13 aniversario - © Blanca Sandino - Indah
Publicado: Lun, 23 May 2022 13:27
No he podido escribir ni una sola línea dedicada a ti, guajina.
Pero os dejo un regalo escrito por ella.
© Blanca Sandino - Indah
Trece aniversario de su muerte. 23 mayo 2009 - 2022
Relato
Un, dos, tres
I
Durante muchos meses, cada vez que me miraba al espejo lo hacía con la
esperanza de que "Alicia" me mostrara la puerta para entrar en su mundo.
Hoy la he visto, me ha sonreído y me ha invitado a salir de él. He llorado
por mi infancia perdida.
II
Con claridad tan clara como la luz del día, sé de mi inconsciencia: cuando,
como cada tarde, mi sombra huye para encontrarse con su sombra, yo la sonrío
y me despido de ella con un confiado: "hasta mañana".
III
Y es que hay un instante en el que el sueño juega al escondite con la
muerte. Eso decía un amigo de mi abuelo. Desde entonces, como ya no puedo
hacer como si no lo supiera, antes de dormirme me adelanto, y digo: uno,
dos tres, por mi sombra, por todos mis compañeros, y por mí primero. Pero
a veces no sirve.
IIII
"Como olvidar que lo sabemos/ Tiempo que entreabre los párpados/ Y se deja
mirar y nos mira", decía Octavio Paz. Me hubiera gustado conocerle y,
también, decirle que lo mismo ocurre con los granos de maíz. Bueno, pero
sólo cuando te castigan a pasar toda una tarde de verano mirándolos.
V
Había en un escaparate un libro: "Rayuela". No entendía mucho de libros ni
de escritores -tampoco ahora-, pero aquel señor me cayó muy bien: por
primera vez consideré que había cosas importantes en mi vida, entre ellas,
sin duda, estaban aquellos largos ratos que pasaba saltando a la pata coja,
aunque en mi tierra se llama "cascayu". Quizá me confundí de "Rayuela" por
eso, aunque admiro a Cortázar, nunca he querido leer su cuento.
VI
Acababa casi de llegar al pueblo, con ese airecillo de capital –no había
dado tiempo aún a que se me quitara- , y un “conjuntito” que me costó años
perdonarle a mi madre: amarillo pollo con lunares blancos. Pero no fue
impedimento: "¡suéltalo!", le dije al guaje. "¿Qué me das a cambio?" "¿Qué
quieres?", respondí, pensando que lo que más me apetecía era darle una
pedrada. Cuando aquel secuestrador de pájaros me dijo el precio, me aseguré,
con firmeza, que se merecería todo lo que le ocurriera, pero acepté el
trato. "¡venga, venga, le dije, o me arrepentiré". Ah, la avaricia, no sólo
rompe el saco, sino que abre las manos. El pajarillo salió volando y yo me
quedé con lo que era mío; y con mis chocolatinas; y con mi bicicleta y,
también..., con mi “precioso conjuntito de lunares”.
VII
Desde aquel día (me he dicho muchas veces, sin encontrar más nexo común a
estas dos imágenes que los "lunares" ), recorro círculos concéntricos,
hacia dentro, hacia dentro, siempre hacia dentro. Sé que estoy a punto de
llegar, a punto de estallar como un milagro, a punto de encontrar la palabra
que busco: la precisa, la exacta, la concéntrica.
[©Indah. Abril de 2002]
Pero os dejo un regalo escrito por ella.
© Blanca Sandino - Indah
Trece aniversario de su muerte. 23 mayo 2009 - 2022
Relato
Un, dos, tres
I
Durante muchos meses, cada vez que me miraba al espejo lo hacía con la
esperanza de que "Alicia" me mostrara la puerta para entrar en su mundo.
Hoy la he visto, me ha sonreído y me ha invitado a salir de él. He llorado
por mi infancia perdida.
II
Con claridad tan clara como la luz del día, sé de mi inconsciencia: cuando,
como cada tarde, mi sombra huye para encontrarse con su sombra, yo la sonrío
y me despido de ella con un confiado: "hasta mañana".
III
Y es que hay un instante en el que el sueño juega al escondite con la
muerte. Eso decía un amigo de mi abuelo. Desde entonces, como ya no puedo
hacer como si no lo supiera, antes de dormirme me adelanto, y digo: uno,
dos tres, por mi sombra, por todos mis compañeros, y por mí primero. Pero
a veces no sirve.
IIII
"Como olvidar que lo sabemos/ Tiempo que entreabre los párpados/ Y se deja
mirar y nos mira", decía Octavio Paz. Me hubiera gustado conocerle y,
también, decirle que lo mismo ocurre con los granos de maíz. Bueno, pero
sólo cuando te castigan a pasar toda una tarde de verano mirándolos.
V
Había en un escaparate un libro: "Rayuela". No entendía mucho de libros ni
de escritores -tampoco ahora-, pero aquel señor me cayó muy bien: por
primera vez consideré que había cosas importantes en mi vida, entre ellas,
sin duda, estaban aquellos largos ratos que pasaba saltando a la pata coja,
aunque en mi tierra se llama "cascayu". Quizá me confundí de "Rayuela" por
eso, aunque admiro a Cortázar, nunca he querido leer su cuento.
VI
Acababa casi de llegar al pueblo, con ese airecillo de capital –no había
dado tiempo aún a que se me quitara- , y un “conjuntito” que me costó años
perdonarle a mi madre: amarillo pollo con lunares blancos. Pero no fue
impedimento: "¡suéltalo!", le dije al guaje. "¿Qué me das a cambio?" "¿Qué
quieres?", respondí, pensando que lo que más me apetecía era darle una
pedrada. Cuando aquel secuestrador de pájaros me dijo el precio, me aseguré,
con firmeza, que se merecería todo lo que le ocurriera, pero acepté el
trato. "¡venga, venga, le dije, o me arrepentiré". Ah, la avaricia, no sólo
rompe el saco, sino que abre las manos. El pajarillo salió volando y yo me
quedé con lo que era mío; y con mis chocolatinas; y con mi bicicleta y,
también..., con mi “precioso conjuntito de lunares”.
VII
Desde aquel día (me he dicho muchas veces, sin encontrar más nexo común a
estas dos imágenes que los "lunares" ), recorro círculos concéntricos,
hacia dentro, hacia dentro, siempre hacia dentro. Sé que estoy a punto de
llegar, a punto de estallar como un milagro, a punto de encontrar la palabra
que busco: la precisa, la exacta, la concéntrica.
[©Indah. Abril de 2002]