Sabina - Un canalla entrañable

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F. Enrique
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Sabina - Un canalla entrañable

Mensaje sin leer por F. Enrique »

1
Cerrado por derribo



Hace tiempo que encabezo mis opiniones con el "creo", el "pienso" o el "quizás", y eso es así porque he aprendido a reconocer que me había equivocado en cosas de las que me sentía muy seguro, porque he comprendido que creer en Dios no es hermoso si no se tiene una duda sobre su existencia. Creo que el Sabina que despedía un milenio y se asomaba a otro ya había dejado canciones para que se le recordara, pero es en este período en el que forja el resplandor de su leyenda de hombre derrotado pero no vencido aunque no haya dedicado una canción a los samnitas o a Pirro. Desconozco, como tú, los entresijos de una canción que siempre encontrará a alguien que la quiera escuchar sabiendo que habla de sí mismo y de su propio desconcierto ante el paso de los años. ¡Qué no daría el viejo y ya entrañable Joaquín por volver a sentir el temblor de asomarse a los cincuenta!

Sabina estuvo años forjando una leyenda de libertino urbano, tierno en las asperezas, rebelde hasta con su propia estampa, iconoclasta del jueves con Joaquín e inmisericorde con Sabina, y lo hizo francamente bien con canciones que todos tenemos en la cabeza que les niega que se desplieguen en el olvido como una bandera que se enamora del aire y no representa a nadie. Después estuvo años intentando sin contemplaciones deshacer esa leyenda que no era verdad ni mentira y llegó la inmortalidad con tres discos irrepetibles. Es un privilegiado que alcanzó su plenitud a la edad que muchos habían plegado sus velas incapaces de manejar los vientos que habían cambiado, supo encontrar un rumbo incierto en la deriva con la humildad forzosa de aquel que solo sabe que no puede engañarse a sí mismo y encuentra el arte en la belleza mórbida y decadente de sus propias ruinas.
2

Como un dolor de muelas





La madurez se alcanza cuando piensas con sinceridad que te puedes morir el día siguiente. Cuando es verdad sirve de poca ayuda a los otros, nunca nos creemos las palabras de alguien que va a morir, tampoco las de aquel que piensa que va a vivir para siempre cuando muera.

Sabina firma las palabras de otro, en este caso las del subcomandante Marcos, y logra una de los aportes más brillante a su colección de disparos a bocajarro, a este mundo en el que vivimos que parece enfadado con la verdad; cuando aparece lleva con frecuencia el desgaste por el paso de los años de Joaquín y los mordiscos de su deriva quevedesca.


Cuando solo nos queda la verdad de nuestro pensamiento, ese que nos recuerda que aparecieron otras arrugas en la frente de nuestros amigos, que nuestro cabello se llenó de sal amarga, que nuestro corazón dejará de latir sin saber que se habrá hecho de nosotros, cuando perdemos el miedo de morir porque, como diría Pablo, la vida no vale nada, y luego sueñas que estás despierto para volver a dormir.


Tara21 de octubre de 2017, 1:08

Cuentan que escribir, componer… es un acto privado e intransferible. Me desconcierta un poco este ¿encargo? Del subcomandante Marcos a Sabina. No se la parte de la letra de uno y de otro, aunque hay una simbiosis singular hasta el punto de ver en Sabina otro Sabina, como capas superpuestas perfectamente encajables. Es verdad lo que afirmas, el mejor de “los disparos a bocacarro”. Una canción gesto con su voz tan devaluada que emociona de puro desgaste. ¿Cómo quedarse impasible ante esto?
Como si llegaran a buen puerto mis ansias,
como si hubiera donde hacerse fuerte,
como si hubiera por fin destino para mis pasos,
como si encontrara mi verdad primera,
como un suspiro profundo y quedo,
como un dolor de muelas aliviado
,
Francisco, eres poeta hasta haciendo críticas tan asertivas y acertadas como esta que nos ofreces, sobre todo en su tramo final.

Nota.- Anoche, antes de irme a la cama me pareció leer algo distinto en esta entrada, no se si era que estaba destemplada por culpa de la gripe o qué.

