Las gotas de lluvia y el lamento de ventanas y cristales

[Óscar Distéfano]

Cada vez te veo más poeta, amigo. En verdad, tu poesía ha evolucionado mucho, hasta el punto en que se aprecia contenido interesante, forma aliñada, y una armonía admirable entre ambos. Me encantó la descripción lírica del prolegómeno del parto.
Te felicito por el justo reconocimiento a tu esmerado trabajo. Que lo disfrutes.

Un abrazo fuerte.
Óscar

[Alejandro Costa]

Cada vez te veo más poeta, amigo. En verdad, tu poesía ha evolucionado mucho, hasta el punto en que se aprecia contenido interesante, forma aliñada, y una armonía admirable entre ambos. Me encantó la descripción lírica del prolegómeno del parto.
Te felicito por el justo reconocimiento a tu esmerado trabajo. Que lo disfrutes.

Un abrazo fuerte.
Óscar

Gracias, compañero.

Es agradable recibir un comentario como el tuyo.

Un abrazo.

[xaime oroza carballo]

¿Qué hago con esas palabras?

Dispongo de un puñado de artículos,
pronombres, adjetivos
e infinidad de signos ortográficos,
de papel, bolígrafo y hasta del reflejo de la luna.

En un capazo destartalado esperan conjunciones,
para enlazar alguna que otra palabra,
algún que otro despiste,
mientras muerden un simple punto
o devoran un punto y coma.

Pero no tengo el sentido espabilado.

Si golpean demasiado fuerte las gotas de lluvia,
y los cristales no se quejan,
ni las ventanas le obligan a hacerlo,
¿qué puedo yo sentir, si no siento?

¿Qué puedo yo hacer con este puzle?

Tengo palabras, sí,
pero no tengo pasillos creativos en la mente,
ni la mirada me los ofrece,
ni encuentro la incógnita de la ecuación,
ni tan siquiera sé si mañana será otro día.

En una caja imaginaria,
las palabras, los signos, los adjetivos,
todos, absolutamente todos,
están alborotados, nerviosos,
incapaces de alterar mis neuronas,
la vena de la creación y el motor de la escritura.

No dispongo de cielo, de mar, de flores,
tan recurrentes a la hora de perfilar una frase,
una simple palabra, o un deseado verso.

Es como la metáfora de un escritor
sin tema para escribir un libro,
de una noche con telas de color negro,
o un perchero, viejo, astillado,
sin nada para colgar.

Soy como un reloj sin horas,
unos ojos sin lágrimas
y un borrón imposible de quitar.

A veces pienso en remover la caja,
destriparla y tirar lo que hay dentro,
intentando, qué entre ellos,
acudan a mi rescate y me obsequien
algo parecido a una frase,
ordenada y en perfecto estado de revista.

Es entonces cuando se activa mi alma herida,
el cerebro, tantas veces atrofiado,
tantas otras descompuesto,
y le doy forma al puzle.

Las palabras se alían con los pronombres,
los signos ortográficos crean alambradas a su alrededor,
los adjetivos cubren los huecos perdidos,
conjunciones, artículos,
todo se mueve en una constante creación.

¡Y aparece la frase! ¡El verso! ¡La metáfora!

¡Y nace el poema!

Ahora siento el golpeo insistente de las gotas de lluvia,
y el lamento en silencio
de las ventanas y sus cristales.

Hermoso el camino del afán.
Mis felicitaciones más sinceras por tus huellas.

Un abrazo.

[Alejandro Costa]

¿Qué hago con esas palabras?

Dispongo de un puñado de artículos,
pronombres, adjetivos
e infinidad de signos ortográficos,
de papel, bolígrafo y hasta del reflejo de la luna.

En un capazo destartalado esperan conjunciones,
para enlazar alguna que otra palabra,
algún que otro despiste,
mientras muerden un simple punto
o devoran un punto y coma.

Pero no tengo el sentido espabilado.

