Fogonazos
Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
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Fogonazos
Nada estaba escrito sobre el hedor
que va adueñándose de lo que nace
cuando, ¡oh fábula del tiempo!, los dioses prepotentes
como un día vestido de cadenas
hicieron acto de presencia
en las postrimerías del primer balbuceo
y con abyectas máscaras
suplantaron los lenguajes de la vida comunitaria,
preludio de la historia por venir,
de sus miserias y estragos.
Un destino atroz condujo las horas hacia el abismo
y la palabra, surgida de la llama colectiva de la belleza,
se apagó con la llegada incesante de las aguas rojas
conteniendo coléricas sílabas de sangre
que se han dedicado diligentemente a reemplazar, cubrir,
tragar, vencer y hacer distancias.
Desde entonces un moho corroe el rostro de la historia
y, despiadado, se va adentrando en sus rincones más profundos.
Porque si se trataba de no malgastar lo aprendido,
de mantener viva la llama del tropiezo,
de la senda equivocada
que delatara el lado implacable de la historia
escupiendo a la cara del mundo
su virulenta iniquidad de imágenes sangrientas,
algo tiene que estar fallando, pues ocurre que, a veces,
una amnesia colectiva envenena a toda la humanidad
y sin cortapisas vuelven a eclosionar
mandatarios dictaminando en contra del futuro.
II
Un día irrumpieron las bocas hostiles
de los hombres funestos: “Nos aburren las palabras”.
Y sobrevino el silencio.
Poco después, los hombres sombríos
dejaron un vacío feroz en la vida escupiendo su veneno:
“Nos perjudica la luz de las palabras”.
Y sobrevino el fuego con su grito de guerra
y no muy lejos la noche
con su mar de huesos y cenizas.
III
Irritado entonces el dios de la guerra
penetró en las ciudades, ahora destripadas.
¡Tanta ciencia para que sus calles
se conviertan en las venas abiertas por las que se desangran
y sin manos para enterrar a los muertos!
IV
En las tierras de siniestras lluvias
una mujer con la bata blanca caminaba entre escombros inocentes
recuperando alientos,
soldando heridas implacables y disipando vagidos;
pero al igual que el pájaro roto en el ángulo de un zócalo,
cadáver precoz y a trasmano,
ella también prescindió de sus alas para huir de la atroz superficie
y una siniestra lluvia le arrancó el aliento
en las tierras donde cada día podía ser el último.
V
Esto no es otra historia,
sino una realidad ahí fuera de niños que, asediados
por la negra noche,
solo conocen los colores del humo y la sangre,
del lodo y los huesos.
Como nadie les ha contado que al otro lado del espejo
existe un arcoíris que se puede tocar con las manos,
nada saben de garabatos multicolores
representando a personas cercanas y grandiosas
o a ríos de un azul intenso
descendiendo por picudas montañas
o a playas donde el Sol está alegre y el mar ahíto de vida.
Por eso solo pintan sobre la terca noche,
que vuelve una y otra vez a torturarlos
con su desfile de gargantas abiertas
y su perfume de sangre caliente, saliva y polvo.
VI
Porque duele como un tajo feroz
el inventario de tanta iniquidad preconcebida
por el poderoso buitre,
que desde su enorme abismo
ya está diseñando futuras ganancias
con la sangre derramada aún sin coagular,
no es lugar el olvido
para dejar a buen recaudo los colores del mar,
del azabache o del ámbar;
pero mejor así: vacíos de identidades,
no sufrirán los estragos
de ese hierro frío que es la memoria
persistiendo en su labor de lágrima
cuando por la fuerza,
sigilosos se lancen a buscar los entresijos de la noche
huyendo de unas sombras
que, reticentes e implacables, amenazan
borrarlo todo con su negro y grueso trazo.
Y porque ya nada es lo mismo,
antes de que la esperanza
se convierta en un espejo sin azogue,
tendrán que encontrar
en el silencio transparente
de una noche penetrada por las ruinas
palabras sin miedo y miradas verdes
que definan una nueva vía láctea.
VII
Aunque las palabras se han vestido de féretro,
has llegado a un acuerdo
para que tu cuerpo no responda aún
a la llamada de la tierra
y porque tienes la razón de tu parte
o te sientes victorioso,
ofrecerás al enemigo bajo una bella luna roja
tu pelo cano ondeando al viento
con sabor a champán.
Pero si el tiempo que estranguló los jardines,
las promesas y los sueños
llegara para congelarte la voz
o arrancarte los mejores frutos,
tu desgastada piel, aquella que almacena en su memoria
mensajes de amor y arrullos,
resistirá sus ataques como una muralla optimista.
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Re: Fogonazos
Muy bien llevado a nuestros ojos, Francesch.
Gracias por compartir.
Salud y felicidad.
"Sé mi nombre, pero me desconozco.
Ignoro tu nombre, pero todavía te sueño."
Aventuras de El Roedor. El palo
Ignacio Mincholed
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Re: Fogonazos
Se agradece el amable comentario.Hallie Hernández Alfaro escribió: ↑Sab, 12 Mar 2022 10:59 .
Muy bien llevado a nuestros ojos, Francesch.
Gracias por compartir.
Salud y felicidad.
Saludos afectuosos, amiga poetisa.
- Rafel Calle
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Re: Fogonazos
Felicidades.
Abrazos.
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Re: Fogonazos
Abrazos
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Re: Fogonazos
Un poema que me guardo en mi cofre de tesoros, Francesch.
Aplausos... muchos
Un beso enorme
Ana
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Re: Fogonazos
Un fuerte abrazo.
que te tortura el no poder escribir
o que
no puedes escribir porque estás torturado?
