La contaminación del verso
Publicado: Mié, 24 Ago 2022 0:47
La contaminación del verso
En el momento de la inspiración el sentido del verso (su esencia) es puro, como nacido de una catarsis mística; pero, luego, al tratar de trasladarlo desde la mente a la realidad de la escritura, con ayuda del lenguaje, el estado de abstracción se pierde, y el verso simplemente se corrompe: pierde su luminosidad, su revelación más honda, su sublimidad. Esta corrupción nace del hecho de que el lenguaje es una herramienta lógica, difícilmente adecuada para manifestar sentimientos; aunque es el único medio para componer poemas, para intentar llegar a la comunicación del sentimiento.
Y dentro de esa dificultad lógica del lenguaje, una de las mayores causas de la contaminación del verso es la enorme dificultad para encontrar la palabra exacta que defina un verso, así como las metáforas que no deben ser compuestas con sinónimos, con vocablos imprecisos. De aquí podemos deducir que cuanto mayor sea la contaminación, más mediocre se volverá el poema.
Pero no deben los poetas lamentar la contaminación racional del verso, porque el poeta no es un dios creador (ni siquiera un mensajero de los dioses) sino, sencillamente, un artesano, un constructor de realidades a partir de la materia prima imaginada; es decir, un emulador lo más fielmente posible del paradigma que su intuición le ha revelado. Debe sentirse ya satisfecho si percibe que ha encontrado el camino y ha avanzado lo más posible hacia la meta que su inspiración le ha iluminado.
De lo expuesto se puede recordar la sentencia que se endilga a Leonardo Da Vinci tanto como a Paul verlaine: «No existen poemas terminados; solo, abandonados».
En el momento de la inspiración el sentido del verso (su esencia) es puro, como nacido de una catarsis mística; pero, luego, al tratar de trasladarlo desde la mente a la realidad de la escritura, con ayuda del lenguaje, el estado de abstracción se pierde, y el verso simplemente se corrompe: pierde su luminosidad, su revelación más honda, su sublimidad. Esta corrupción nace del hecho de que el lenguaje es una herramienta lógica, difícilmente adecuada para manifestar sentimientos; aunque es el único medio para componer poemas, para intentar llegar a la comunicación del sentimiento.
Y dentro de esa dificultad lógica del lenguaje, una de las mayores causas de la contaminación del verso es la enorme dificultad para encontrar la palabra exacta que defina un verso, así como las metáforas que no deben ser compuestas con sinónimos, con vocablos imprecisos. De aquí podemos deducir que cuanto mayor sea la contaminación, más mediocre se volverá el poema.
Pero no deben los poetas lamentar la contaminación racional del verso, porque el poeta no es un dios creador (ni siquiera un mensajero de los dioses) sino, sencillamente, un artesano, un constructor de realidades a partir de la materia prima imaginada; es decir, un emulador lo más fielmente posible del paradigma que su intuición le ha revelado. Debe sentirse ya satisfecho si percibe que ha encontrado el camino y ha avanzado lo más posible hacia la meta que su inspiración le ha iluminado.
De lo expuesto se puede recordar la sentencia que se endilga a Leonardo Da Vinci tanto como a Paul verlaine: «No existen poemas terminados; solo, abandonados».