Pasolini en el recuerdo

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F. Enrique
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Pasolini en el recuerdo

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1

Llanto por dos poetas


Yo seré aún joven,
con la camisa clara,
y los dulces cabellos lloviendo
sobre el amargo polvo.
(Pasolini - El día de mi muerte - Versión de Delfina Muschietti)


Para ver que todo se ha ido
dame tu mudo hueco, ¡amor mío!
Nostalgia de academia y cielo triste.
¡Para ver que todo se ha ido!
(Lorca - Nocturno del hueco)

Te escribiré mis deseos en los pétalos marchitos
cuando se apague el resplandor
de la ventana abierta
y vuelva la soledad en los recuerdos de la brisa,
cuando aparezca en tu cuaderno
la proclama que hierve en la frente de un profeta
abandonado y muerto
en el misterio corrompido de una playa violenta ,
cuando mida el calor de la luciérnaga perdida
el paso de los amantes mutilados
que envuelven
en una queja plagada de sombra y polvorienta
el mástil de las farolas que declinan
acogiendo en una prédica angustiada los nocturnos de los huecos
de una mirada oscura que nos halla en los escombros
de un Pierrot apasionado y triste,
de un mártir que se emociona con la gravedad de una pluma,
con el recuerdo de tu voz,
con la mirada de una gacela herida
detrás de unas rejas,
con un llanto desnudo a los pies de una guitarra desangrada.

2

Recuerdo de la eterna juventud

Pero yo soy un hombre que prefiere mejor perder que ganar con métodos desleales y despiadados. ¡Es mi gran culpa, lo sé!
Lo bueno es que tengo el arrojo de defender tal culpa por considerarla casi una virtud…
( Pier Paolo Pasolini - Cartas luteranas - 1974 - Traducción; F. E. León)

Ya no encuentro felicidad en gozar ni sufrir por ello:
ya no siento ante mí la vida entera.
(Pier Paolo Pasolini – Al príncipe - Versión - F. E. León)


He perdido la inconsciencia del muchacho
que sueña un imposible y gobierna su caos
sorprendido por las agujas de la esfera,
acorralado por el fuego de su cuerpo
que hierve por la tarde
cuando vuelven los niños a la escuela
y un padre piensa en los trabajos perdidos.

Arrebatado estoy por el ritmo de la vida,
la voracidad del tiempo
que se alarga y me lacera,
por el hilo que ahogó la eterna juventud
fugaz y evanescente
aunque palpite trémula en las ramas
de los álamos que vieron
marchitarse los recuerdos en mi frente.

Ahora vivo abandonado por la lira del poeta,
obnubilado por el candor que tuve
en el primer encuentro con la lluvia de unos ojos,
desconcertado por el sollozo del amor que sangra.

No volverá el llanto a los laúdes
que tañen el fulgor que tuviste en las horas
de las reminiscencias de la playa
herida en lontananza entre los farallones
cubiertos de poniente,
no volverán los pájaros que cruzaron las nubes
y la higuera de caricias
que perdieron sus alas en redes de un otoño
tierno de carteleras, herido de esperanza.

¿A qué país te fuiste que no pude encontrarte?
¿Qué rostro traspasó los espejos del viento?
¿Qué jazmín aspiró
tu suspiro de seda en la noche más triste
de tu sonrisa intacta en los últimos juegos?

Se han abierto los versos en la memoria esquiva
y las banderas vierten, sombrías, sin descanso
el aliento fragante en tu sombra de ayer
y el nido de la antena que colgaste en la fuente
que no tiene memoria
ni mantiene erguido el orgullo del canto
que mata el funeral
de los besos asustados
y el corazón se pierde cuando llega la noche,
cuando intenta sonreír
y el sufrimiento gime,
al evocar las prisas de una juventud perdida,
la camisa sin mangas que quemé una mañana
y no ha vuelto a encontrarme susurrando en la aurora.

