
El otoño conversa conmigo,
las hojas que por el aire se elevan, me hablan de ti,
se parecen tanto a tu transitar por la vida
por la forma errabunda en que te llevaba el viento,
prodigando caricias aquí y allá… mientras yo callaba
Sus ocres me hablan del matiz de tu pelo amarronado,
cabellera con la que jugueteaba el aire.
El fresco viento me recuerda tu gracia y tu donaire
y tu arrogancia que amaba y me malhería.
¡Qué similitud con el otoño tenían tus ojos, al paso
de mi pasión, crepitantes, de luz mortecina!
Te parecías tanto a la estación. Tú que fuiste alegría en los veranos,
mudabas de hojas, la tristeza te sitiaba y alteraba tu atavío.
Sin embargo, tu mirada perdida, fue tan bella como lo son sus atardeceres
El otoño evoca mi amor por ti, en esos días, tus suspiros,
y tus tiempos, acortados de luz; de fiesta pagana, de muñeca de paja,
desnuda, con luna de trampero, en lo alto, bella, ciega.
El otoño me lastima tanto hoy. Sin ti miro al cielo:
Leónidas, lluvia de meteoros, que son como recuerdos.
Con los ojos llenos de lágrimas, decías: aquella estrella soy yo,
esa, la pequeñita, la que casi no brilla. Y yo te abrazaba.
Estoy aquí, desconsolado por tu suicidio
y en noches como estas, de otoño,
de luna luminosa, tan bella como tú, blasfemo.