Si golpean demasiado fuerte las gotas de lluvia,
y los cristales no se quejan,
ni las ventanas le obligan a hacerlo,
¿qué puedo yo sentir, si no siento?

¿Qué puedo yo hacer con este puzle?

Tengo palabras, sí,
pero no tengo pasillos creativos en la mente,
ni la mirada me los ofrece,
ni encuentro la incógnita de la ecuación,
ni tan siquiera sé si mañana será otro día.

En una caja imaginaria,
las palabras, los signos, los adjetivos,
todos, absolutamente todos,
están alborotados, nerviosos,
incapaces de alterar mis neuronas,
la vena de la creación y el motor de la escritura.

No dispongo de cielo, de mar, de flores,
tan recurrentes a la hora de perfilar una frase,
una simple palabra, o un deseado verso.

Es como la metáfora de un escritor
sin tema para escribir un libro,
de una noche con telas de color negro,
o un perchero, viejo, astillado,
sin nada para colgar.

Soy como un reloj sin horas,
unos ojos sin lágrimas
y un borrón imposible de quitar.

A veces pienso en remover la caja,
destriparla y tirar lo que hay dentro,
intentando, qué entre ellos,
acudan a mi rescate y me obsequien
algo parecido a una frase,
ordenada y en perfecto estado de revista.

Es entonces cuando se activa mi alma herida,
el cerebro, tantas veces atrofiado,
tantas otras descompuesto,
y le doy forma al puzle.

Las palabras se alían con los pronombres,
los signos ortográficos crean alambradas a su alrededor,
los adjetivos cubren los huecos perdidos,
conjunciones, artículos,
todo se mueve en una constante creación.

¡Y aparece la frase! ¡El verso! ¡La metáfora!

¡Y nace el poema!

Ahora siento el golpeo insistente de las gotas de lluvia,
y el lamento en silencio
de las ventanas y sus cristales.

Hermoso el camino del afán.
Mis felicitaciones más sinceras por tus huellas.

Un abrazo.

Gracias compañero.

Un abrazo.

[Alejandro Costa]

Mi querido amigo Alejandro, es una inmensa alegría para mí poder darte las congratulaciones por éste emotivo y bien trazado poema. Vuelvo a él con redobladas ilusiones de releerlo, de exprimirlo para estar más cerca de ti en estos momentos y trasmitirte, al tiempo, mis mejores deseos de recuperaciòn para que un día podamos dar un paseo por las calles de Murcia, incluso podríamos visitar Orihuela juntos, y hablar de Miguel.
Te pasé al correo lo que hablamos, gracias.

Un abrazotote mi querido loquillo.

Recibido tu correo, tu mensaje y tu cariño.

Te agradezco todo lo que haces por mí, y el calor con el que me abrigas.

Intentaré por todos los medios entregarlo a la mayor brevedad.

Muchas gracias, compañero.

Un fuerte abrazo.

Nos veremos, seguro.

[Ventura Morón]

¿Qué hago con esas palabras?

Dispongo de un puñado de artículos,
pronombres, adjetivos
e infinidad de signos ortográficos,
de papel, bolígrafo y hasta del reflejo de la luna.

En un capazo destartalado esperan conjunciones,
para enlazar alguna que otra palabra,
algún que otro despiste,
mientras muerden un simple punto
o devoran un punto y coma.

Pero no tengo el sentido espabilado.

Si golpean demasiado fuerte las gotas de lluvia,
y los cristales no se quejan,
ni las ventanas le obligan a hacerlo,
¿qué puedo yo sentir, si no siento?

¿Qué puedo yo hacer con este puzle?

Tengo palabras, sí,
pero no tengo pasillos creativos en la mente,
ni la mirada me los ofrece,
ni encuentro la incógnita de la ecuación,
ni tan siquiera sé si mañana será otro día.

En una caja imaginaria,
las palabras, los signos, los adjetivos,
todos, absolutamente todos,
están alborotados, nerviosos,
incapaces de alterar mis neuronas,
la vena de la creación y el motor de la escritura.

