed empezaba por esos días a cebarse con estas últimas haciendo hincapié en la otra cara de la Gran Manzana de Occidente.
[iii] El principal argumento que se suele esgrimir para sustraerle dos estrellas a este magnífico álbum carece de consistencia; en 1965 apenas existía el concepto de un trabajo orientado desde su creación a ofrecer una visión de conjunto, prevalecía el single sobre el álbum que normalmente solía ser una acumulación de discos sencillos, con la irregularidad que esto conllevaba, ni siquiera los Beatles escaparon a esta norma y cuando lo hicieron con el mítico A Hard Day’s Night (1964), bajo un dominio abrumador de Lennon sobre McCartney, consiguieron la primera de sus obras maestras. 


He intentado, Rosana, coger por las riendas a mi caos, sé que iré dejando fragmentos desperdigados del intento de construir mi molino de viento. Deseo acercar a los demás a lo que me gusta y forma parte de mi vida e, intuyo, de las de muchos otros que no quieren saberlo. Si alguien no quiere escuchar los sonidos del silencio pienso que ha perdido una interpretación vigente de nuestra soledad.






Pero nadie ha dicho nada, que yo sepa, sobre lo que puede significar perseguir ese sueño a la edad en la que se empieza a no creer en tantas cosas que se tienen como ciertas. Es posible que haya un lugar adonde van aquellos que ya no son un hombre, ni un niño.

26 de noviembre de 2018


Nunca he sentido la soledad de mi lengua, la nostalgia de sentirme extraño en mi país. Pero el amor es sólo un impulso ciego que nos ilumina raras veces en la vida, que no conoce acentos ni banderas, que no sabe levantar los brazos, nunca tiene piedad con el vencido.






Hay cosas que la gente no llega a comprender y a algunos nos duelen. Cuando te metes en algo debes hacer un pacto contigo mismo para asumir una responsabilidad ética con los otros. Es difícil explicar que cuides hasta el mínimo detalle y emplees todas tus fuerzas cuando gritas a pleno pulmón y solo quieren oírte tres personas, pero creo que ahí radica la verdadera diferencia entre un artesano y un artista. El primero nunca haría algo para nada, el segundo no puede dejar de escribir para nadie.


4

Karmelo Iribarren; siempre nos quedarán los bares.



Escribió su primer poema con 16 años. No se acuerda del poema en cuestión, y eso que lo guardó durante mucho tiempo. Hasta que una noche de borrachera en los 80 lo destruyó, junto con la mayoría de los demás versos que había escrito hasta entonces. Pero si no se acuerda de aquel primer poema, sí se acuerda del mecanismo del que surgió. «Iba en el autobús, mirando por la ventanilla. Y poco a poco el poema fue cobrando forma en mi cabeza, en mi mente se fueron ordenando las palabras. Cuando llegué a casa sólo tuve que sentarme y pasarlo al papel. Aquello me gustó».

Para entonces Iribarren ya leía todo lo que caía en sus manos. Pero aquello de escribir poesía le imponía. Sobre todo después de que, con 16 años, decidiera dejar los estudios. Optó por aprender por su cuenta: se puso a escribir sonetos, estrofas clásicas... Cientos de poemas de cada tipo. «Ese aprendizaje de la métrica clásica me sirvió mucho para luego utilizar el verso libre, que de libre no tiene nada. Mi verso tiene ritmo y tensión, y creo que es gracias a ese aprendizaje técnico».

Tras dejar el colegio, se puso a trabajar, haciendo un poco de todo: de albañil, de fontanero.... «También vendí enciclopedias, aunque jamás coloqué ninguna. No me entraba en la cabeza que nadie pudiera comprar ese mamotreto, y supongo que se me notaba». Pero ya a los 13 años había tenido su primera experiencia laboral como camarero en el bar de una residencia de ancianos. «Las monjas que cuidaban a los viejos me pasaban una lista de aquellos a los que no podía servir alcohol ni vender tabaco. Pero los viejos me suplicaban, así que acababa poniéndoles su copita de Veterano, qué hostias. Luego me he preguntado varias veces si lo que hice estaba bien».

Al dejar el instituto, se afilió también a la CNT. Pero aquello duró poco. «Había que ir por ahí pegando carteles, y aquello no iba conmigo». Lo que sí que hacía era salir mucho de noche. «Me he dedicado mucho a la mala vida. O la buena, según se mire». En esto, le toco ir a la mili. «Quise librarme, como todo el mundo. Alegué problemas de corazón y presenté un certificado de un reputado cardiólogo, amigo mío. Pero no coló. Me mandaron a Valencia». Cogió un tren hasta Madrid, donde debía cambiar y tomar a otro tren. Se lió y acabó en Córdoba. «Llegué al cuartel con dos días de retraso, así que lo primero que hicieron fue meterme en el calabozo».

Nuestro poeta estaba en el polvorín valenciano de Ribarroja (a unos 10 kilómetros de Manises) cuando el 23 de febrero de 1981 un tal Tejero dio un golpe de Estado y Jaime Milans del Bosch desplegó a 1.800 soldados y decenas de tanques por las calles de Valencia. «Un teniente nos llamó a formar y nos dijo que estábamos en estado de guerra y que quienes no cumpliéramos con nuestro deber acabaríamos en el paredón. Algunos chavales se echaron a llorar. A mí me tocó estar dos días patrullando por los montes. En total hice casi 15 meses de mili. Y sí, allí también escribía».

Cuando regresó a Donostia, se encontró con la crisis. «Dicen que la crisis actual es bestial, pero aquella fue también la bomba. No había cobertura social, no había nada.... Tenías que buscarte la vida». Con su hermano y unos amigos, alquilaron un local. «Pedimos un préstamo y montamos un bar, a ver qué pasaba». Y pasó que el bar, el Akerbeltz, funcionó magníficamente.

