Es fácil amarte.
Decidido y terreno,
dispuesto a compartir mis batallas.
Vienes de muy lejos,
como las majestades tribuladas por el azar
y ganadas por la fortuna.
La riqueza de tus pentáculos
ha repelido insolentes magos,
sotas inmaduras,
bocas mendaces.
Admiro el despliegue de tu sabia hombría,
cuando los esperpentos se adueñan
del fondo de los abismos.
Me gusta descansar
sobre la equidad de tus hombros
y dejarme llevar por la historia
de tus párpados.
Rey de Oros: conquistador perfecto de mi soleada esencia.