No dispongo de cielo, de mar, de flores,
tan recurrentes a la hora de perfilar una frase,
una simple palabra, o un deseado verso.

Es como la metáfora de un escritor
sin tema para escribir un libro,
de una noche con telas de color negro,
o un perchero, viejo, astillado,
sin nada para colgar.

Soy como un reloj sin horas,
unos ojos sin lágrimas
y un borrón imposible de quitar.

A veces pienso en remover la caja,
destriparla y tirar lo que hay dentro,
intentando, qué entre ellos,
acudan a mi rescate y me obsequien
algo parecido a una frase,
ordenada y en perfecto estado de revista.

Es entonces cuando se activa mi alma herida,
el cerebro, tantas veces atrofiado,
tantas otras descompuesto,
y le doy forma al puzle.

Las palabras se alían con los pronombres,
los signos ortográficos crean alambradas a su alrededor,
los adjetivos cubren los huecos perdidos,
conjunciones, artículos,
todo se mueve en una constante creación.

¡Y aparece la frase! ¡El verso! ¡La metáfora!

¡Y nace el poema!

Ahora siento el golpeo insistente de las gotas de lluvia,
y el lamento en silencio
de las ventanas y sus cristales.

Querido amigo, me alegra verte arriba con este poema, fruto de la búsqueda consciente del hilo que teje el sentido, tratando de administrar las herramientas conocidas, recorriendo el camino de la frustrada esencia, para al final, descubrir en esa frustración el germen oculto que estaba presente desde el inicio.
Quizás es que no tengamos que domar las palabras, sino pelearnos con ellas, enfrentarnos, dejar que nos vayan despedazando mientras creímos que eramos su amante fiel y lastimero.
Un fuerte abrazo y felicidades por la inspiración y el reconocimiento.

[Ricardo López Castro]

Enhorabuena amigo Alejandro, por este merecido reconocimiento.
Abrazos y felicidad.

[Alejandro Costa]

Recibido tu correo, tu mensaje y tu cariño.

Te agradezco todo lo que haces por mí, y el calor con el que me abrigas.

Intentaré por todos los medios entregarlo a la mayor brevedad.

Muchas gracias, compañero.

Un fuerte abrazo.

Nos veremos, seguro.

Gracias de corazón.

Hoy he ido a la librería y me la he encontrado cerrada. Lo intentaré otro día.

Un abrazo.

Te mereces eso y más, te llevaré unos almedrados, para Navidad, que los hago con receta de mis abuelas. Ya ves, me adelanto un poco, pero así es mi vida actual.
Que te quiero mucho amigo, cuídate. Por favor, me vas diciendo cómo te encuentras.

[Alejandro Costa]

¿Qué hago con esas palabras?

Dispongo de un puñado de artículos,
pronombres, adjetivos
e infinidad de signos ortográficos,
de papel, bolígrafo y hasta del reflejo de la luna.

En un capazo destartalado esperan conjunciones,
para enlazar alguna que otra palabra,
algún que otro despiste,
mientras muerden un simple punto
o devoran un punto y coma.

Pero no tengo el sentido espabilado.

Si golpean demasiado fuerte las gotas de lluvia,
y los cristales no se quejan,
ni las ventanas le obligan a hacerlo,
¿qué puedo yo sentir, si no siento?

¿Qué puedo yo hacer con este puzle?

Tengo palabras, sí,
pero no tengo pasillos creativos en la mente,
ni la mirada me los ofrece,
ni encuentro la incógnita de la ecuación,
ni tan siquiera sé si mañana será otro día.

En una caja imaginaria,
las palabras, los signos, los adjetivos,
todos, absolutamente todos,
están alborotados, nerviosos,
incapaces de alterar mis neuronas,
la vena de la creación y el motor de la escritura.

No dispongo de cielo, de mar, de flores,
tan recurrentes a la hora de perfilar una frase,
una simple palabra, o un deseado verso.