Pero eran los 80, años de noches locas, de drogas... «Se me murieron muchos amigos, y muchos de los que sobrevivieron están alcoholizados», afirma Iribarren. Su propia vida fue un descontrol que duró 20 años, los mismos que estuvo trabajando en el bar, viviendo de noche. Aunque también en ese bar escribió la mitad de su obra poética. Y en ese bar conoció a Michel Gaztambide, guionista de No habrá paz para los malvados (película dirigida por Enrique Urbizu) y quien también escribía poesía. «Tenía un amigo llamado Roger Wolf, que llevaba una colección de cuadernillos. "Si quieres le doy unos poemas tuyos", me dijo. Se los dio y los publicó en el 93».

Era la primera vez que publicaba en serio. Hasta entonces sus poemas sólo habían salido en fanzines que no iban a ninguna parte, había estado sentado en absoluta soledad en el banquillo, escribiendo pero sin que su obra viera la luz. Hoy, casi toda ella se puede encontrar en la editorial Renacimiento, de Sevilla. Además, Enrique Urbizu y Michel Gaztambide le rindieron un pequeño homenaje en una escena de La vida mancha en la que José Coronado entra en un bar y pregunta por la calle Karmelo Iribarren.

Hace 20 años, cuando decidió dejar de beber, vendió el Akerbeltz. Pero el bar sigue teniendo una importancia capital en su obra. «Los bares son lo mejor que hay en el mundo. Me siento allí y observo». Pero su poesía cambió cuando dejar la vida de crápula: se hizo más serena. «Más de viejo», en sus propias palabras.

Lo que no ha cambiado es su modo de escribir. «Una frase que he oído en la calle, que he leído, que he escuchado en una peli, un comportamiento he visto... Empiezo a darle vueltas y vueltas en la cabeza, me puedo pasar así días. Cuando me siento a escribir, el poema más o menos ya lo tengo ultimado. Lo que hago luego es quitar, quitar, quitar... Lo dejo desnudo. A veces lo desnudo tanto que me lo cargo. Mi objetivo es dejar el poema en la tensión de las cuerdas del ritmo, y si aguante es que está bien».

Pero, para que funcione la poesía de Iribarren, es también necesaria la implicación del que la lee. «Mi poesía tiene mucho que ver con que el lector se la crea. Es una poesía de verdad. Es literatura, aunque yo siempre procuro que no lo parezca. Eso provoca que muchos lectores se sientan identificados, que consideren que el poema cuenta algo que también les ha pasado a ellos».

Sin embargo, rechaza el sambenito de poeta maldito... «A mi esa historia del malditismo no me va. La mía es una poesía de personaje, tipo la de Gil de Biedma. Sólo que él era aristócrata, culto, homosexual. Yo, sin embargo, soy una persona muy normal, mi poesía es la de una personaje común, siempre mi intención ha sido demostrar como ese ser común era susceptible de ser poetizado, ese hombre que va por ahí. Viví años salvajes, sí, pero fueron muchos los de mi generación que los vivieron».

(Irene Hdez. Velasco)


Los bares son «esos sitios
oscuros
que se encienden
cuando se apaga todo lo demás,
esos rincones con alma,
con auténtico calor;
quién sabe
si ya el último refugio
desde el que abrir fuego otra vez».


*** *** ***

Siempre recién peinados
y tosiendo
hacen su entrada
cada mañana increíblemente
en punto, y se atrincheran
al fondo de la barra, en su rincón
donde los dardos
no llegan ni borrachos.
Echan una mirada. Piden. Le vacilan
al camarero igual que ayer
y entre tembleques
llevan el venenoso vino
hasta los labios
como una maldición.
luego pagan. Adiós. Que no
te pille un coche. Y se encaminan
hacia la próxima farmacia.»



El bar es, en la poesía de Iribarren, un lugar donde campa la tristeza, pero también de trinchera y de esperanza frente a las ciudades difíciles, frías y solitarias.

(Jorge Trujillo)


5


Una mujer con sombrero,
como un cuadro del viejo Chagall,
corrompiéndose al centro del miedo,
yo, que no soy bueno, me puse a llorar.
Pero entonces lloraba por mí,
y ahora lloro por verla morir.





Alguna vez habló Silvio de la génesis de esta canción, fue la entrega al amor y al olvido de una mujer que yacía en un cuadro de Chagall la que le hizo que soltara las riendas de su imaginación. Escrita en 1970 no sería publicada hasta 1978, nos muestra la lírica y profunda inspiración de los primeros años del poeta, imposible no pensar que aquellos versos no tuvieran un nombre y otros cabellos, que a través de aquella mujer enigmática no respirara otra, las caricias que lloran por los momentos perdidos, las heridas eternas del amor.


Francisco Enrique León13 de noviembre de 2017, 23:30

"Rabo de nube" contiene la prodigiosa "Que ya viví, que te vas", pero en conjunto, desde mi punto de vista, supone un pequeño retroceso respecto al desnudo, profundo e intimista "Mujeres", pero esa canción, también interpretada por Pablo Milanés, está entre las mejores de Silvio y la canción que da título al álbum es más que notable por su delicadeza y su sentimiento.

Apenas he escuchado a Silvio desde "Unicornio" pero he encontrado canciones sueltas impresionante empezando por "Quién fuera", el tesoro más preciado de la segunda parte de su carrera.

Cantautor es un término que se acuñó, creo, durante la Transición y por lo que me ha llegado de algunos de ellos parece ser que no les hacía mucha gracia. A pesar de todo define bien, sabemos de que nos hablan cuando se utiliza esta palabra.

