Soy un engendro de Cthulhu
Publicado: Dom, 29 May 2022 13:39
El terror no tiene ni forma, ni nombre...
Unos tentáculos se extendían,
como atávico instinto, por mis muslos,
cerca de la húmeda metáfora de mi sexo,
y devora mis pensamientos como espíritu olvidado.
Clavando un obelisco
en el centro de mi vientre.
Allí, donde está el centro de gravedad
se provocaba el colapso de un horror cósmico, toda luz es de cuerpos muertos
que invaden el pasado,
igual que la luna,
cuyo magnetismo inerte,
enloquece a cualquier enamorado
que se atreva a mirarla directamente.
La certeza, es el mayor obstáculo de los ignorantes, cientos de ojos,
se concentraban en sus manos
siendo apéndices de la corrupción
donde la realidad se moldea por capricho, indeterminación,
de los monstruos con pezuñas de vidrio
que se parten al dar un primer paso,
no son dueños ni de ellos mismos.
Y se arrastran hasta mi boca,
incorpóreos, para beber.
El miedo nunca se sacia.
En la oscuridad polvorienta de la ceguera,
en la incomprensión de lo diferente,
en la soledad de una masturbación silenciosa
de las entrañas de la inconsciencia,
la violencia se contagia en las ratas
que no conocimos nunca,
sino que nos dicen cómo son,
y tú te lo crees y destruyes cualquier opción.
Trastorno al que pretendemos darle una virtud, quimeras de fobias que solo existen
para alimentarse de nosotros.
Soy una sincera bestia de Lovecraft,
soy un engendro de Cthulhu,
que se arrodilla a la entrega de la última plegaria, a los pies de la montaña de la locura.
Porque del caos primario,
de la nada oscura, nace el efímero orden.
Y ahí la inmortalidad.
Y ahí mi verdad.
Cada uno elige su propio infierno
.
.
.
O su propio paraíso.
Unos tentáculos se extendían,
como atávico instinto, por mis muslos,
cerca de la húmeda metáfora de mi sexo,
y devora mis pensamientos como espíritu olvidado.
Clavando un obelisco
en el centro de mi vientre.
Allí, donde está el centro de gravedad
se provocaba el colapso de un horror cósmico, toda luz es de cuerpos muertos
que invaden el pasado,
igual que la luna,
cuyo magnetismo inerte,
enloquece a cualquier enamorado
que se atreva a mirarla directamente.
La certeza, es el mayor obstáculo de los ignorantes, cientos de ojos,
se concentraban en sus manos
siendo apéndices de la corrupción
donde la realidad se moldea por capricho, indeterminación,
de los monstruos con pezuñas de vidrio
que se parten al dar un primer paso,
no son dueños ni de ellos mismos.
Y se arrastran hasta mi boca,
incorpóreos, para beber.
El miedo nunca se sacia.
En la oscuridad polvorienta de la ceguera,
en la incomprensión de lo diferente,
en la soledad de una masturbación silenciosa
de las entrañas de la inconsciencia,
la violencia se contagia en las ratas
que no conocimos nunca,
sino que nos dicen cómo son,
y tú te lo crees y destruyes cualquier opción.
Trastorno al que pretendemos darle una virtud, quimeras de fobias que solo existen
para alimentarse de nosotros.
Soy una sincera bestia de Lovecraft,
soy un engendro de Cthulhu,
que se arrodilla a la entrega de la última plegaria, a los pies de la montaña de la locura.
Porque del caos primario,
de la nada oscura, nace el efímero orden.
Y ahí la inmortalidad.
Y ahí mi verdad.
Cada uno elige su propio infierno
.
.
.
O su propio paraíso.