De antemano se nos muere
hasta la hierba que fumamos
y en el claro latir de hombres
quedan constantemente las cadenas.
Se nos viene muriendo,
se nos muere.
Y el lenguaje del mar
nos solivianta y duele.
¡Dios, cómo duele!
Que el mar es libertad.
Caer de cielo abajo,
en tierra luego solo
hay
esto:
Un patio, ruidos de pájaros, una mujer, aliento, dolor, el hombre pidiendo ayuda al final del pasillo,
y algunas cosas:
los recuerdos, el viento, un árbol, algunos corazones que sollozan, las lágrimas, el amor de amigo.
Algún cielo de más.
Prisionera de otras voces
como yo de mi historia.
Mira tu mano abierta como rosas,
por tu aliento
huelo la hondura del mar.
Y algún día será fiesta en nuestra calle.