Supongo, así lo desea en una de sus canciones más emblemáticas, que Silvio querría que se le recordara como trovador, ahí entraríamos en una nueva polémica que no cambia sustancialmente nada, como decía Stan Lee en boca del gigante verde; un nombre solo sirve para saber a quién nos estamos refiriendo .

Silvio es un cantante espléndido, inspirado como los elegidos, especialmente, en los primeros años de su carrera y esta canción nos ilustra lo que digo como pocas, una analogía que fluye entre la mujer del cuadro y un amor verdadero que algunos versos nos representan con fidelidad por mucho que su autor nos diga que es un asunto entre él y una obra de arte.

No voy a decir que sea la más hermosa canción de amor que se haya escrito en castellano, pero apenas mentiría si lo dijera.


Comprendo que las personas que se preocupan en saber lo que son realmente y rebaten cómo se les llama, obedecen a lo atractiva que pueda parecerles un palabra. Cuando se enamoran de una de ellas han podido dar vueltas por su etimología.

La Transición fue una época hermosa para la cultura y que fue ensombrecida por el GAL hasta la muerte ( tan sanguinarios e implacables como los etarras fueron, y eso siempre se arrastra. , pero también tuvo sus rémoras, la proliferación de cantantes protesta que no sabían muy bien de qué se quejaban es una de ellas. Silvio se entregó a nosotros en 1980 y nos mostró el abismo que había entre él y muchos de esos jóvenes que estructuraban sus canciones entre argumentos políticos caducos y trillados. Por supuesto hubo algunos a los que aún seguimos escuchando y cuyos mensajes tienen vigencia. También hay otros, Chicho Sánchez Ferlosio, es un ejemplo, que están llenos de interés y han sido olvidados.

6


Tengo - Nicolás Guillén interpretado por Pablo Milanés.

Tengo, vamos a ver,
que siendo un negro
nadie me puede detener
a la puerta de un dancing o de un bar.



Sigo viendo el Paraíso cuando pienso en Cádiz, allí me encontré con una cassette de esas que circulaban por los baratillos como artículos de saldo y en las que trataban sin piedad la voluntad inquebrantable de un autor, en este caso compilaron una selección de las canciones que el gran Pablo había compuesto con poemas de José Martí en la cara A y en la B con los de Nicolás Guilén, poeta que en aquel tiempo era de sobras conocido por esa juventud errática e ilusionada a la que yo pertenecía por la brecha que abrió "Soldadito boliviano".

Mi novia de siempre, aún lo sigue siendo, me regaló, para que me pusiera al día, un libro que tenía la escasa fortuna de repartir antologías de León Felipe, Pablo Neruda y Nicolás Guillén, y me sentí profundamente decepcionado con este último; no era la poesía que yo buscaba, no me sonaba.

He aquí que llegó este Pablo sensible hasta en el trato y entrañable y les puso música a las quejas, en su caso las comprendo plenamente, de este mulato que empezaba a ver su patria como suya, que no tenía que postrarse ante los burdos visitantes del gigante del norte. Me di cuenta de que Nicolás Guillén estaba esperando a un paisano para que le metiera, acompañados de son, música a su verso. La canción que más me gustaba llevaba precisamente este nombre, después estaba Burgueses, me recordaba a tantas personas de Ceuta que cuando no tenían negros nos pintaban de ese color a los pobres, y después Tengo...

La parte de José Martí, era perfectamente postergable, pasto del aburrimiento más asumido a pesar de que, a través de la ventana, sentía la catedral, excepto por la excelente "Es rubia, el cabello suelto", y se olvidaron de la luminosa "Abril". No quiero saber el nombre de quien hizo la compilación, pero, bueno, a mí me vino estupendamente.

7

Esta noche al mediodía - Adrian Henri.


Si exceptuamos el "Aullido" y el "Kaddish" de Allen Ginsberg puede que no haya poema de nuestro tiempo más popular en el mundo anglosajón que "Esta noche al mediodía" de Adrian Henri. Pintor y poeta, nació en Liverpool, era de una generación anterior a los Beatles, pero no fue hasta 1967 que consiguió el triunfo, es posible que influyera en la etapa creativa más compleja y fecunda de sus conciudadanos. La publicación, junto a otros dos colegas, de "El sonido del Mersey", supuso un fenómeno muy raro tratándose de poesía; llegó a la calle y consiguió unas ventas considerables.

Para él la poesía tenía que tener un sentido claro, su significado tenía que llegar con inmediatez, reconozco que más de uno, al leer el poema, puede poner en duda los puntos que defendía.

Esta noche al mediodía
los supermercados anunciarán tres libras de rebaja sobre todos sus productos,
los niños de las familias felices serán enviados a vivir en un hogar,
los elefantes se contarán chistes de humanos,
América declarará la paz a Rusia,
los generales de la Primera Guerra Mundial venderán amapolas en la calle el 11 de Noviembre,
el primer narciso del otoño florecerá
mientras las hojas de los árboles caigan hacia arriba.

Esta noche al mediodía
las palomas cazarán gatos en los patios de la ciudad,
Hitler nos dirá que luchemos en las playas y en los aeropuertos,
un túnel lleno de agua se construirá debajo de Liverpool,
los cerdos serán vistos volando en formación sobre Woolton
y Nelson no solo recuperará su ojo sino también su brazo,
los americanos blancos se manifestarán por los derechos civiles
delante de la Casa Negra
mientras el monstruo acabe de crear al doctor Frankenstein.

Las muchachas en bikini tomarán baños de luna,
la verdadera gente de la calle cantará las canciones folk,
las galerías de arte se prohibirán a personas de más de 21 años
y los poetas verán sus poemas en el top 20,
habrá trabajo para todos pero nadie lo querrá,
en todas partes de los callejones los adolescentes se besarán a plena luz del día,
en olvidados cementerios de cualquier lugar los muertos enterrarán tranquilamente a los vivos,
y
tú me dirás que me amas
esta noche al mediodía.