3
Pasolini en el recuerdo

… Estoy en otro tiempo,
un tiempo que dispone sus mañanas
en esta calle que yo miro, ignoto,
en esta gente fruto de otra historia

(Pasolini –Abro mi ventanaa un blanco lunes - Traducción: Delfina Muschietti)

1

Cuando la luz
ya no ofrece esperanza
y se me adentra el verso de un profeta que muere
en el nocturno inhóspito
de una playa tardía,
envejece mi alma por no saber nombrarle,
por no haber arrastrado
la carga de mi culpa, por ser testigo ciego
del implacable olvido,
de los años que pasan por torvas avenidas
y empañan las vidrieras,
amurallan los cultos, desfiguran los rostros
de los iluminados sombríos y humillados
y alargan los pañuelos
para cubrir la huella de los golpes,
de las flores marchitas que viven en mis venas
y gritan su amargura,
por no reconocer
que la vida ensombrece la memoria
y masacra el estigma eterno de un poema,
agrieta la palabra del rapsoda que calla
en el discurso roto de un instante de amor
que busca, se le escapa y se le pierde
entre los matorrales lóbregos del Leteo.

2

Ya no conozco a nadie que añore lo perdido
y solloce en la niebla de una llaga rendida
por los labios que labran la herida de los surcos
que sufren en la sangre,
y el alma mortifica el arrebato brusco
del devenir cansado del sueño de la idea.

Ya no gozo ni sufro en el recuerdo.
ya no siento las flores latir en el futuro
que me cierra su paso
con el telón de piedra de un mar que me conmueve.

En la sombra se pierde
el polvo de un fragmento desolado,
la voz del cementerio de una sonrisa triste
que no tiene memoria
y la lengua anhelante de las termas ardientes
que se ahoga en el Foro,
en las temibles velas de la brisa
que ocultan las banderas que lloran en el puerto
que sueña con la barca que no llega a sus brazos
y agoniza temblando en las orillas
donde yace el silencio que aprisiona a los pobres
y el delirio insensato que adoran los poetas.

4

Las adelfas
Llegas a mí ahora sin haberte buscado
sobre la vista cruel de una avenida
donde muere en la noche un árbol solitario
y las adelfas vierten su tristeza
y su veneno
en ilustres borrachos sin futuro
mientras cantan El rey bajo el latido tenue
de luz de una farola oscurecida en la niebla.

Dejé la rabia
de amor que me mordía
el cuerpo traspasado por la rosa de los mártires,
por una juventud
rasgada por un pacto no firmado,
lastrada por los vientos que me hacían penar
cuando lloraba la calle y vivían
los cementerios
sepultados entre flores
y los viejos morían mirando su ventana.

Decían que era débil, que remar no podría
contra el levante
en un mar caprichoso que yo amaba
al recordar la brisa del verano
y los nombres que ya no volverían,
la soledad de un padre huérfano y obsesivo
que necesita
ser querido mas ya no sabe hablar;
escapa de las aulas cada día,
y afronta por la noche la tormenta,
su orgullo desterrado,
su presencia en las sombras, su destino en la mar.

5

Paráfrasis del poema "Al príncipe"

Ma per colpa anche di questo nostro mondo umano,
che ai poveri toglie il pane, ai poeti la pace.

Pero por culpa también de este humano mundo nuestro
que quita el pan a los pobres y la paz a los poetas.

(Pier Paolo Pasolini – Al Príncipe)
Si se oscurece el sol y nunca vuelve,
si los caminos pierden
su propio curso
y no ofrecen salida,
si aparece la culpa con su paso renqueante
y me recuerda el daño que he engendrado
confesaré que nunca había temido a la muerte
con la desesperación de un loco perseguido,
la ingenuidad temible que acosa a los poetas.

Confesaré que tuve lo más deseado
y no supe distinguirlo confundido por los sueños
y no pude abrigarlo cuando caía la noche,
pues luché amargamente
por el aplauso pasajero
y trivial que confundía el cardo con la rosa
cuando tenía en las manos la poesía y el amor.

Ahora tengo tiempo pero me falta la paz,
queriendo huir de mí mismo voy de un sitio a otro
sin aprehender nada nuevo en el camino,
sin escribir los versos que recuerden
mi paso por este marco que hierve en la memoria
que ya no será mía,
ya no persigo hallarlos en los pétalos marchitos de mi alma
ni prendidos al viento que muere con la tarde.