Francisco Enrique León3 de noviembre de 2017, 2:36

La letra de esta canción tiene mucho de su firma aun en el caso de que no hubiera escrito ni un solo verso hace suyo el mensaje con una sinceridad que hiere y nos deja un halo redentor como si hubiéramos dejado el alma en cada golpe de voz. No podemos imaginar el "Aunque tú no lo sepas" sin el fantasma de Enrique Urquijo sobre el escenario del Galileo, sin el maduro adolescente que siempre fue Sabina deshojando el farewell de los besos que vienen y se van.
3

Por el bulevar de los sueños rotos.


Mi corazón se está quedando en el Madrid cosmopolita y mestizo, no lo puedo evitar, admiro a los camareros de los bares que frecuento esparcidos abundantemente en la cercanía del Sol, cada vez más diversos y eficientes en su acento y en su piel. Un Madrid cada vez más humano, como dijo Blas de Otero fieramente.

Aquí Sabina se pasó varias estaciones sin repostar. Directo y a las sienes de Chavela Vargas y su cruz de olvido, sus míticas borracheras y sed de sexo y de arte, su corazón en todas partes, pero primero en Madrid.

Joaquín me dejó con las ganas de haber compuesto una canción así, él y yo, andaluces, de La Elipa. Hubo un tiempo en el que desconfiábamos en los caprichos pretenciosos de nuestra gran urbe, ya tiene nuestro corazón, ya vibra con nuestras lágrimas, tan bien derramadas como están en honor de la gran e indomable Chavela.
4

Que se llama Soledad






que ser valiente no salga tan caro,
que ser cobarde no valga la pena.

Ayer un compañero nuestro me llevó a Claudio Rodríguez, no era la primera vez que lo leía y volví a encontrarme con lo mismo; admiración y desapego, hay algo que no conecta entre su sensibilidad y la mía, pero siempre percibí que me encuentro ante un gran poeta, que ya lo era apenas con 19 años.

Sé que a otras muchas personas les habrá ocurrido algo parecido, los que escribimos poemas siempre estaremos marcados por los poetas que nos llegan pero podremos ayudarnos de apreciaciones casi objetivas; dominio del lenguaje poético, léxico, ritmo, pausas, azares constatables... para reconocer que aunque no nos sintamos a gusto leyéndole nos encontramos ante un gran poeta, pero entramos de lleno en otros cuya principal virtud para nuestros ojos es que nos concilia con nuestra condición de hombres. No quiero decir con ello que Joaquín Sabina no tenga recursos poéticos, ni mucho menos, pero cuando pase el tiempo, ese dios implacable que pone a cada uno en su sitio, no será su técnica ni su habilidad con la pluma las que permitan su recuerdo, serán aquellas sentencias entreveradas, a veces en una canción no muy afortunada y el alma de lo que decía en apenas dos versos que implicaban su conocimiento de la naturaleza humana. Joaquín no tiene nada que ver con el Príncipe e intuyo que se siente dichoso de que así sea, ha sabido atravesar los pasillos sonrientes donde jugaba a ser feliz la criatura de Wilde y quedarse atrapado en el palacio de las preocupaciones donde el placer y el deseo tantas veces nos roban la sonrisa.

Una curiosidad, aunque parezca imposible, esta canción no la escribió Sabina.
5

Esta noche contigo




Voy añadiendo posts a mi colección que ya no adorna los pasillos, desde luego que Sabina no ha encontrado en mí un buen embajador, pero hago lo que puedo con las mejores intenciones, sin saber la razón, ya sé que vivo en el país que se ha empeñado en dar calidad de bueno a lo mediocre mientras los santos vuelven a irse de paseo.

Creo que merece la pena medir los versos de Sabina, son inmensamente largos, como una cita bíblica sin Dios que la corrija, como ese sueño que perseguimos y que lo mejor que nos puede pasar es que no lo alcancemos. España tiene muchas cosas malas, pero tiene cosas buenas que pueden ser objeto de estudios minuciosos; ¿Cómo es posible que tengamos tan buenos escritores entre tanta gente que no sabe leer?

Sé que Joaquín verá con buenos ojos que María le robe la cartera, que quiere mucho a la Jiménez y se siente orgulloso de haberle servido en bandeja de plata una obra maestra perdurable.
6

Peces de ciudad






Tus manos temblorosas esgrimen el papel
donde Byron dibuja la Hélade soñada,
y ya no quedan barcos para buscar las islas.