(Versión: Francisco Enrique León)

8

Ella no está - The zombies


El triunfo pletórico de los Beatles en los Estados Unidos propició la aparición de grupos en las islas, los más importantes ya se habían creado antes y aprovecharon el impulso y el carisma de los de Liverpool modificando, en muchos casos, la música que hacían para sintonizar con la fiebre de pop fresco y atractivo en la simplicidad de bellos estribillos y en su sonido que invitaban a la vida. Bueno, Lennon y McCartney estaban ahí con sus hundimientos sentimentales, en los que, con frecuencia, simplemente eran unos chicos abandonados y los Stones se encaminaban hacia su mejor etapa, impactantes son las secuelas y los ayeres de papel, teniendo como base la fusión de los nuevos aires juveniles con el rock y el rhythm and blues.

Los Animals, Los Who y Los Kinks ayudaron a los aventajados de Liverpool a crear una cumbre de celos llena de confianza y aroma juvenil, pero, al contrario de lo que se solía hacer hasta entonces, versionar canciones llegadas desde la otra orilla del Atlántico, empezaron a preocuparse de sus canciones, basando su repertorio en temas propios. The Zombies, entre los grandes, es hoy día el grupo más olvidado y se da el caso que tenían unos compositores con una base musical consolidada en los conservatorios y canciones magistrales de una dulce melancolía que algún día volverán y no será bajo la oscuridad. Esta canción, en concreto, me resulta fascinante, el comentario sobre ella lo realizaré más tarde, quizás nunca. Lo más importante es escucharla y que, cuando lo haga un buen degustador musical por primera vez, acabe con un agridulce sentimiento de culpa.

9

Si la ves dile hola - Bob Dylan interpretado por Jeff Buckley.



Puede que Dylan nunca fuera tan desgarradoramente humano como en "Sangre en el camino", su obra maestra menos conocida pero cuyo carácter confesional y el hecho de consagrarlo, casi por entero, a la ruptura sentimental con su mujer de entonces, un tema eterno, le auguraban una vigencia permanente que se ha ido consolidando con los años. No es la obra más brillante de Dylan pero sí la que tiene menos fisuras, cualquiera de sus temas es importante, además cuenta con canciones míticas que el poeta nunca ha dejado de interpretar en público.

"Si la ves dile hola" es una de sus canciones, y parecía destinada a que solo pudiera cantarla su autor. Jeff Buckley no lo entendió así y, con su valentía forjada en las sombras de las que nunca quiso salir, acometió una empresa que difícilmente podía aportarle algo gratificante pero, cómo solía ser la norma, salió airoso del reto y dejó su sello con una original y sentida interpretación.

Hace poco que sigo al cantante y, hasta ahora, he gozado especialmente con sus versiones de artistas conocidos, muchas veces no precisamente de sus temas más demandados. Aquí muestra lo oscuro del Dylan más sombrío y se explaya con sus calidades vocales para exprimir hasta unos límites prodigiosos las virtudes apesadumbradas de una gran canción que se revuelca con insistencia en la derrota. Extraña que Dylan no se mostrara molesto con el atrevimiento de un joven que no acababa de abrirse paso y que representaba como nadie el desconcierto vital de aquella generación perdida en la confusión de principios de los noventa cuando el capitalismo volvía a mostrar sus garras más descarnadas. Lejos de ello lo bendijo y halló en su pesimismo realista la marca de un artista implicado con un tiempo sin alma que, con el paso de los años, podría dejar las mismas secuelas y las mismas contradicciones que éste en que vivimos.
10

Creep - Radiohead


volver a hablarte como si nunca te hubiera herido,
como si nunca hubiera querido perderte
con la desesperación de un loco encadenado.
(Paseo nocturno)

Desconozco la razón pero apenas conozco la música de Radiohead ya que me gusta mucho este grupo, mas solo escuché durante un tiempo con cierta asiduidad un álbum que dista mucho de representar la calidad un tanto lúgubre y deprimente de este conjunto británico, Pablo Honey, y el motivo principal es que en él está mi canción fetiche durante una mala racha en la que intenté recuperar lo que entonces me parecía perdido.

Ya sé que tú no olvidas que, quizás, algún defecto grave tenías que tener, no perdonas y siempre me recuerdas que no soy el amigo del viento de Poniente como el poeta granadino ni del Oriente que llega desde el Gólgota donde murió el Profeta, que siempre arrastraré la pesada madeja de mis errores, la sangre que brotaba en tu oído traspasado por el grito de una imperfección constante asumida como el ideal, mientras mi hombre era creado por un monstruo que me miraba como si fuera Dios.

La canción a la que me refiero era, lógicamente, Creep, hay mucha gente que no conoce a Radiohead pero conoce esta canción. Cada noche que, a la música de guitarra, llegábamos al amanecer, sonaba tres o cuatro veces mientras enfrente nos contemplaban las agujas de los eucaliptos que echaron sus raíces en la curva donde fenece el barrio de San Amaro y se levanta un monolito que conmemora la traición sangrienta de unos militares a su pueblo al que iban los novios para dar suelta rienda a sus deseos en sus escaleras sombrías en un tiempo en que el amor estaba prohibido por decreto.

No quisiera recordarte ese tiempo que me asomó al abismo de perderte para siempre, Laura, porque renegar abiertamente de él sería no reconocer que, a pesar de mis errores y de mi falta de entrañas con respecto a ti mientras me reía con el resto del mundo, ese tiempo estuvo lleno de canciones estupendas que se mostraban ante mí por primera vez. Empañé su recuerdo e intento escucharlas casi siempre ya que me traen al corazón la atmósfera y la gravedad de haber intentado perder con ansias irrefrenables lo que más quería a pesar del odio, lo que me convirtió en un loco para siempre en nuestra ciudad con mi inestimable ayuda.

