La Editorial Alaire, auspiciada por la Academia de Poesía Alaire, pone gratuitamente a disposición de sus foristas registrados, varios foros de poesía, prosa literaria, debates…, para que puedan publicar sus obras e interactuar entre ellos, así como, la tienda de libros donde se muestran las publicaciones, tanto en papel como en formato digital, estos mediante descarga gratuita. La razón de ser de nuestros foros se centra en promocionar la poesía, mediante las obras de los autores que participan en la plataforma de la Academia de Poesía Alaire. La promoción de la poesía, a nivel del mundo de habla hispana, conlleva una enorme responsabilidad, por ello, pedimos la máxima implicación de todos los miembros de Alaire. Vale recordar al gran maestro Dumas: uno para todos y todos para uno. Muchas gracias por todo, queridos compañeros.
Es la hora del cielo enrevesado,
de los árboles sin ramas;
como farola decapitada por la sombra de un murciélago,
la lámpara del dormitorio se reúne con el polvo.
No importa cómo lo llamen,
suciedad, inmundicia, manchas diminutas, pelusas o simplemente,
anacronismo.
No importa porque, de todas las quimeras,
salen grilletes y jaulas,
no importa porque, de un poema nunca salen las palabras.
Es la hora.
Y las nubes se abrazan a la luz.
Se tiñen de todo menos de luz.
Llueve de todo menos luz.
Y la lluvia se asusta de la lluvia,
como si de un código se tratase,
guarda las distancias con el tiempo.
Nadie sabe lo que duró la inundación, el diluvio.
Nadie conoce a un hombre por su sombra.
Es la hora del cielo enrevesado.
No hay rumbo hacia el destino.
Solo una fotografía reclinada,
cerca de mi ventana,
en mi casa sin relojes,
sin prisa, sin apuros, sin calma ni paz.
Silencio de agujas, obediente.
Cotejo el paisaje, y siempre es el mismo.
Y todo es claro, y fijo,
con más puntualidad que el péndulo, que el segundero,
y el cuerpo que acompaña y alarga su estirpe.
Es la hora del cielo enrevesado,
esto no es un invento,
es otro tiempo, pero invisible,
donde el planeta se hunde en la penumbra,
y deja de girar, y todo grita,
en el verso, en este, por ejemplo,
que el tiempo nunca tuvo tiempos,
ni ejemplos, ni versos.
Nunca tuvo nada, aunque se lleva todo.
Es la hora, qué ridículo reloj diría lo contrario.
Es la hora del cielo enrevesado,
sí, ése que nos obsequia con el tiempo,
pedacito a pedacito,
plazo a plazo,
y cuanto más nos regala,
más sube el precio de la vida.
… Quiere…
… Ya lo hago…
… Hazlo…
… Hazlo como si nunca lo pensases…
Gracias Pilar.
En efecto, es un poema triste. Me alegra que te haya parecido intenso, y que, según parece te haya gustado leerlo.
Abrazos y felicidad, amiga mía.
… Quiere…
… Ya lo hago…
… Hazlo…
… Hazlo como si nunca lo pensases…
Es la hora del cielo enrevesado.
No hay rumbo hacia el destino.
Solo una fotografía reclinada,
cerca de mi ventana,
en mi casa sin relojes,
sin prisa, sin apuros, sin calma ni paz.
Me quedo con esa estrofa, me llevaría todas puestas. Pero no quiero abusar, que somos muchos los que disfrutamos de tus poemas.
Otra genialidad, de relojes dalinianos, de las tuyas.
Te felicito.
Un beso.
Es la hora del cielo enrevesado,
de los árboles sin ramas;
como farola decapitada por la sombra de un murciélago,
la lámpara del dormitorio se reúne con el polvo.
No importa cómo lo llamen,
suciedad, inmundicia, manchas diminutas, pelusas o simplemente,
anacronismo.
No importa porque, de todas las quimeras,
salen grilletes y jaulas,
no importa porque, de un poema nunca salen las palabras.
Es la hora.
Y las nubes se abrazan a la luz.
Se tiñen de todo menos de luz.
Llueve de todo menos luz.
Y la lluvia se asusta de la lluvia,
como si de un código se tratase,
guarda las distancias con el tiempo.
Nadie sabe lo que duró la inundación, el diluvio.
Nadie conoce a un hombre por su sombra.
Es la hora del cielo enrevesado.
No hay rumbo hacia el destino.
Solo una fotografía reclinada,
cerca de mi ventana,
en mi casa sin relojes,
sin prisa, sin apuros, sin calma ni paz.
