Pink Floyd - Ojalá estuvieras aquí - Cerebro dañado

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

Moderador: Hallie Hernández Alfaro

Avatar de Usuario
F. Enrique
Mensajes: 8427
Registrado: Mié, 22 Ago 2012 19:47
Ubicación: Abyla
Contactar:

Pink Floyd - Ojalá estuvieras aquí - Cerebro dañado

Mensaje sin leer por F. Enrique »


Ojalá estuvieras aquí

¿Puedes distinguir entonces
entre el Paraíso y el Infierno?
¿Los cielos azules del dolor?
¿Distinguir entre un campo verde
y una gélida vía de acero?
¿Entre un esbozo y una sonrisa?
¿Piensas que puedes distinguirlos?

¿Lograron que cambiaras
tus héroes por fantasmas?
¿Cenizas ardientes por árboles?
¿Aire cálido por una brisa fresca?
¿Un confort insulso por el cambio?
¿Canjeaste
un papel anecdótico en la guerra
por el de actor principal en una jaula?

Cómo me gustaría
que estuvieras aquí.

Solo somos dos almas
nadando en una pecera
año tras año
corriendo sobre el mismo
viejo proscenio.

¿Qué hemos encontrado?
Los mismos miedos de siempre.
Ojalá estuvieses aquí.
(Roger Waters )


Esta canción de Pink Floyd era la que más nos unía, quizás Star Man o Five Years de Bowie estuvieran ahí, entre las nuestras. Pero era el talento como compositor de Roger Waters, la voz de terciopelo compungida de David Gilmour y el recuerdo del genial y malogrado Syd Barrett los que hicieron posible que esta canción pasara a ser una de las maravillas imperecederas del pop-rock.

¿Puede ser tu amigo alguien con quien solo una vez te tomaste una copa y que, en buena lógica, pertenecería al ámbito de los compañeros de trabajo o de los conocidos que te caen bien? Hace una semana hubiera dicho que no, ahora pensando en lo que una persona deja en ti, aunque ni siquiera lo hubiera pretendido, cambiaría la respuesta. No puede ser sino un amigo alguien que te enseña a amar a Bach y a Schubert en sus gigantescas dimensiones, que te deja algo de su erudición y de su bagaje cultural, de su independencia, a pesar de sus equivocaciones, que, aunque entre líneas y de una forma difusa, te habla del sufrimiento y de que ha llegado a odiar “Pequeña serenata diurna”, probablemente la canción que más amaba.

Roberto y yo teníamos muchos puntos en común, empezamos muy pronto a trabajar en la misma empresa, aunque en distintas ciudades, ambos estábamos ya casados y teníamos un niño, casi de la misma edad, más o menos como nosotros mismos, ambos pasamos en circunstancias desfavorables por una casa de putas, como él solía decir, en la que los menos favorecidos lo poníamos todo por orgullo.

Los dos adorábamos la música, él situaba la clásica varios peldaños por encima de la popular. Intenté explicarle, en vano, que si Mozart hubiera nacido en nuestros días se llamaría Paul McCartney y Bob Dylan sería Beethoven. Salvaba muy poco de estos tiempos modernos, lo bueno fue que coincidíamos en nuestros gustos sobre la música del momento. Pink Floyd y dos de sus cinco obras maestras los tenía en cuenta como si se trataran de auténticas sinfonías; "La cara oculta de la Luna" y "Ojalá estuvieses aquí" eran situadas en su mente dentro del terreno de lo imprescindible, el viaje al sonido que nos recomendó cuando éramos muy jóvenes uno de los críticos de rock más importantes que ha habido en España.

Vamos a imaginar que somos músicos y que somos muy buenos, tocamos y componemos en esta banda. Él no podría haber sido otro que Syd Barrett, yo tendría en Roger Waters el yugo que somete a mi propia creatividad. Él ha decidido dar un carpetazo involuntario con todas sus fuerzas y me deja un poco solo en la tarea de sacar la empresa adelante. Tres años duros, muy duros con discos experimentales y confusos, y otros, además, mediocres. El asunto empieza a aclararse con la ensoñadora y fascinante "Ecos", hay que dar el paso definitivo, dejamos de tocar en público para concentrarnos en cuerpo y alma a ese proyecto. De repente, vuelve a aparecer Roberto, en esa nostalgia, en esos sueños perdidos. Waters se saca de la manga Brain Damage (Cerebro dañado) y lo fusiona magistralmente con Eclipse.