Apartaré mi voz
sin dejarla abierta en la herida que tiembla
escondida en un recuerdo ardiente,
sin esperar que fluya
en las ramas del tilo que brillan en primavera,
sin poder transcribirla por culpa de mi mente
que no quiere encontrarla si no es para el cuidado
que no vi
cuando ascendía a los abismos,
que no sabe llamarte y aún en la sombra hiere.
Apartaré mi voz para que tú la abras
en el recuerdo tierno que tengas de mi amor.

Si oscurece el sol, si la sombra brilla,
si la vida no ofrece
más que un único camino minado de reproches
y lamentos,
si la ingenuidad lleva a la muerte
a quien cree con los ojos cerrados
en la bondad primigenia de los hombres,
si las huellas volvieron con las quejas y sin el pan
confesaré que el destino se burla sin piedad
del sueño legítimo y necesario de los pobres
y masacra sin desvelo
el delirio pueril de los poetas.

6
Cuando la luz no ofrece esperanza y se me adentra el verso
de un poeta que calla en el nocturno inhóspito de una playa tardía,
envejece mi alma por no saber nombrarle, por no saber arrastrar
el peso de mi culpa, por ser testigo ciego del olvido obstinado,
por no reconocer que la vida se me escapa y no conozco a nadie
para que llore por aquello que no hice.

7

La sombra de un poeta

I will work harder
(George Orwell - Animal Farm)
¿Cuándo volverás
a iluminar ese paisaje que sin ti me resulta
el refugio donde la muerte propaga
su abandono más triste
y contigo parecía la melodía profunda
del verso del Poeta de las rimas profanas?

... ... ...

He visto pasar la sombra sin tregua
de los contrabandistas camino de la playa,
por la tumba encalada de inscripciones torcidas,
la soledad del grillo que anuncia su vejez,
el silencio de los campos cuando clama
su agonía entre los matorrales oscuros
que rodean el muro de la cárcel donde los hombres mueren
añorando el verano a la luz de la luna, y tu mirada
no vuelve con el brillo que me hacía vibrar en la locura
de vivir para buscarte.

Por eso, este barrio que arrastra llorando
el esplendor de los élitros alguna vez firmes y robustos
nos deja sinfonías de luz en el recuerdo.

He visto en su espejo de edificios en ruinas
cabalgar sobre mis hombros
al caballo que aún tira de nuestras ansias de volar
aunque esté extenuado de tanto amar sin fruto,
como mi viejo e infatigable Boxer antes de caer al suelo
para no volver a levantarse
llevándose en sus ojos aún abiertos el corazón de una lágrima.

(Canción de amor de Alexander NewQuarter)

7

Sacerdotes


Me enamora esta extraña rudeza de los vivos.
Me enamoran los ritmos
de los miembros ya muertos.
Me enamoran aquellos que ya entraron
en la noche que huele a pétalos y a polvo.

( Sidney Keyes - Traducción; Mariano Manent)

He pensado mucho en Ramón Ataz en estos días, en cierta forma muchas de las cosas que he escrito han podido verse modificadas por la impresión, difícil de explicar, pero cierta, de pesimismo valiente lleno de esperanza que me ha dejado su despedida. Reconozco que al escribir éste que os presento, el más osado de todos los que he escrito puesto que en su búsqueda olvidó que existen las cuerdas y las redes o que siempre puede haber un lugar seguro donde guardar la ropa antes de mostrar una herida, su recuerdo era vago y difuso.

Pero no puedo reprimir mi admiración hacia un hombre que no solamente sabía latín, estoy casi seguro de ello, sino que lo amaba, de eso no me cabe la menor duda, y lo mostraba siempre con la humildad del peregrino iluminado, nunca se subió al púlpito para hacerlo. La causa de que no le dedique el poema abiertamente no es otra de que me queden muchas dudas de que el poema esté a la altura de lo que él merece.

Por pasar, puede ocurrir de todo en esta vida,
tan monótona y siempre abierta a la sorpresa.

Este poeta que se burla de su sombra y el destino
podría ser bendecido por el pueblo
que le volvió la espalda cuando necesitaba
calor en el largo invierno que su alma fingía
y algo esperaba
mover en las conciencias con su aullido temerario,
mas no por el sacerdote
que desde la primera fila podrá ver
las arrugas profundas que el hambre
y la verdad habrán labrado.