Me gustaría decirte que soy un tipo raro, que no llegué a distinguir entre lo bueno y lo malo cuando tú transitabas mis pasillos, cuando tú estabas no podía respirar, mi pensamiento fue absorbido por un deseo iconoclasta que hacía que quisiera huir de ti, como si fuera fácil encontrar a personas que valieran una duodécima parte de lo que me quieres tú; lloro por lo que se fue y por lo que ha quedado cubierto por las cenizas de mis pecados. Como dijo Darío en sus divagaciones; mi alma está triste hasta la muerte.

La ausencia de perdón ha sido fundamental en mis caídas y que tantas veces no le haya vuelto la espalda a ese héroe patético que habitaba en mi almohada; no me perdonas tú porque no quieres ni yo porque no puedo, ya que no me enseñaron cómo debía hacerlo.

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Tan extrañamente bien - Yanco Zorka


Entrevista de Juan José Fernández Palomo (Fragmentos).


P. Sé que tienes más cosas en el cajón ¿Eres un músico que le dio por escribir o al revés?

R. Hombre, la escritura precede a todo lo que he hecho. Yo quería escribir artículos periodísticos, columnas de opinión, algo así; y cuando alguien me pidió que lo hiciera, me dijeron que mis columnas eran como “coces al aire” (ríe). Aquello me dolió muchísimo, pero creo que era real ¿Y cuál es la manera de dar coces sin que nadie me censure?, pues monto un grupo, escribo mis propias canciones y digo por el micro lo que me da la gana.

P. ¿Así se empieza?

R. En mi caso, sí. Y por eso tengo grupos. Tengo la necesidad de decir lo que me da la gana por un amplificador y que se oiga. En principio quise hacerlo con la literatura pero me desanimé muy rápido. En la música vi como una salvación, un campo donde me sentía más libre.

P. Es una buena salida…

R. Es que te estoy hablando de una época en la que los Sex Pistol estaban arrasando por el mundo. Yo asumí esas tesis inmediatamente porque había mucho de verdad en esa actitud, en eso de que cualquiera puede conseguirlo. Pues claro que sí. Hay miles de ejemplos de que eso es así; si se trabaja, claro.

P. Habría similitudes entre el clima social del País Vasco y el británico que anunciaba el periodo de Margaret Thatcher, supongo.

R. Claro. De hecho la estética punk arrasó. Ya conocemos toda la escuela del punk y el rock radical en el País Vasco Hay buenos grupos de esa cultura que han generado buenas canciones .Y no creo que cambie; aunque aquello esté ahora más tranquilo, la actitud de los músicos sigue siendo igual. Así como en el resto de España la actitud era más pop o más rockera, no tan punk como era allí. A los niños no se les pueden contar batallitas nuestras, nosotros somos ya antiguallas del siglo XX.
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Vida de santa - Alda Merini

La italiana Alda Merini, poeta fundamental del siglo XX, relató hace tres décadas su paso por el manicomio en una mezcla de memoria y ensayo traducido ahora al español.

Martín López-Vega
25 nov 2019 - 11:25 CET

Cuando tenía ocho años, Alda Merini (Milán, 1931-2009) perseguía a su padre para que le explicase el significado de la Comedia de Dante. Décadas después haría lo mismo con Pasolini para que le revelase el resorte de sus versos. Lo cuenta en Delito de vida, una biografía en teselas conversada con Luisella Veroli (Vaso Roto; traducción de Jeannette L. Clariond). Uno de los capítulos más famosos de la vida de Merini, una de las poetas fundamentales del siglo XX italiano, es su paso por el frenopático, relatado en La otra verdad (1986). En el prólogo que Giorgio Manganelli (tal vez el gran amor de su vida) escribió para la primera edición afirma que “no es un documento ni un testimonio de los 10 años pasados por la escritora en el manicomio. Es un reconocimiento, mediante epifanías, delirios, estrofas, canciones, desvelos y apariciones, de un espacio —que no un lugar— en el que en el vacío que dejan las costumbres y sagacidades cotidianas irrumpe el natural infierno y el natural numinoso del ser humano”.

Estoy segura de que ya nada ahogará mi rima,
durante años he llevado el silencio en la garganta
como una deuda de sacrificio,
pero ha llegado el momento de cantarle
al pasado una elegía.
(Alda Merini - Versión: F. E. León)

Merini llegó al manicomio, dice, sin estar loca; el tedio de su primer matrimonio hacía que su mente se entumeciera y, tras una crisis que la llevó a la fuga, su marido llamó a una ambulancia que la condujo directamente al psiquiátrico. “Creo que enloquecí en el mismo momento en que me di cuenta de haber entrado en un laberinto del cual tendría muchas dificultades para poder salir”, afirma. Lo que sigue es un libro con muchas capas, que relata una vida de internamiento con escenas a medio camino entre el Dante de Doré y el Goya de Casa de locos. Pero también un ensayo sobre la débil frontera entre lo que llamamos cordura y lo que aceptamos como locura y, en definitiva, sobre lo que asumimos como “normal” y lo que desechamos por escapar a esa normalidad. Atada, acribillada a inyecciones, gritando, masturbándose a escondidas, Merini dice que no pedía más que entrar al mundo al cual pertenecía. Un ensayo este libro también en el que abundan las referencias freudianas y a la vez un diario en el que se resiste a renunciar a la búsqueda de un amor reducido a un cierto infantilismo tierno, a un cuidado hondo y amical.