El grupo tarda dos años y medio en publicar un nuevo álbum, en éste, el guiño antológico que hemos comentado es la espina dorsal desde la que dimanan todas las pretensiones de ofrecer un homenaje sincero y angustiado al principio de un camino que se antojaba interminable. La sinfonía de nuestros días es "Brilla sobre ti un diamante loco". Esta canción, la más trabajada y de más nítido sonido, iba a dar el título al álbum, afortunadamente lo cambiaron por "Ojalá estuvieses aquí", "Les adieux" de todas las horas para los amantes del genio malogrado del rock.

*** *** *** *** ***
La música fue el hilo conductor de casi toda nuestra relación. No fue un capricho que intentara articular todo el poema sobre ella. No aparecen compositores españoles de música clásica porque, erróneamente, no los tenía bien considerados. De la otra música, como decía él, hice referencias a Pink Floyd y a Georges Brassens, pero me olvidé de David Bowie y su Ziggy Stardust.

Ya ves, Beatriz, he puesto "Ojalá estuvieras aquí" mientras te escribo y no solo por Roberto sino también por Syd Barrett que fue quien inspiró esta canción por su deriva mental y emocional. Leía durante aquellos días, en el prólogo que Antonio Tabucchi escribió para "Fragmentos" de Marilyn Monroe, acerca del problema que arrastran las personas sensibles e inteligentes para situarse en un mundo que no es el suyo. Creo que en esto último situaría el paso de una noticia que me afecta más conforme avanza el tiempo. Pretendí que todo lo que se decía en el poema fuera cierto. Al final, nos queda la música.

(Conversaciones con Beatriz - 23-11-2012)
A Roberto

¿Qué hemos hallado?
Los mismos miedos de siempre.
¡Ojalá estuvieses aquí!
(Roger Waters – David Gilmour)

Adiós, esta música celta se ahoga
sin latido, sin gaita que despierte
en los recovecos que ha dejado tu figura,
tan olvidada de ti mismo que recurre
al ensayo de un adagio enrevesado
que se pierde en el aire, su vereda,
para no tocar las manos que lo arrancan.

No quisiste ver el mar antes de la alborada,
este mar que saluda desde ventanas grises sin pañuelos,
desde la melodía sin ritmo de las olas
que hacen que te recuerde la guitarra sin cuerdas
que tocaste cuando llevabas el pelo largo,
creías que te llamabas David Gilmour
y cantabas con voz de terciopelo emocionada
“Ojalá estuvieras aquí”.

Has de mantener alta la frente cuando cruces
el bulevar sin gloria que erosiona con sus garras el olvido,
cuando apures el vaso que te lleve hacia las sombras,
cuando habites en el lugar tenebroso
donde Hades domina
al fondo de la escalera sin barandas
donde acaban el dolor y los recuerdos.

Adiós, tenaz compañero que apenas los nombrabas
cuando en tus entrañas se desangraba tu suerte
por haber errado el rumbo
en la ciudad de los milagros,
cuando Beethoven gemía sintiendo un claro de luna
y tus ojos se empañaban de la melancolía
que nunca encontró tus labios, ni acarició tus manos,
y todo se desterraba hacia dentro
cuando un fallo del sistema te absorbía la mañana.

Adiós, quizás las sombras no sean tan oscuras,
quizás se calme el viento, triunfe la Primavera,
y un ruiseñor de luz se adueñe de tu noche
para seguir cantando donde reina el silencio.

Si la música suena en el país de los tristes
adonde fue expulsada para enjugar una lágrima,
donde otra muerte asombre con sus curvas de ninfa
y su túnica abra con un sarcasmo hiriente,
entonces, quizá entonces
reclames el aliento, las ganas, la sonrisa
que tomar no quisiste
cuando estabas a tiempo
de comprar un billete para el viaje a Viena
donde suena la flauta mágica y ensoñadora
de un Mozart prodigioso que en su delirio te saluda.
No soy de aquí ni soy de allá.
(Facundo Cabral)
Responder

Volver a “Foro de Prosa”