No es algo que yo diga,
es por todos admitido,
cada cual en su escenario despliega lo que tiene,
y ya sabe el actor que vive por las mujeres
que, casi nunca, visitan el camerino
cuando se apagan las luces.

Desconfía, Horacio,
incluso de aquellas almas delicadas
cuando se olvidan del hombre e imponen con voz
condescendiente el brillo de su sotana,
ellas no soportan el verbo temerario
de quien ya no sabe lo que dice,
pero en sus metáforas absurdas les recuerda
el origen de la miseria de sus triunfos.

8

Epístola a Pier Paolo - (Mi análisis tardío)

Mi análisis tardío
Te entrego Pier Paolo el testamento
del hombre que se acostó la siesta esta tarde
con una herida difusa y acechante
que ya no le duele nada
porque ha despertado con el pensamiento firme
de ser distinto sin abandonar uno solo de sus sueños,
una sola de sus convicciones más sentidas,
y ya huele a verano en mi ventana abierta
al griterío de los niños jugando con el agua de la fuente,
y la bahía le muestra la belleza inmortal del mensaje profundo
que al tenerlo tan cerca a menudo no notamos .

Vuelven a decir tu nombre en la agenda cultural
de las noticias,
un nuevo homenaje que no será a tu faceta de cómico distraído
que no supo coger de la cintura a la risa,
ni abrazar su sentido más patético por respeto a los pobres,
y se me vino el poema que escribiste
cada vez que la muerte te acechaba o pensabas en ella,
se me vino a la cabeza como un péndulo
cuyos golpes imitaba mis latidos.

Es verdad que no podré por más que lo intente
explicar la fascinación que me produjo tu análisis tardío,
que tan solo por él ya me atreví a llamarte grandísimo poeta,
a ti que vivías arrastrando los pies
para sentir el olor prístino y sensitivo de la tierra,
que no soñabas
por miedo a despertar en un lugar donde solo tuvieran cabida
los ángeles y los demonios,
que no tenías los delirios de grandeza
que reconozco en mí mismo,
que todo lo que deseabas estaba en la mirada
aún atónita de un muchacho moreno, llegado del Sur
donde aún tiembla Cristo por no encontrar su huella,
que camina hacia la obra donde fortalece sus músculos
y broncea su piel
y aún mantiene el candor forjado por un sufrimiento
injusto e innecesario, como todos.

En esto me doy cuenta de que el otro día
traspasé la frontera adonde tú no llegaste
por una noche aciaga,
y que me empieza a exasperar con una tristeza extraña
que me digan lo condenadamente bien que estoy
para ser tan viejo,
aunque lo digan de una forma distinta,
eso es lo que vienen a decirme,
ya ves, como tú me veré siempre joven
por esas ansias de seguir aprendiendo
aunque no sepa con qué objetivo,
que, sin que hayas tenido nada que ver en ello,
de todas las cuerdas que se me ofrecían
siempre tiré de una sola al mismo tiempo,
que las pocas intersecciones que hubo se debieron a errores
debidamente corregidos, y explicados,
aunque nunca comprendidos.

Que siempre estuvo la vida por encima de todo
como si el niño que fui nunca me hubiera dejado
indefenso ante el mundo,
que pediría a la mujer que amo
que nunca me dijera “te quiero”
porque yo lo sabría con una simple sonrisa,
que volveré a pensar en los tordos que llenaban
el cielo de las tardes de invierno
y en los cachalotes que cruzaban Punta Almina
en Mayo y en Junio,
sabiendo que lo perdido
por nuestra avaricia anuncia nuestra propia condena
por lo que tuvimos sin hacernos falta.

Que habré aprendido a esperar
cuando no tenga sentido
aunque merezca la pena porque, largo o corto,
dulcificará con momentos inolvidables el tiempo que me quede
y que si puedo dejar algo hermoso en alguien
aunque no me haya conocido, y quizás por ello,
pensaré que la semilla que se embarra no muere.

9

La Pasión según Pasolini

Será una noche de otoño,
en una playa tranquila
donde busque el recuerdo
de los días perseguidos
de aquella juventud difícil
y trágica,
hermosa, sin embargo,
porque nunca
ha sabido marcharse de mi frente,
de mi pecho de lirio,
de este corazón que aún busca la verdad
y siente
que no fue un delirio
de la sangre efervescente
que aún me brota.