Estamos de acuerdo en que debemos llevarnos lo vivido, que lo más grande que hay no son las letras de cambio, en desuso hoy en día pero sustituidas por unas cláusulas más implacables aún con su letra pequeña en la que se suele decir que el diablo vendrá por tu alma teniendo al banco como intermediario, que hipoteca es una palabra amarga en la que los trabajadores nos dejamos media vida, que cuando habla el maestro del conceptismo urbano los parlanchines vacuos callan y los chalados nos arrimamos para ver si se nos pega algo, tarea harto difícil, ya que Joaquín estará en el barrio de las Letras cambiando ingenios con Quevedo.

Esta joya no funcionó ni bien ni mal, no estamos en disposición de exigir demasiado a un público acostumbrado a escuchar el sonido estruendoso de los platillos cuando se le advierte que llegan los aplausos mientras suena la ejecución rockera y farragosa de la maravillosa, dolorida e imperturbable princesa del recuerdo, cuando Madrid no era una fiesta y no quedaba cera para esculpir una herida más en lo perdido.

Pero mirad nombra a Brel y convierte a Amsterdam en una mujer que nunca pasa por nuestra calle mientras se desabrocha el último botón de nuestra camisa y sonríe con malicia porque sabe que ha enterrado contra su pecho el candor de nuestra mirada más peregrina, y se empapa del polvo de Desolation Row cuando Dylan sabía llorar y emocionaba a pesar de las limitaciones de su voz, y eso me pone un montón, me la quedaría solo por eso y tiene más, tiene poesía y sentimiento, tiene crítica social y un estribillo derrotado que vence al tiempo.

Un genio en el apogeo de la sonrisa irónica y amarga no exenta de ternura, un poeta sin más límites que su propia imaginación, un músico que desaparece para entregarnos sus cenizas llenas de vida y sinceridad en un urna que ama, como la mañana al sol, al ruiseñor nocturno de un jovencito inglés tísico que agoniza en la Italia eterna que nos pertenece desde que vimos la luz.

¿Si me gusta Sabina? No os lo ibais a creer si dijera que no. Es el más grande, con permiso de su primo el Nano. Serrat es demasiado grande, ya peregriné al portal de sus primeros pasos, de su niñez breliana de soñador que enamora a los vientos y, sin embargo, Joaquín ha ido con él de la mano, Serrat ya no es Serrat, se dejó el corazón en Piel de Manzana, Joaquín dio lo mejor de sí mismo cuando se adentraba peligrosamente en los cincuenta, cuando dejó de mirarse en el espejo y reservó el grito para aliviarse de un dolor de muelas.

7

Amores eternos







Le di mis noches y mi pan, mi angustia, mi risa,
a cambio de sus besos y su prisa;
con ella descubrí que hay amores eternos
que duran lo que dura un corto invierno.

Sabina se olvidó de que había escrito esta canción. No es algo que no suela ocurrir, muchos nos dimos cuenta de que Aznavour no supo cuidar lo que era necesario en el gesto indefiniblemente oscuro de la ironía desangelada cuando solo quedaban los lamentos. Quizás ya nadie crea en los amores eternos pero es preciso que los veamos así el rato que duran. Cuánto me hubiera gustado, en los dos conciertos que he tenido la suerte de ir a verle, haber escuchado su voz, ahora que la tiene rota y echa de menos a Chavela, entonar este prodigio de amor fugaz que perdura en forma de canción.

¿Cuál es el mejor poeta español de la actualidad? Lamento decepcionar a algunos que leen mucha poesía, pero se han obnubilado, no la buscan y no la entienden cuando se expresa en su prístina claridad, yo me decido por el autor de Peces de ciudad[ii], cuando nada en un mar tibio que no llega a puerto y, sin embargo, en el trayecto dice lo que siente para cantar las letanías del naufragio, y recordarnos que nos sobran los motivos para escribir un verso de amor en un poema de olvido.

(18 de octubre de 2014- 7 de diciembre de 2014)


Desgraciadamente solo unos meses separaron ambos conciertos y se repitieron dichos, chistes y canciones, por lo demás soberbio, sobre todo en el Palau.
[ii] Si alguien me dice que es Luis García Montero o Vicente Martín no pondría el menos reparo.


