El último deseo

[Pablo Sales]

No ha sido por quererte menos,
que he venido hasta tus cercanías
cuando la noche se ha adensado
y se impone el silencio del aire
en las avenidas y los escaparates.
En alguna ventana, la luz ha dibujado renglones
donde escribe sus latidos esta ciudad,
que paseo entre charcos de nostalgia y autobuses,
siguiendo el rastro de una historia inacabada
que jamás complacerá ninguna muerte.
Serás de nuevo huésped de mi vida
aunque te miraré con los ojos ya enturbiados
de tanto alargarlos por verte siempre,
y tu silueta volverá a retar mi ánimo
hasta hacerle perder la voz de tanto nombrarte.
Llegó el momento: perdonémonos pues.
Perdonémonos todo y siempre; la falsa indiferencia,
los desprecios inocentes, el silencio que quiso ser olvido
y fue memoria de palabras nunca dichas;
también el frío y el miedo y aquella soledad
de la plaza sin viejos al sol.
Luego, ya libres de cualquier remordimiento,
nos sentaremos a conversar despacio
de espaldas a los días y mirando entre sonrisas
cómo se va anocheciendo el mar.

[Pablo Sales]

He estado fuera de casa unos día y quiero agradeceos a todos los que me habéis comentado, Marisa, Francisco, Ramón, y J.J. vuestras palabras que resultan muy reconfortantes cuando uno empieza a dudar de la validez de la poesía que escribe. Gracias.