Instantes difusos I a VIII + Santiamenes vagos
Publicado: Vie, 10 Jun 2022 11:48
INSTANTES DIFUSOS
I
Bajo el fulgor de niebla del silencio
duerme el mundo.
Equívocas luces de luna
y el centelleo fortuito del trémulo quinqué
iluminan la alcoba.
Él acaricia el piano.
Sus dedos marfileños acarician el teclado
y desde su mirada vagabunda
pronuncia algo místico y delirante.
¡Qué dulce es el lamento
que ronda por sus labios entornados,
cuando el aire desempolva las flores ocres,
marchitas en el búcaro azul!
---
II
La luna guarda el secreto
de tan plácidas horas en el Ambigú
y el brillo de tus ojos
y el indeciso ruido de tus besos
en el silencio de la noche.
Mimada por el leve soplo del viento
retengo la vivacidad de mis sueños.
¡Añoro acariciar sus cabellos
y perdernos en los mercados
y esconderme en su alma
o en la pequeña ermita
para sentirle temblar
como las llamas de velas!
---
III
No había luna la noche en que
un primer beso me hirió de amor
y se escondió, como un prófugo
que huye de si mismo.
Esparcían su luz difusa las estrellas
y bajo el cielo oscuro
contemplábamos
la huella de un ligero velo.
Es la estela de la vía láctea…
suspiró,
suspiramos,
y susurró:
Dicen que es enorme,
inmensa la suave niebla que brilla como la plata,
que es de un remoto mundo y su camino es grandioso,
miles de años invierten los rayos del sol en recorrerla.
¡Y si tuviéramos alas!
esa infinita distancia contigo no sería nada!
---
IV
Qué fue del hombre aquel.
Qué, de su vida,
que fue como un soleado verano
y se disipó en un laberinto de brumas
sin signos,
sin colores.
Perpetuaba las noches de otros tiempos,
los días de agonía,
y la feliz evocación de su primer amor.
Eternizaba las veces en que
acaso lanzó un beso
y arrulló con una dulce nana la cuna del niño.
Se enardecía los días de pugnas de pasión íntima
en que ahogó el aullido
como la dócil fragancia de las rosas.
Y de todo ¡solo Dios está al corriente!
---
V
En los bosques profanos
donde se esconde el silencio,
me dijo entonces, sonriendo:
Te impulsará el amor y la memoria
de los niños abandonados
en los fatales aposentos,
en las angustias oscuras
en las noches ultrajadas
y en el sacrosanto espacio de los templos,
en los lugares que nadie jamás pisó,
en los murmullos de las voces y del aire,
en la palabra de los ramajes
hallarás un día poesía
¡más nunca en dañinos versos!
---
VI
Sobre la roca granítica,
parásita e indígena,
áspera…
como tú,
y entre las piedras
más yermas
he visto renacer
a criaturas
derrotadas
y tiernas.
¡Vosotros también la visteis!
Su rostro dócil y sosegado
dibuja su paz
y aunque llena de miedos
aún sigue intacta su esencia
y desbordan sus pupilas
los sueños de libertad.
---
VII
Si notas, cuando anochece
los tules con que el relente
y espejos que en los balcones
visten la noche atrapada,
piensa que el sol mañanero
y la luz de madrugada
hieren, y verás sin razón
crearse tinieblas raras
y en la loseta baldía
criptógamas que divagan,
marinas de luna y humo
de apariencias alejadas
por donde se van los sueños
a la región de las hadas.
---
VIII
Es esta anarquía ambigua
de albor y luz de rocío,
de ramas y brozas zafias,
y de matices extraños
que al diluirse asemejan
el trémulo rastro del alma.
Los cendales que al espíritu
cargan en las horas tristes,
como a destellos del sol
y a las aguas el relente,
si las traspasa tu risa
revierten en sueños albos.
---
SANTIAMENES VAGOS - VIII
Es este desgobierno confuso
de inicio y expresión de aliento,
de castas y raíces salvajes
y de mestizajes raros
que al disolverse parecen
el convulso vestigio de su esencia.
Los hábitos que al ánimo
imputan en las horas afligidas,
como a la luz del amanecer
y a la humedad el relente,
si las traspasan sus gestos
revierten en visiones claras.