Es como la metáfora de un escritor
sin tema para escribir un libro,
de una noche con telas de color negro,
o un perchero, viejo, astillado,
sin nada para colgar.

Soy como un reloj sin horas,
unos ojos sin lágrimas
y un borrón imposible de quitar.

A veces pienso en remover la caja,
destriparla y tirar lo que hay dentro,
intentando, qué entre ellos,
acudan a mi rescate y me obsequien
algo parecido a una frase,
ordenada y en perfecto estado de revista.

Es entonces cuando se activa mi alma herida,
el cerebro, tantas veces atrofiado,
tantas otras descompuesto,
y le doy forma al puzle.

Las palabras se alían con los pronombres,
los signos ortográficos crean alambradas a su alrededor,
los adjetivos cubren los huecos perdidos,
conjunciones, artículos,
todo se mueve en una constante creación.

¡Y aparece la frase! ¡El verso! ¡La metáfora!

¡Y nace el poema!

Ahora siento el golpeo insistente de las gotas de lluvia,
y el lamento en silencio
de las ventanas y sus cristales.

Querido amigo, me alegra verte arriba con este poema, fruto de la búsqueda consciente del hilo que teje el sentido, tratando de administrar las herramientas conocidas, recorriendo el camino de la frustrada esencia, para al final, descubrir en esa frustración el germen oculto que estaba presente desde el inicio.
Quizás es que no tengamos que domar las palabras, sino pelearnos con ellas, enfrentarnos, dejar que nos vayan despedazando mientras creímos que eramos su amante fiel y lastimero.
Un fuerte abrazo y felicidades por la inspiración y el reconocimiento.

Pero hay que domarlas y domesticarlas con cariño, sin ello nunca podremos escribir bien, o al menos mejorar con el tiempo.

Gracias, compañero.

Un abrazo.

[Alejandro Costa]

Enhorabuena amigo Alejandro, por este merecido reconocimiento.
Abrazos y felicidad.

Muchas gracias, Ricardo.

Un abrazo.

[E. R. Aristy]

¿Qué hago con esas palabras?

Dispongo de un puñado de artículos,
pronombres, adjetivos
e infinidad de signos ortográficos,
de papel, bolígrafo y hasta del reflejo de la luna.

En un capazo destartalado esperan conjunciones,
para enlazar alguna que otra palabra,
algún que otro despiste,
mientras muerden un simple punto
o devoran un punto y coma.

Pero no tengo el sentido espabilado.

Si golpean demasiado fuerte las gotas de lluvia,
y los cristales no se quejan,
ni las ventanas le obligan a hacerlo,
¿qué puedo yo sentir, si no siento?

¿Qué puedo yo hacer con este puzle?

Tengo palabras, sí,
pero no tengo pasillos creativos en la mente,
ni la mirada me los ofrece,
ni encuentro la incógnita de la ecuación,
ni tan siquiera sé si mañana será otro día.

En una caja imaginaria,
las palabras, los signos, los adjetivos,
todos, absolutamente todos,
están alborotados, nerviosos,
incapaces de alterar mis neuronas,
la vena de la creación y el motor de la escritura.

No dispongo de cielo, de mar, de flores,
tan recurrentes a la hora de perfilar una frase,
una simple palabra, o un deseado verso.

Es como la metáfora de un escritor
sin tema para escribir un libro,
de una noche con telas de color negro,
o un perchero, viejo, astillado,
sin nada para colgar.

Soy como un reloj sin horas,
unos ojos sin lágrimas
y un borrón imposible de quitar.

A veces pienso en remover la caja,
destriparla y tirar lo que hay dentro,
intentando, qué entre ellos,
acudan a mi rescate y me obsequien
algo parecido a una frase,
ordenada y en perfecto estado de revista.

Es entonces cuando se activa mi alma herida,
el cerebro, tantas veces atrofiado,
tantas otras descompuesto,
y le doy forma al puzle.