Silencio de agujas, obediente.
Cotejo el paisaje, y siempre es el mismo.
Y todo es claro, y fijo,
con más puntualidad que el péndulo, que el segundero,
y el cuerpo que acompaña y alarga su estirpe.
Es la hora del cielo enrevesado,
esto no es un invento,
es otro tiempo, pero invisible,
donde el planeta se hunde en la penumbra,
y deja de girar, y todo grita,
en el verso, en este, por ejemplo,
que el tiempo nunca tuvo tiempos,
ni ejemplos, ni versos.
Nunca tuvo nada, aunque se lleva todo.
Es la hora, qué ridículo reloj diría lo contrario.
Es la hora del cielo enrevesado,
sí, ése que nos obsequia con el tiempo,
pedacito a pedacito,
plazo a plazo,
y cuanto más nos regala,
más sube el precio de la vida.
Me he prometido acercarme a tu obra.
Y aquí me tienes frente a tu poema real, contundente un desafío a la tristeza. Este sería ideal grabrlo.
No encuentro el género, por eso digo ideal.
Es profundo como un reflejo inmaculado de la luz.
Un abrazo Ricardo, merece más comentarios este poema.-
Porque después de todo he comprendido
por lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.
Francisco Luis Bernárdez
Querido amigo, logras traer toda esa atmósfera de pesadumbre, de tiempo detenido, de rutina lacerante. Parece que se descuelga el silencio y viene a través de las palabras a inundar la lectura, a hacerse patente y dejar una huella que no se ve, pero que tiñe todo de su pesada sombra.
Me ha encantado leerte, un fuerte abrazo Ricardo
El tiempo pasa su factura y el mundo se convirtió en un temporal. No se hizo caso a las campanas, a su badajo de alerta, a lo que en definitiva debiera haber sido un regalo, al tiempo si es que existe.
Todo un poema, compañero, a estas horas y en estos tiempos.
Un abrazo.
Es la hora del cielo enrevesado,
de los árboles sin ramas;
como farola decapitada por la sombra de un murciélago,
la lámpara del dormitorio se reúne con el polvo.
No importa cómo lo llamen,
suciedad, inmundicia, manchas diminutas, pelusas o simplemente,
anacronismo.
No importa porque, de todas las quimeras,
salen grilletes y jaulas,
no importa porque, de un poema nunca salen las palabras.
Es la hora.
Y las nubes se abrazan a la luz.
Se tiñen de todo menos de luz.
Llueve de todo menos luz.
Y la lluvia se asusta de la lluvia,
como si de un código se tratase,
guarda las distancias con el tiempo.
Nadie sabe lo que duró la inundación, el diluvio.
Nadie conoce a un hombre por su sombra.
Es la hora del cielo enrevesado.
No hay rumbo hacia el destino.
Solo una fotografía reclinada,
cerca de mi ventana,
en mi casa sin relojes,
sin prisa, sin apuros, sin calma ni paz.
Silencio de agujas, obediente.
Cotejo el paisaje, y siempre es el mismo.
Y todo es claro, y fijo,
con más puntualidad que el péndulo, que el segundero,
y el cuerpo que acompaña y alarga su estirpe.
Es la hora del cielo enrevesado,
esto no es un invento,
es otro tiempo, pero invisible,
donde el planeta se hunde en la penumbra,
y deja de girar, y todo grita,
en el verso, en este, por ejemplo,
que el tiempo nunca tuvo tiempos,
ni ejemplos, ni versos.
Nunca tuvo nada, aunque se lleva todo.
Es la hora, qué ridículo reloj diría lo contrario.
Es la hora del cielo enrevesado,
sí, ése que nos obsequia con el tiempo,
pedacito a pedacito,
plazo a plazo,
y cuanto más nos regala,
más sube el precio de la vida.
Me encanta, Ricardo. Diría yo: la hora de la lucidez. En la oscuridad brilla la luz. Tocas muy hondo en este lúcido poema.
Un abrazo, y felices fiestas.
Tu profecía, poeta.
-Mañana hablarán los mudos:
el corazón y la piedra.
-¿Mas el arte?..
-Es puro juego,
que es igual a pura vida,
que es igual a puro fuego.
Veréis el ascua encendida.
Todo no sólo parece, sino que es temporal y efímero. Me quedo en esta tu temporalidad que hoy nos desmenuzas con indudable acierto y muchos versos bien logrados. Enhorabuena. Salud.