Tiempos de cambio VI
Publicado: Lun, 23 May 2022 13:13
La primera y única vez que me llamaron "charnega" no sabía su significado, aunque intuí que era un insulto por el tono de voz y el desprecio con que se me dijo.
Luego supe que los "charnegos" éramos los hijos e hijas de los inmigrantes andaluces y extremeños criados en Catalunya.
Jamás volvieron a referirse a mí en esos términos por lo que no le di más importancia, del mismo modo que no le encontré sentido reprochar a alguien por algo que no elige, como la procedencia de sus padres.
Vivíamos en un barrio barcelonés en el que la mayoría de sus habitantes eran andaluces.
Comíamos andaluz, hablábamos andaluz y en la radio sonaba música andaluza.
En mi escuela, la mayoría éramos "charnegos", había muy pocos catalanes de origen catalán. Palmoteábamos a ritmo de rumba, letras de los Chichos y los Chunguitos, e idolatrábamos al Vaquilla: el héroe del barrio: un "delincuente habitual, contra la propiedad..." como cantara Sabina.
Tres años antes de que yo naciese, nació la primera hija de mis padres.
En aquellos tiempos no existía la sanidad pública universal, tal y como hoy la conocemos en el estado español. Existía la privada, inaccesible para la mayoría de la población y luego había un servicio de beneficencia, casi como de caridad por parte de la dictadura franquista que estaba gestionado por órdenes religiosas.
Cuando mi madre se puso de parto, fueron a una de esas residencias en el centro de Barcelona. Se llamaba "Residencia de Francisco Franco".
A mi madre le dijeron que la niña venía mal, así que le practicaron una cesárea. Al concluir, la religiosa avisó a mi padre de que la niña había nacido muerta y que mi madre estaba grave.
Mi padre se centró única y exclusivamente en la recuperación de mi madre, sin hacer preguntas de qué ocurrió con el cuerpo de su hija muerta. Nadie les entregó el cuerpo, ni les dijeron dónde la enterraron.
Años después, cuando salió a la luz pública los casos de bebés robados entre los años 60 y 80 en toda España, en mi casa se abrieron interrogantes que jamás se cerraron.
Luego supe que los "charnegos" éramos los hijos e hijas de los inmigrantes andaluces y extremeños criados en Catalunya.
Jamás volvieron a referirse a mí en esos términos por lo que no le di más importancia, del mismo modo que no le encontré sentido reprochar a alguien por algo que no elige, como la procedencia de sus padres.
Vivíamos en un barrio barcelonés en el que la mayoría de sus habitantes eran andaluces.
Comíamos andaluz, hablábamos andaluz y en la radio sonaba música andaluza.
En mi escuela, la mayoría éramos "charnegos", había muy pocos catalanes de origen catalán. Palmoteábamos a ritmo de rumba, letras de los Chichos y los Chunguitos, e idolatrábamos al Vaquilla: el héroe del barrio: un "delincuente habitual, contra la propiedad..." como cantara Sabina.
Tres años antes de que yo naciese, nació la primera hija de mis padres.
En aquellos tiempos no existía la sanidad pública universal, tal y como hoy la conocemos en el estado español. Existía la privada, inaccesible para la mayoría de la población y luego había un servicio de beneficencia, casi como de caridad por parte de la dictadura franquista que estaba gestionado por órdenes religiosas.
Cuando mi madre se puso de parto, fueron a una de esas residencias en el centro de Barcelona. Se llamaba "Residencia de Francisco Franco".
A mi madre le dijeron que la niña venía mal, así que le practicaron una cesárea. Al concluir, la religiosa avisó a mi padre de que la niña había nacido muerta y que mi madre estaba grave.
Mi padre se centró única y exclusivamente en la recuperación de mi madre, sin hacer preguntas de qué ocurrió con el cuerpo de su hija muerta. Nadie les entregó el cuerpo, ni les dijeron dónde la enterraron.
Años después, cuando salió a la luz pública los casos de bebés robados entre los años 60 y 80 en toda España, en mi casa se abrieron interrogantes que jamás se cerraron.