---
© MAR - – Marisa Peral Sánchez - Revisión junio 2022
I
Bajo el fulgor de niebla del silencio
duerme el mundo.
Equívocas luces de luna
y el centelleo fortuito del trémulo quinqué
iluminan la alcoba.
Él acaricia el piano.
Sus dedos marfileños acarician el teclado
y desde su mirada vagabunda
pronuncia algo místico y delirante.
¡Qué dulce es el lamento
que ronda por sus labios entornados,
cuando el aire desempolva las flores ocres,
marchitas en el búcaro azul!
---
II
La luna guarda el secreto
de tan plácidas horas en el Ambigú
y el brillo de tus ojos
y el indeciso ruido de tus besos
en el silencio de la noche.
Mimada por el leve soplo del viento
retengo la vivacidad de mis sueños.
¡Añoro acariciar sus cabellos
y perdernos en los mercados
y esconderme en su alma
o en la pequeña ermita
para sentirle temblar
como las llamas de velas!
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III
No había luna la noche en que
un primer beso me hirió de amor
y se escondió, como un prófugo
que huye de si mismo.
Esparcían su luz difusa las estrellas
y bajo el cielo oscuro
contemplábamos
la huella de un ligero velo.
Es la estela de la vía láctea…
suspiró,
suspiramos,
y susurró:
Dicen que es enorme,
inmensa la suave niebla que brilla como la plata,
que es de un remoto mundo y su camino es grandioso,
miles de años invierten los rayos del sol en recorrerla.
¡Y si tuviéramos alas!
esa infinita distancia contigo no sería nada!
---
IV
Qué fue del hombre aquel.
Qué, de su vida,
que fue como un soleado verano
y se disipó en un laberinto de brumas
sin signos,
sin colores.
Perpetuaba las noches de otros tiempos,
los días de agonía,
y la feliz evocación de su primer amor.
Eternizaba las veces en que
acaso lanzó un beso
y arrulló con una dulce nana la cuna del niño.
Se enardecía los días de pugnas de pasión íntima
en que ahogó el aullido
como la dócil fragancia de las rosas.
Y de todo ¡solo Dios está al corriente!
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V
En los bosques profanos
donde se esconde el silencio,
me dijo entonces, sonriendo:
Te impulsará el amor y la memoria
de los niños abandonados
en los fatales aposentos,
en las angustias oscuras
en las noches ultrajadas
y en el sacrosanto espacio de los templos,
en los lugares que nadie jamás pisó,
en los murmullos de las voces y del aire,
en la palabra de los ramajes
hallarás un día poesía
¡más nunca en dañinos versos!
---
VI
Sobre la roca granítica,
parásita e indígena,
áspera…
como tú,
y entre las piedras
más yermas
he visto renacer
a criaturas
derrotadas
y tiernas.
¡Vosotros también la visteis!
Su rostro dócil y sosegado
dibuja su paz
y aunque llena de miedos
aún sigue intacta su esencia
y desbordan sus pupilas
los sueños de libertad.
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VII
Si notas, cuando anochece
los tules con que el relente
y espejos que en los balcones
visten la noche atrapada,
piensa que el sol mañanero
y la luz de madrugada
hieren, y verás sin razón
crearse tinieblas raras
y en la loseta baldía
criptógamas que divagan,
marinas de luna y humo
de apariencias alejadas
por donde se van los sueños
a la región de las hadas.
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VIII
Es esta anarquía ambigua
de albor y luz de rocío,
de ramas y brozas zafias,
y de matices extraños
que al diluirse asemejan
el trémulo rastro del alma.
Los cendales que al espíritu
cargan en las horas tristes,
como a destellos del sol
y a las aguas el relente,
si las traspasa tu risa
revierten en sueños albos.
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SANTIAMENES VAGOS - VIII
Es este desgobierno confuso
de inicio y expresión de aliento,
de castas y raíces salvajes
y de mestizajes raros
que al disolverse parecen
el convulso vestigio de su esencia.
Los hábitos que al ánimo
imputan en las horas afligidas,
como a la luz del amanecer
y a la humedad el relente,
si las traspasan sus gestos
revierten en visiones claras.
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© MAR - – Marisa Peral Sánchez - Revisión junio 2022