Aún no he aprendido
a sentir lo que no siento,
a decir lo que se espera;
el bienestar ha envenenado
el alma de los que luchaban
por sobrevivir en otros tiempos
que me nublan los ojos.

Se acercará algún joven
con el cabello rizado
que no podrá vender la faz
que no le pertenece
pues lo dejó en el lienzo
de un lombardo atormentado.

En Ostia o en Trieste
cuando florezcan los tilos,
o en cualquier descampado
donde jueguen la noche y el deseo
me llamará la muerte,
como lo suponía,
con el cuerpo marcado
por los golpes del Calvario,
cuando,
en los gestos que el sol
esculpía en bronce
había creído ver
las puertas que Ghiberti había abierto.

¡Señor, no me dejaste escuchar tus gemidos!
¡Señor, me abandonaste y me dejaste la cruz!

El ruido del mar que me llama
más allá de la vida
entonces presagiaba
una noche distinta, un corazón gozoso
porque el cuerpo exultaba
en la ceremonia
de un beso
que por un instante eterno
llevaría el amor a estos labios que te cantan.

¡Señor, me arrebataste la fe de tu mirada!
¡Señor, me abandonaste en el mar de los pobres!

10

Cercana a los ojos


El descubrimiento de Pier Paolo Pasolini como poeta ha sido para mí muy posterior al del cineasta, y, sin duda alguna, sin negar sus méritos en esta última faceta, es el campo donde mejor supo desarrollar sus inquietudes, su búsqueda áspera, a veces agónica, y siempre sincera de su verdad como hombre. Moderno o clásico, no lo sé, rotundo y sincero siempre, en su expresión me recuerda al Cesare Pavese de ”Lavorare Stanca” (Trabajar cansa), al menos en los poemas de corta extensión y de carácter confesional y narrativo al mismo tiempo. La maldición del “oficio” del poeta es recurrente, la relación con el hombre que vive una situación y un tiempo concretos, con los que nunca se debe estar de acuerdo, es agria y sin concesiones, y las adereza levemente con la ternura de los momentos que se viven en el recuerdo, ese lugar en donde podemos llenar de significado situaciones que parecen pasar casi desapercibidas, y que añoramos cuando somos conscientes de la imposibilidad de su retorno.

“Cercana a los ojos” es un poema especialmente emotivo, escrito años después de los hechos a los que hace referencia; su hermano que duerme distendido y ausente fue fusilado por partisanos durante la Segunda Guerra Mundial. Una dolorosa contradicción en su vida a la que se irían añadiendo otras muchas, la más llamativa; la muerte violenta del propio poeta; aquellos con y por quienes luchaba acababan con la vida de aquél a quien recordaría siempre. La luz, el hermano y la madre, también el canto del grillo, quedan suspendidos en una atmósfera que nos recuerda la aparente quietud en la que viaja a veces la más conmovedora de las tragedias.

Vicina agli occhi

Vicina agli occhi e ai capelli sciolti
Sopra la frente, tu piccola luce,
distratta arrosi le mie carte.
Adoslecente ardevo fino a notte
Col tuo smunto chiarore, ed era strano
Udire il vento e gl’isolati grilli.
Allora, nelle stanze smemorati
Dormivano i parenti, e mio fratello
Oltre un sottile muro era disteso.
Ora dove egli sia tu, rossa luce,
Non dici, eppure illumini; e sospira
Per le champagne inanimate il grillo;
E mia madre si pettina allo specchio,
Usanza antica come la tua luce,
Pensando a quel suo figlio senza vita.

Cercana a los ojos

Cercana a los ojos y los cabellos sueltos
sobre la frente, tú, pequeña luz,
dispersa, enrojeces mi cuaderno.
De adolescente, en tu pálida llamarada,
ardía hasta la noche, y era extraño
escuchar al viento y a los grillos solitarios.
Entonces, en la olvidada habitación
dormían mis padres, y mi hermano,
inmóvil, descansaba tras un muro delgado.
¿Dónde está ahora, luz roja?
No hablas, sin embargo iluminas; y suspira
el grillo en el silencio de los campos.
Y mi madre se peina al espejo
de una manera antigua como tu luz,
pensando en su hijo ya sin vida.


