Inmerso
en la soledad de tu voz,
en el descanso de la pupila,
en los motivos del sabio.
Cuando el mar ha desatado
su bravura
y la sal reparte dolor
en las heridas mundanas,
se puede oír el rumor
de tus sandalias
arropando
el suelo de las interrogantes.
Umbría espiga de pensamiento,
hospitalario ojo en la quietud
de las palmas,
captura de la verdad
en los finales felices.
Puedo verte, novedoso hombre, crecida alma entre los mortales.
Me gusta ser tu gran sueño, todavía en obras.
