Editorial Alaire

Ricardo López Castro escribió: ↑Dom, 17 Jul 2022 13:35 Mis ventanas no cambian de color,
pero hay sedientas zonas de luz,
y el alba se deshace en todas ellas,
robando sombra a sombra los destellos nocturnos,
alzando un promontorio, cielo añil,
eclipsando horizontes sentado en su regazo,
ascendiendo hasta un punto amarillento,
como alma de sol, el redoble del día,
como una suave manta, colorida, rosácea,
invisible y profunda, que no calienta, lame,
el paisaje, y escarba entre todas las flores,
en su imparable búsqueda de una porción de tierra,
para resucitarse desde alguna raíz,
desde algún agujero,
desde la circular forma del planeta,
para guardar silencio, de nuevo, en el espacio,
y desde lo fugaz de su esfera desnuda,
volar, como una pompa, frágil y juguetona,
como el alma del hombre, fabricando el futuro.

Ricardo López Castro escribió: ↑Dom, 17 Jul 2022 13:35 Mis ventanas no cambian de color,
pero hay sedientas zonas de luz,
y el alba se deshace en todas ellas,
robando sombra a sombra los destellos nocturnos,
alzando un promontorio, cielo añil,
eclipsando horizontes sentado en su regazo,
ascendiendo hasta un punto amarillento,
como alma de sol, el redoble del día,
como una suave manta, colorida, rosácea,
invisible y profunda, que no calienta, lame,
el paisaje, y escarba entre todas las flores,
en su imparable búsqueda de una porción de tierra,
para resucitarse desde alguna raíz,
desde algún agujero,
desde la circular forma del planeta,
para guardar silencio, de nuevo, en el espacio,
y desde lo fugaz de su esfera desnuda,
volar, como una pompa, frágil y juguetona,
como el alma del hombre, fabricando el futuro.

Ricardo López Castro escribió: ↑Dom, 17 Jul 2022 13:35 Mis ventanas no cambian de color,
pero hay sedientas zonas de luz, asomando sus labios,
y el alba se deshace en todas ellas,
robando sombra a sombra los destellos nocturnos,
alzando un promontorio, cielo añil,
eclipsando horizontes sentado en su regazo,
ascendiendo hasta un punto amarillento,
como alma de sol, el redoble del día,
como una suave manta, colorida, rosácea,
invisible y profunda, que no calienta, lame,
el paisaje, y escarba entre todas las flores,
en su imparable búsqueda de una porción de tierra,
para resucitarse desde alguna raíz,
desde algún agujero,
desde la circular forma del planeta,
para guardar silencio, de nuevo, en el espacio,
y desde lo fugaz de su esfera desnuda,
volar, como una pompa, frágil y juguetona,
como el alma del hombre, fabricando el futuro.