Infanticida
Publicado: Sab, 14 May 2022 8:53
En el lecho antiguo de un aposento yace,
en fragmentos de sangre un rostro que espantado,
los ojos despavoridos hacia un altar mece,
mientras la sangre inunda su cuello degollado.
Y desfilan por sus cejas un enjambre de moscas,
mientras su altanera boca repleta está de espuma,
cual la del mar rugiente enfrentado por la bruma,
y la muerte ya se extiende por sus facciones hoscas.
Los santos lo contemplan con sus rostros piadosos,
el demonio sonríe sentado en el mismo lecho,
dios juega con sus dados y sus dedos hermosos,
ignorando la cruz clavada en el pobre pecho.
Cuerpo desmembrado, cabeza del padre cruel,
y la lluvia con sus lágrimas lavando el azul cristal,
el asesino infante de pie sobre un matorral,
perdida la inocencia por la lujuria de aquel,
Que en la sacristía cual huella de satánico pincel,
encontró el castigo justo por su pecado mortal.
El niño con gesto de extravío,
inundada el alma del sabor de la locura,
ríe mientras llora y moja su atavío,
de campesino pobre, de víctima la figura.
Y con su pequeña mano alzada hacia el negro cielo,
susurra quedo para que solo alguien le escuche:
He aquí la obra de un querido señor risueño,
he aquí la amalgama de las mentiras dulces,
en mi los dolores del pastor del rebaño,
por mi cuerpo sus dedos infectos cada noche,
engendraron los deseos sangrientos en los que hoy me baño,
sonriendo demente de cara hacia tu corte,
mostrándote oh dios de tu ministro el daño.
Poemas de Mamá María
Fernando Gonzalez
en fragmentos de sangre un rostro que espantado,
los ojos despavoridos hacia un altar mece,
mientras la sangre inunda su cuello degollado.
Y desfilan por sus cejas un enjambre de moscas,
mientras su altanera boca repleta está de espuma,
cual la del mar rugiente enfrentado por la bruma,
y la muerte ya se extiende por sus facciones hoscas.
Los santos lo contemplan con sus rostros piadosos,
el demonio sonríe sentado en el mismo lecho,
dios juega con sus dados y sus dedos hermosos,
ignorando la cruz clavada en el pobre pecho.
Cuerpo desmembrado, cabeza del padre cruel,
y la lluvia con sus lágrimas lavando el azul cristal,
el asesino infante de pie sobre un matorral,
perdida la inocencia por la lujuria de aquel,
Que en la sacristía cual huella de satánico pincel,
encontró el castigo justo por su pecado mortal.
El niño con gesto de extravío,
inundada el alma del sabor de la locura,
ríe mientras llora y moja su atavío,
de campesino pobre, de víctima la figura.
Y con su pequeña mano alzada hacia el negro cielo,
susurra quedo para que solo alguien le escuche:
He aquí la obra de un querido señor risueño,
he aquí la amalgama de las mentiras dulces,
en mi los dolores del pastor del rebaño,
por mi cuerpo sus dedos infectos cada noche,
engendraron los deseos sangrientos en los que hoy me baño,
sonriendo demente de cara hacia tu corte,
mostrándote oh dios de tu ministro el daño.
Poemas de Mamá María
Fernando Gonzalez