María G. Romero.11 de febrero de 2017, 3:14

Me gusta mucho la reseña que haces tanto de Sabina como de Aznavour para significar la importancia de lo eterno en su fugacidad.
En cuanto al mejor poeta actual, siempre será subjetivo, a partir del claro "me gusta o no me gusta", entra la racionalización para apoyar, argumentar, nuestra percepción de lo que nos conmueve o no nos dice nada.

Francisco Enrique León11 de febrero de 2017, 11:38

Ayer un compañero nuestro me llevó a Claudio Rodríguez, no era la primera vez que lo leía y volví a encontrarme con lo mismo; admiración y desapego, hay algo que no conecta entre su sensibilidad y la mía, pero siempre percibí que me encuentro ante un gran poeta, que ya lo era apenas con 19 años.

Sé que a otras muchas personas les habrá ocurrido algo parecido, los que escribimos poemas siempre estaremos marcados por los poetas que nos llegan pero podremos ayudarnos de apreciaciones casi objetivas; dominio del lenguaje poético, léxico, ritmo, pausas, azares constatables... para reconocer que, aunque no nos sintamos a gusto leyéndole, nos encontramos ante un gran poeta, pero entramos de lleno en otros cuya principal virtud para nuestros ojos es que nos concilia con nuestra condición de hombres. No quiero decir con ello que Joaquín Sabina no tenga recursos poéticos, ni mucho menos, pero cuando pase el tiempo, ese dios implacable que pone a cada uno en su sitio, no será su técnica ni su habilidad con la pluma las que permitan su recuerdo, serán aquellas sentencias entreveradas, a veces en una canción no muy afortunada y el alma de lo que decía en apenas dos versos que implicaban su conocimiento de la naturaleza humana. Joaquín no tiene nada que ver con el Príncipe e intuyo que se siente feliz de que así sea, ha sabido atravesar y quedar atrapado en el palacio de las preocupaciones.

8

Postdata







Porque voy caminando sin rumbo hacia tus brazos
y no tengo palabras
hermosas que ofrecerte,
he perdido el pudor de admitir mis errores,
apagado la llama que brotaba en mis labios
ahora que las llagas del pecado se muestran.
(Derrota)



Creo que en la poesía, como en tantas otras cosas de la vida, se trata de tomar decisiones, y uno no sabe nunca si ha tomado la adecuada. Apenas he disfrutado escribiendo, eran nubes de verano que descargaron algún poema y en mi ciudad que no es mía hay agostos que se olvidan de sus gotas nocturnas y refrescantes. Tuve que decantarme entre la poesía y los poetas. No fue fácil pues no supe, sigo sin saberlo, donde está la frontera entre la una y los otros. Mal que bien he comprendido que la poesía no es un fin sino un medio, que su inutilidad es necesaria para que el pobre no pierda la sonrisa aunque no quiera saber de dónde viene, si sonríe para demostrar que vive y devuelva los golpes siempre a Viridiana, nunca a aquellos que provocan y alimentan la pobreza, que la tiranía de la lógica nos ha quitado la razón, que Descartes no ha pasado a la historia por tener un estilo hermoso o haber encontrado a Dios, que un pueblo puede vivir, en la indeterminación que nos castiga, sin políticos pero no sin un poeta. Esto último y las limitaciones morales de nuestros representantes hicieron que me abrazara a la metáfora; he aprendido a ver imágenes con los ojos cerrados.


Evidentemente nunca me he detenido a pensar lo que pienso, de haberlo hecho no hubiera escrito poesía, me habría dedicado a actividades interesantes como salvar a España sin prescindir de algunos de sus hijos, como despertar a Ceuta de la pesadilla de una oligarquía que saluda y sonríe mientras su cobardía y mantener sus privilegios nos llevan a la muerte mientras a ellos les espera, para mostrar el milagro de la resurrección, una casa al otro lado de este Estrecho tan largo que nos separa del resto de los españoles. Elegimos a los verdugos, nos quejamos de que utilicen la hoguera para apagar nuestro ardor. Al final estamos solos con el rumor del arroyo y la tierra de nuestros mayores que lloraban por alegrías.
No soy de aquí ni soy de allá.
(Facundo Cabral)
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