Regreso del silencio
Publicado: Vie, 27 May 2022 9:24
Hoy mis manos regresan de su exilio de silencio
hasta el origen,
hasta la primera palabra no escrita
que quedó sepultada en el tintero.
Urgidos los dedos de contacto con la pluma
y la pituitaria del aroma a tinta,
decido dejar de lamerme mis heridas
para escribir desde las vísceras de la conciencia,
desde las tripas ardientes de la razón pura,
y con la sangre hirviendo en los adentros,
porque es difícil callar
cuando el eco de las piedras
denuncia los pasos agitados en la calle
y la penumbra, como plaga bíblica,
se alarga imparable hacia poniente.
El interés económico
condenó al silencio las palabras,
y los coléricos tambores de guerra
comienzan su estruendosa batucada,
mientras que los dioses, borrachos de ego,
duermen a pierna suelta, impotentes,
su más que generosa siesta.
Tras el hermético mutismo de las piedras
ardientes navajas de fuego
escapan de las baterías de tubos lanzamisiles,
rasgan la oscuridad con sus destructivas cargas,
que vuelan vertiginosas hacia el espanto,
sin detectores de inocentes en sus puntas.
Luego, el silencio,
ese silencio frío y espeso de la espera,
que únicamente rompen,
el dramático ulular de las sirenas
y las atronadoras explosiones,
con sus esperpénticos demonios de fuego y metralla,
sembrando a destajo pavorosos incendios,
destrucción y cascotes, muerte y quejidos.
Dolorosas muertes y agudos quejidos,
de cuerpos brutalmente mutilados,
en la ciudad que yace devastada
porque no se construyó pensando en ser trinchera,
pero que es catacumba,
donde resiste heroicamente, casi sin nada,
cada vez más desesperanzada, la esperanza,
y también cementerio improvisado
donde se agremian en las aceras
o atrapados bajo toneladas de escombros,
los cuerpos de inocentes,
que jamás llegaron al refugio.
Han callado otra vez las explosiones,
el ulular de las sirenas enmudece,
y entre el polvo y el humo
un silencio hondo estremece
las destruidas calles solitarias.
¡Es hora de atender a los heridos
y de identificar y enterrar los muertos!
© - Antonio Urdiales – Año 2022
hasta el origen,
hasta la primera palabra no escrita
que quedó sepultada en el tintero.
Urgidos los dedos de contacto con la pluma
y la pituitaria del aroma a tinta,
decido dejar de lamerme mis heridas
para escribir desde las vísceras de la conciencia,
desde las tripas ardientes de la razón pura,
y con la sangre hirviendo en los adentros,
porque es difícil callar
cuando el eco de las piedras
denuncia los pasos agitados en la calle
y la penumbra, como plaga bíblica,
se alarga imparable hacia poniente.
El interés económico
condenó al silencio las palabras,
y los coléricos tambores de guerra
comienzan su estruendosa batucada,
mientras que los dioses, borrachos de ego,
duermen a pierna suelta, impotentes,
su más que generosa siesta.
Tras el hermético mutismo de las piedras
ardientes navajas de fuego
escapan de las baterías de tubos lanzamisiles,
rasgan la oscuridad con sus destructivas cargas,
que vuelan vertiginosas hacia el espanto,
sin detectores de inocentes en sus puntas.
Luego, el silencio,
ese silencio frío y espeso de la espera,
que únicamente rompen,
el dramático ulular de las sirenas
y las atronadoras explosiones,
con sus esperpénticos demonios de fuego y metralla,
sembrando a destajo pavorosos incendios,
destrucción y cascotes, muerte y quejidos.
Dolorosas muertes y agudos quejidos,
de cuerpos brutalmente mutilados,
en la ciudad que yace devastada
porque no se construyó pensando en ser trinchera,
pero que es catacumba,
donde resiste heroicamente, casi sin nada,
cada vez más desesperanzada, la esperanza,
y también cementerio improvisado
donde se agremian en las aceras
o atrapados bajo toneladas de escombros,
los cuerpos de inocentes,
que jamás llegaron al refugio.
Han callado otra vez las explosiones,
el ulular de las sirenas enmudece,
y entre el polvo y el humo
un silencio hondo estremece
las destruidas calles solitarias.
¡Es hora de atender a los heridos
y de identificar y enterrar los muertos!
© - Antonio Urdiales – Año 2022