Las palabras se alían con los pronombres,
los signos ortográficos crean alambradas a su alrededor,
los adjetivos cubren los huecos perdidos,
conjunciones, artículos,
todo se mueve en una constante creación.

¡Y aparece la frase! ¡El verso! ¡La metáfora!

¡Y nace el poema!

Ahora siento el golpeo insistente de las gotas de lluvia,
y el lamento en silencio
de las ventanas y sus cristales.

Un esplendoroso poema, Alejandro. Felicidades por esta bella y diciente creacion.Abrazos, ERA

[Alejandro Costa]

¿Qué hago con esas palabras?

Dispongo de un puñado de artículos,
pronombres, adjetivos
e infinidad de signos ortográficos,
de papel, bolígrafo y hasta del reflejo de la luna.

En un capazo destartalado esperan conjunciones,
para enlazar alguna que otra palabra,
algún que otro despiste,
mientras muerden un simple punto
o devoran un punto y coma.

Pero no tengo el sentido espabilado.

Si golpean demasiado fuerte las gotas de lluvia,
y los cristales no se quejan,
ni las ventanas le obligan a hacerlo,
¿qué puedo yo sentir, si no siento?

¿Qué puedo yo hacer con este puzle?

Tengo palabras, sí,
pero no tengo pasillos creativos en la mente,
ni la mirada me los ofrece,
ni encuentro la incógnita de la ecuación,
ni tan siquiera sé si mañana será otro día.

En una caja imaginaria,
las palabras, los signos, los adjetivos,
todos, absolutamente todos,
están alborotados, nerviosos,
incapaces de alterar mis neuronas,
la vena de la creación y el motor de la escritura.

No dispongo de cielo, de mar, de flores,
tan recurrentes a la hora de perfilar una frase,
una simple palabra, o un deseado verso.

Es como la metáfora de un escritor
sin tema para escribir un libro,
de una noche con telas de color negro,
o un perchero, viejo, astillado,
sin nada para colgar.

Soy como un reloj sin horas,
unos ojos sin lágrimas
y un borrón imposible de quitar.

A veces pienso en remover la caja,
destriparla y tirar lo que hay dentro,
intentando, qué entre ellos,
acudan a mi rescate y me obsequien
algo parecido a una frase,
ordenada y en perfecto estado de revista.

Es entonces cuando se activa mi alma herida,
el cerebro, tantas veces atrofiado,
tantas otras descompuesto,
y le doy forma al puzle.

Las palabras se alían con los pronombres,
los signos ortográficos crean alambradas a su alrededor,
los adjetivos cubren los huecos perdidos,
conjunciones, artículos,
todo se mueve en una constante creación.

¡Y aparece la frase! ¡El verso! ¡La metáfora!

¡Y nace el poema!

Ahora siento el golpeo insistente de las gotas de lluvia,
y el lamento en silencio
de las ventanas y sus cristales.

Un esplendoroso poema, Alejandro. Felicidades por esta bella y diciente creacion.Abrazos, ERA

Muchas gracias, Era.

Me agrada que te gustase y me agrada que lo rescatases.

Un beso.

[Raul Muñoz]

Muy bien trazada la idea en imágenes. Bello poema por el que te felicito. Me gusta el símil de la herida con el cristal donde golpea la lluvia, muy evocador y original. Gracias por compartir Alejandro.

Un abrazo.

[Alejandro Costa]

Muy bien trazada la idea en imágenes. Bello poema por el que te felicito. Me gusta el símil de la herida con el cristal donde golpea la lluvia, muy evocador y original. Gracias por compartir Alejandro.

Un abrazo.

Gracias a ti, por tu visita y aporte.

Me alegra que te gustara.

Un abrazo.

[gabrielvidal]

¿Como fue que no vi este poema? Es magnifico.

"Ahora siento el golpeo insistente de las gotas de lluvia,
y el lamento en silencio
de las ventanas y sus cristales"

Un abrazo con mi felicitación.