La bipolaridad que sufrió en vida se refleja en la obra de Merini en una poesía en la que lo sagrado y lo erótico son hilos de una misma cuerda. Su poesía busca una ascesis en la vida similar a la de los místicos. “Me había construido una idea muy dulce, aquella de sentirme una flor que crecía en una franja de terreno desierto”. A la de los místicos, eso sí, que llegan a sus visiones tras una larga travesía. Una especie de María Egipciaca (a la que dedicó un poema en Temor de Dios, de 1955) hodierna que llegase a lo sacro a través de todos los posibles pecados de la mente y el cuerpo. O una Edith Stein cuyo Auschwitz fue el manicomio. En más de una ocasión traza paralelismos claros entre el frenopático y el campo de concentración: en las escenas de las duchas colectivas, o cuando Pierre, uno de sus novios, es “subido a una especie de carromato junto a otras bestias humanas” para ser llevado a un hospital para enfermos crónicos. “El alma se enrarecía cada día. Pues me volvía más espiritual, y desde aquella inmensa ventana, desde aquel gran tragaluz que iluminaba la sala, solía ver el descenso de los ángeles. Cuando se lo conté al médico, me dio una fuerte dosis de Haloperidol para las alucinaciones”, escribe en un paso de La otra verdad. Y en otro, igualmente cristalino: “Me ataron las manos y los pies y en aquel preciso momento viví la pasión de Cristo”. Las referencias a la religión católica son continuas en su obra. Baste citar algunos títulos: La carne de los ángeles, Cuerpo de amor. Un encuentro con Jesús, Francisco. Canto de una criatura… ¿Es Merini una poeta religiosa? En un poema de Tú eres Pedro (1961) escribía: “Cristiana soy mas no recuerdo / dónde y cuándo entró en mi corazón / todo este paganismo que vivo”. Siempre que mira a Cristo lo hace consciente del pene que esconde bajo sus escasas vestiduras, y más atenta al mensaje de sus heridas que al de sus palabras. Quizá sea la última mística. No reza con palabras vacías, sino desde el dolor de un abandono al que no encuentra justificación.

Carta de amor
Escribe una carta de amor solamente
que tenga la semilla de un gran suspiro
y después olvídala en la memoria
para que yo la pueda escuchar.

De noche, cuando duermes,
aunque tú no lo sabes, vengo a buscarte:
mi límite frío de sueño
se compagina con el tuyo,
vivimos sobre dos desiertos
que al atardecer se transforman en colinas
y desnudo mis senos en la noche
ansiosa de que tú los mires.
(Alda Merini - Traducción - La Red)
La singularidad extrema de la obra de Alda Merini reside en esa capacidad de sacralizar la vida, dotando a la palabra de una intensidad que convierte cada poema en una oración y cada acto en un intento de salvación. “Todavía hoy conservo intacto mi terrible secreto”, afirma en un momento de este libro, refiriéndose al trauma que cuantos la trataron buscaron sin éxito. Al final, viene a decirnos su obra, no hay más trauma que nacer, condenados a una vida en la que el dolor nos justifica y el placer nos salva sólo un instante, pues ya sabemos lo que hay al final del camino. ¿Y cuál es el sentido de la locura? La locura no existe, concluye: tan sólo el miedo a perder la cordura. No puede existir la locura si la realidad es aquello que percibimos por los sentidos, y por tanto nosotros somos la única realidad posible. El infierno somos nosotros. Y el resto de la Biblia, también.

Las alas de los ángeles son calientes,
su pensamiento está dentro de la noche,
pero me hablas sobre un espacio que no conozco.
Me encantan las estrellas y la noche,
pero tú eres el canto de mi mañana.
(Variación: F. E. León)

*** *** *** *** ***
Mario Meléndez nos presenta, en versión de Emilio Coco, algunos poemas de la poeta italiana, Alda Merini (Milán, 1931), ya clásica en tu tradición. Dice Coco: “Una experiencia anómala en la historia de la poesía italiana contemporánea es la de Alda Merini quien no se identifica con ninguna de las tendencias imperantes en la segunda mitad del Novecento, heredera de una línea antimoderna escasamente acreditada en Italia, cuyos rasgos distintivos habría que buscarlos en la fusión contrastante de impulsos religiosos y eróticos, cristianos y paganos”.
Abro el cigarrillo
como si fuera una hoja de tabaco
y aspiro ávidamente
la ausencia de tu vida.
Es tan hermoso sentirse fuera,
deseoso de verme
y nunca escuchado.
Soy cruel, lo sé,
pero la jerga de los poetas es ésta:
un largo silencio encendido
después de un larguísimo beso.
*** *** *** *** ***

Padre, si escribir es una culpa
¿por qué Dios me ha dado la palabra
para hablar con trémulos lenguajes
de amor a quien me escucha?

Ya vieja de años y senescente
¿dónde hallar una brizna de hierba buena?
¿Qué sabes de mis conventos, de la gracia
madura de las santas, de las grandes
almas locas? ¿Qué puedo yo encontrar
entre los vivas del hombre de cultura?
en otra parte está el canto, en otra parte la palabra
y Dios no la pronuncia.


*** *** *** *** ***

al viejo manicomio
te acercabas de niño
y me traías siempre
una glicina de laurel
jugabas con los locos
fingiéndolos ladrones
oh bien nacido hermano
que no distingues nunca
el pecado del ocio
entre amor y espada.
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Desesperación - Rainer Werner Fassbinder
Tal vez todo sea una falsa
existencia, un mal sueño.
(Vladimir Nabokov)


Tu mirada de evadido sin fuga
(delatada por ese ángulo impreciso)
rompería la noche
rasgaría tu rostro
rondador de ruletas heridas
y barras dilatadas por un sorbo de luz
y un encuentro de espejos
con olores oscuros y ventanas desesperadas.

(Todas las máscaras se parecen Todas las historias encuentran su héroe y su doble La condena al terrenal extravío germina en los gestos insomnes La ilusión se repite ¡Muy bien. Corten…!)

