curadme esta pena mía:
la pena de la distancia,
Soy la mancha con aceite
que en el agua verde flota.
Soy la gota reducida
en aquel inmenso lago,
que se pierde, que se esconde,
que muestra el abismo incierto.
Quiero que esta cruel maraña
se transforme en surco, vida,
amanecer de semilla.
¡Oh, apretado laberinto,
conocida bruma negra,
que me aleja de lo cierto!
Hoy quiero que de mi herida,
nazca la fuente de vida,
¡El aceite que resbala!
Que impregne mi ansia atrasada,
tanta pena fragmentada,
tanta tierra polvorienta.
Hoy cuando el amor de nuevo está llamando y ante un paisaje extraño en árboles y calimas, también tu voz, Antonio, me suena agigantada. Extraños pájaros parecen los poetas que se alejan y permanecen cerca del corazón.
Recuerdo otras noches en que mis ojos no veían sino el dolor entre unas paredes, hasta tus libros me faltaban. Mas tus palabras resonaban en mis oídos como el agua:
“Nos la pusieron pálida y escuálida y beoda para que no acertara la mano con la herida”.
Me amas. Inventas de nuevo la razón de existir. Tu boca respira con el nuevo compás y tus manos yacen, ya agotadas, sobre mi cuerpo infinito de amante, en la sombra.
tomo tu libro nuevamente.
Son tus palabras como un soplo
que me confirma en la esperanza.