(Traducción; F.E. León)

11

Arranca este lamento en la mañana
cuando el licor asoma
en poros y gemidos.

Lleva el mar el aullido
que intentaba
expresar mi dolor
por haberte perdido.

Roma erguida
sobre siglos de pesares y ruinas
sobre divagaciones
y sueños de profetas.

Roma en mi vida,
en la memoria
que la noche siente
en esta callejuela
honda de los fracasos
que me entregó la poesía,
y una verdad amarga
que me arrastra
por la arena al final de los caminos.

12


Tenía veinte años, incluso menos, dieciocho,
diecinueve… y había vivido un siglo,
toda una vida.

Al constatar, consumido por el dolor
que nunca podría dar mi amor
sino a mis manos o al musgo de las trincheras.

O quizás a la tierra de una tumba desolada...
Veinte años y, con una historia humana
y toda su poesía, una vida había terminado[2].

(Pier Paolo Pasolini, de “Una vitalidad desesperada,
traducida al inglés por Pasquale Verdecchio)
13

Te amo y te odio al mismo tiempo.
Me preguntarás cómo puede ser así.
No lo sé.
Pero es lo que siento, lo que me crucifica.
(Catulo)

Imagen

1

No guardaste el libro de latín
con tu firma en la solapa,
con mi nombre perfilado
en los trapos rojizos de la muñeca polvorienta
que dejaste arrumbada en la sangre perdida
del bosque de los miedos.

Entonces sonreías, a ese soldado desarmado
que no supo amarte, a pesar de que el Leteo
había desembocado para siempre
en los ateridos labios del puerto de Algeciras.

Después llegaron los días cenicientos
del marasmo
mientras mi sonrisa fracasaba en las ruedas obstruidas
de un vagón empeñado en destrozar los carriles
de la ineludible y asertiva ruta que se hunde
en la oscuridad del tren de los acasos.

2

Ya no asoma en tus mejillas la hora
de los besos irreflexivos
ni te embarga la muerte
del pajarillo tierno que volaba dichoso a tu regazo
mientras yacía en las brumas de las reminiscencias
un tembloroso y solitario corazón
con un soplo venerado que resistía en la esquina
la agresividad de los segundos
esperando que los golpes se olvidaran de su rostro
y tus lúbricas plegarias,
implorando que sonara, entre las cuerdas,
el ansiado crepúsculo del último combate,
el halo redentor de una campana compasiva
que detuviera el sufrimiento
de un amor extinguido junto a los Baños árabes,
la levedad de un siglo de martirio prorrogado
por el silencio de la catedral
cuando se marchaban los muertos
y volvía la sombra de la humedad a los estancos
que vendían las caricias
convertidas en telúrico humo de alquitrán en la mañana
movida por la resaca ahogada por el Levante,
en himnos sagrados forjados a golpe de uniformes laicos
y toques militantes de nostálgicas cornetas.

3

Derribaron el ring en cuyo nítido centro
danzábamos como niños entre las vides
con un juego de piernas grácil y despreocupado
que esquivaba la caída de los sueños,
de la elegancia y la ternura
cuando no podía la vida sepultarnos en su tristeza,
cuando arrojábamos la herida desde el rincón
de los triunfos dolorosos, abrasivos y amargos
que caminan en el óbito del verdor y no se olvidan.

4

Las estatuas de mármol han perdido su placa
y no saben a qué dios invocar
para calentar las balaustradas agrietadas
que resisten el abrazo inclinado al desencuentro
de los mares antiguos en el Paseo de la Marina,
para detener la imagen surgida de una copia rutinaria
que agrede el dramatismo patético, sangrante y obnubilado
que se entrega,
como el sauce de las hojas que amabas,
a la noche y al dolor
como una hetaira que no encuentra
la frescura de su rostro,
la firmeza de sus senos,
el hechizo de su voz
y frustrada por el tiempo castiga enritada
la soledad de un eterno perdedor hundido en su pensamiento
y la agonía
de unos ojos hinchados
que no pueden ver la oscuridad de los soles entre la niebla.
No soy de aquí ni soy de allá.
(Facundo Cabral)
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