Tensada a la soledad
una retorcida lágrima
buscaría las venas de tu goce
carnal fragmentación de una canción en grito
o estallido final que lo comienza todo
para sospechar solo el silencio.
(Fassbinder)

Es muy probable que Fassbinder no fuera el primero en decir aquella frase de que ya dormiré cuando esté muerto, pero parece que esta estaba destinada a definir su paso por el mundo. Para ello se ayudó de las drogas que espantan el sueño, ese dopaje del mundo artístico que no es controlado por ningún organismo. Aunque su obra maestra, Berlín Alexanderplatz, muestra los días más deplorables y humillantes de la República de Weimar y la receptividad que aquel desbarajuste provocó en la población para desear la llegada de un líder espiritual, de un gobierno firme que plantara cara a los sangrantes Tratados de Versalles, y que hiciera una incursión fascinante e infravalorada del nazismo durante la guerra, centró la mayor parte de su obra en criticar de una forma corrosiva el Milagro alemán al que acusaba de una doliente hipocresía provista de una autosatisfacción ampulosa que miraba de soslayo las monstruosidades que su país perpetró en el pasado entonces aún reciente y de la corrupción de la clase política. Su mirada pesimista sobre la emigración, subrayando la musulmana, fue profética. ´Pero él no aportaba de una forma explícita soluciones, se limitaba a narrar, el hombre, para él, era un prisionero eterno de su propio comportamiento, el sentimiento solo puede salvar a los privilegiados que saben transcribirlo a sus actos. La angustia y la desesperación son a Fassbinder lo que el halo poético y la añoranza de un orden antiguo poco amigo de la ley del Ford crepuscular.

*** *** *** *** ***
Olvídate de los grandes deseos
No tiene sentido sufrir por lo perdido.
Olvida las estrellas y su cielo,
ahí está el lugar al que pertenecen ".

Cuando Krohn escucha esto, grita:
“¡Apágalas! Apágalas inmediatamente.
No vuelve nunca lo que nunca tuvimos
aunque nos llegue su latido cada noche.

(Fassbinder - La ansiedad de Veronika Voss - Variación - F. E. León)

En estos tiempos, que no acaban de definirse y del que hablaremos en el futuro, parece que sea verdad que por amor nos castigamos. Muchos hombres y mujeres acaban encontrándose en campos de concentración sentimentales donde abundan las torturas emocionales, se sufre amargamente y aun así hay quienes deciden permanecer en el infierno porque acaban actuando como si tuvieran la convicción de que la pérdida del ser querido, y a veces también odiado, y la soledad son peores.

*** *** *** *** ***

La vida, como el cine, es una cuestión de conjugar las luces con las sombras. Hablo del cine expresionista de mi país, de los años veinte principalmente, de los distintos colores del blanco, el radical colorido del negro en las sombras. (Fassbinder).

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Imagine - John Lennon, interpretada por Chris Cornell.



Me gusta mucho John Lennon, lo tengo ahí con Jacques Brel, con Joaquín Sabina, con Leonard Cohen, con Bob Dylan, pero nunca me convenció la canción Imagine, no sabría decir por qué, la escuchaba en la prolongación, en España diferida y desprovista de los aires libertarios de San Francisco, de la república igualitaria que repartía flores, amor y fraternidad universal. No era ni siquiera la canción que prefiriera del soberbio álbum al que daba título, recuerdo la antibelicista "No quiero ser un soldado", también "Chico celoso" en la que hacía un duro examen de conciencia y me maravillaba con las canciones que celebraban el amor, sencillas, puras y con una melodía prístina y encantadora; ¡Oh, Yoko! y ¡Oh, mi amor" escritas sobre el estanque nítido de un poema del Darío modernista. Tuvo tiempo de acordarse de Paul, no para ensalzarle por supuesto, y para relatarnos las tinieblas de las drogas cuando se apoderan de la voluntad de aquel que juega con ellas y acaba convertido en un guiñol.

Apenas puedo hablar todavía de Chris Cornell, supe quien fue a raíz de la muerte de su amigo Chester Bennington que había elegido la misma forma de partir, acorralado por una sensibilidad muy parecida que le hacía llorar ante la tiranía implacable de Saturno. Me gusta mucho Chris, sobre todo sus acústicos, los escucho con el convencimiento de que se dejaba mucho más que la voz en cada canción; era un poeta.
*** *** *** *** ***
Te comprendo, Tara, hay canciones que se nos quedan dentro y cuyo significado sobrepasa la razón, sé que "Imagine" es un himno a la paz para mucha gente, que dice cosas que llegan a turbar y hacen que se nos escape una lágrima, que lo mío se debe a una exigencia de rebeldía adolescente: "Dirás que soy un soñador" sigue estando vigente", pienso que ningún beatle voló tan alto en solitario, sé que soy yo quien debe estar equivocado porque me gusta "Watching the Wheels" que es una mezcla de realidad y sueño y nos da pistas sobre su vida y su actitud independiente ante una sociedad adocenada, su posicionamiento individual ante el mundo. Por supuesto que no solo veo razonable que te guste ·Imagine" y que sigas enganchada a ella emocionalmente a ella" sino que me encanta que sea así, muchas veces es preciso tener un sueño para que el mundo nos parezca un poco mejor, para que cantemos por encima de los imperios.

Apenas conozco a Chris Cornell, pero me ha entrado muy bien, tiene un voz cálida y tendente a la profundidad.
15

Vicente Martín, poeta y amigo


Una luz serena en el fin del día. Una tristeza larga y un camino nunca antes hollado en el borde manchego de Madrid. Hace seis años despedíamos a uno de los poetas más nuestros. A Vicente Martín. Al hombre que conocimos en Piedrabuena con motivo del premio Nicolás del Hierro en el otoño de 2005. Apenas siete años tuvimos para fundar y levantar nuestra amistad personal y lírica. Emoción que guardo limpia, como un tesoro que se niega a huir. Tan reservado en el trato conversacional como derramado en su pasión: el oficio de reunir palabras, de levantar poemas. Era Vicente dueño de un lenguaje que sobrehilaba paradojas, que vestía la cotidianeidad con el color de las contradicciones, que confundía la Naturaleza con los sueños. Que reconocía en los pájaros y las encinas el amor y el amparo de una madre. Lector empedernido de Luis Rosales, fuerte y débil a un tiempo, la poesía le tomó de la mano para llevarle a los bosques en donde el tiempo esconde su verdad, a las llanuras en donde la hierba se torna azul y habla, a los glaciares en donde el agua recuerda y el poeta se vuelve transparente. Vestido así, escribía.

Recibió premios, editó libros y perfumó de sorpresa la poesía española. Hoy hace seis años que lo reclamó la tierra y se lo devolvimos. Hoy pienso que fue una alegría su amistad y su obra. Hoy agradezco a la vida, tan parca en ocasiones, la recompensa de habernos conocido.

Recuerdo a los lectores de Mientras la luz la existencia de un libro hermoso, Lo que de mi puedo contaros, editado por Huerga y Fierro, que recoge una selección extensa de su obra y sus últimos libros inéditos. Háganlo suyo.

Francisco Caro
______________________

Aprovecho
que no suena el teléfono ni tienen
pulmonía las nubes y te escribo,
te escribo porque quiero evitar que las vigas de esta casa
sucumban de carcoma,
para hacer accesibles los silencios que no saben de música
y no existan rincones ni noviembres
que supuren al borde de la almohada.

¿Te he dicho que he llegado
a odiar hasta la tinta, que me muerdo las uñas y dibujo
tu nombre en carnes vivas?

Llevo siglos tratando de entender por qué han perdido
la sonrisa los árboles, por qué
sólo un año después de que te fuiste
ya no hay nadie en el mundo,
veo absurdos cadáveres con los muslos de arena
y huertos de alquiler sobre su sexo,
veo
campos de arroz que están sedientos, y desiertos
de una paz inservible.

Nuestros besos, el tacto,
las caricias pensadas, las noches y el deseo
hoy viajan sentados en distintos vagones de unos trenes
qué ignoran su destino, sin embargo
cuando todo el paisaje se reduce a palabras y los ojos
son un acto de fe
sé que estás y te pienso, sé que tienes
cansadas de volar las cicatrices.

La chica de la foto I

Siempre quise saber a quién miraba
la chica de la foto,
de quién lleva en las cejas un umbral de flores amarillas
y por dónde respira el fanal de su inocencia,
su candidez exacta,
siempre quise saber si en los contornos oscuros
de un millar de palomas hay un dios que nos deja elegir
entre el llanto de un mirlo y un cesto de cerezas.
En realidad,
las chicas de las fotos son alondras retóricas
de un tiempo de lujuria, de miradas vacías,
tal vez opalescencias que se alejan del mar como una muerte segura.
Nadie tiene el poder de transitar como actor primitivo en una fábula
y olvidarse que es hombre
y que es materia
o a qué huelen su carne asilvestrada y sus orines,
nadie sabe, y tampoco esta muchacha,
que a la luz o a sus ojos ni siquiera
les está permitido atravesarme
ni advertir
qué fechas y qué nombres llevo dentro.

Imposible no amarte, muchacha de la foto,
imposible no amarte aunque te escondas
en los valles alófonos de la música incierta.

La chica de la foto II

A ti no te han contado
que llevar calcetines azules cuando llueve
es fijar alfileres en los charcos
o que hablarle a las nubes
es abrir un balcón donde se escucha el silencio de los pájaros,
no,
a ti no te han contado que las lágrimas tienen
hoteles en tus ojos ni que el mar se desborda cuando alguien
te imagina desnuda como el sol de un poema que no tiene
billete de regreso.
Muchacha de la foto,
si alcanzara a nacer sólo un minuto después de que se hundieran
de ternura los barcos y un último arrecife dibujara
sin orillas los muslos, con qué labios
pronunciara tu nombre sin que ardiera
de repente mi edad,
sin que rompiera
la ilación que presumen cuando escribo mis manos.
Es el miedo a saber lo que me impide mirarte,
dilatada en el frío, casi espuria,
a mitad de camino entre demonio y arcángel.
***
Unos versos caídos en el cielo de la noche
me recuerdan la soledad del mundo cuando no estás,
la tristeza de una sonrisa que no puede desplegarse
cuando no encuentra el camino de tus labios./align]
Ana Muela Sopeña
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Re: Poemas importantes de nuestro tiempo III (A Ana Muela Sopeña)

Mensaje sin leer por Ana Muela Sopeña »

Gracias por la dedicatoria, F. Enrique:

No suelo visitar este foro. He descubierto hoy tu publicación.

Excelente selección de poetas.

Un trabajo muy exhaustivo el que has hecho.

Un abrazo grande
Ana
La Luz y la Tierra, explosión que abre el corazón del espacio.
http://www.laberintodelluvia.com
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F. Enrique
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Re: Poemas importantes de nuestro tiempo III (A Ana Muela Sopeña)

Mensaje sin leer por F. Enrique »

Gracias, Ana, me satisface que alguien como tú pasee su clase por estas avenidas que, quizás, no supe afrontar con la tranquilidad que me pedían.

Un abrazo.
***
Unos versos caídos en el cielo de la noche
me recuerdan la soledad del mundo cuando no estás,
la tristeza de una sonrisa que no puede desplegarse
cuando no encuentra el camino de tus labios./align]
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