¿Dices
que estos tiempos te han convertido en un escéptico
o que
estos tiempos confirman tu escepticismo?
SAM SHEPARD
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Re: Fogonazos
Francesch Vicent escribió: ↑Sab, 12 Mar 2022 1:05 I
Un día irrumpieron las bocas hostiles
de los hombres funestos: “Nos aburren las palabras”.
Y sobrevino el silencio.
Poco después, los hombres sombríos
dejaron un vacío feroz en la vida escupiendo su veneno:
“Nos perjudica la luz de las palabras”.
Y sobrevino el fuego con su grito de guerra
y no muy lejos la noche
con su mar de huesos y cenizas.
II
Irritado entonces el dios de la guerra
penetró en las ciudades, ahora destripadas.
¡Tanta ciencia para que sus calles
se conviertan en las venas abiertas por las que se desangran
y sin manos para enterrar a los muertos!
III
En las tierras de siniestras lluvias
una mujer con la bata blanca caminaba entre escombros inocentes
recuperando alientos,
soldando heridas implacables y disipando vagidos;
pero como el pájaro roto en el ángulo de un zócalo,
cadáver precoz y a trasmano,
prescindió de sus alas para huir de la atroz superficie
y una siniestra lluvia le arrancó el aliento
en las tierras donde cada día podía ser el último.
IV
Aunque las palabras se han vestido de féretro,
has llegado a un acuerdo
para que tu cuerpo no responda aún
a la llamada de la tierra
y porque tienes la razón de tu parte
o te sientes victorioso,
ofrecerás al enemigo bajo una bella luna roja
tu pelo cano ondeando al viento
con sabor a champán.
Pero si el tiempo que estranguló los jardines,
las promesas y los sueños
llegara para congelarte la voz
o arrancarte los mejores frutos,
tu desgastada piel, aquella que almacena en su memoria
mensajes de amor y arrullos,
resistirá sus ataques como una muralla optimista.
V
Porque duele como un tajo feroz
el inventario de tanta iniquidad preconcebida
por el poderoso buitre,
que desde su enorme abismo
ya está diseñando futuras ganancias
con la sangre derramada aún sin coagular,
no es lugar el olvido
para dejar a buen recaudo los colores del mar,
del azabache o del ámbar;
pero mejor así: vacíos de identidades,
no sufrirán los estragos
de ese hierro frío que es la memoria
persistiendo en su labor de lágrima
cuando por la fuerza,
sigilosos se lancen a buscar los entresijos de la noche
huyendo de unas sombras
que, reticentes e implacables, amenazan
borrarlo todo con su negro y grueso trazo.
Y porque ya nada es lo mismo,
antes de que la esperanza
se convierta en un espejo sin azogue,
tendrán que encontrar
en el silencio transparente
de una noche penetrada por las ruinas
palabras sin miedo y miradas verdes
que definan una nueva vía láctea.
VI
Nada estaba escrito sobre el hedor
que va adueñándose de lo que nace
cuando, ¡oh fábula del tiempo!, los dioses prepotentes
como un día vestido de cadenas
hicieron acto de presencia
en las postrimerías del primer balbuceo
y con abyectas máscaras
suplantaron los lenguajes de la vida comunitaria,
preludio de la historia por venir,
de sus miserias y estragos.
Un destino atroz condujo las horas hacia el abismo
y la palabra, surgida de la llama colectiva de la belleza,
se apagó con la llegada incesante de las aguas rojas
conteniendo coléricas sílabas de sangre
que se han dedicado diligentemente a reemplazar, cubrir,
tragar, vencer y hacer distancias.
Desde entonces un moho corroe el rostro de la historia
y, despiadado, se va adentrando en sus rincones más profundos.
Porque si se trataba de no malgastar lo aprendido,
de mantener viva la llama del tropiezo,
de la senda equivocada
que delatara el lado implacable de la historia
escupiendo a la cara del mundo
su virulenta iniquidad de imágenes sangrientas,
algo tiene que estar fallando, pues ocurre que, a veces,
una amnesia colectiva envenena a toda la humanidad
y sin cortapisas vuelven a eclosionar
mandatarios dictaminando en contra del futuro,
lo que explica que una náusea pertinaz
haya anidado en mis entrañas,
tal si fuera un buitre carroñero,
al ver cómo los responsables de todos los conflictos
obtienen gigantescas ganancias sin escrúpulos
invadiendo, saqueando, destruyendo y vendiendo sus armas
a la carroña que, como ellos,
es culpable de rapiñas y masacres;
y cuando les vence la desidia,
huyen del lugar como cobardes reptiles dejando
ruinas sin fondo, un reguero de cadáveres y a las mujeres y niñas,
sobre todo, inermes ante el yugo
y los funestos veredictos de hordas asesinas.
VII
Esto no es otra historia,
sino una realidad ahí fuera de niños que, asediados
por la negra noche,
solo conocen los colores del humo y la sangre,
del lodo y los huesos.
Como nadie les ha contado que al otro lado del espejo
existe un arcoíris que se puede tocar con las manos,
nada saben de garabatos multicolores
representando a personas cercanas y grandiosas
o a ríos de un azul intenso
descendiendo por picudas montañas
o a playas donde el Sol está alegre y el mar ahíto de vida.
Por eso solo pintan sobre la terca noche,
que vuelve una y otra vez a torturarlos
con su desfile de gargantas abiertas
y su perfume de sangre caliente, saliva y polvo.
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Nadie le puede explicar a un nino que es la guerra. No podemos enganar a los ninos, solo corromperlos poco a poco... tu poema es un derrame de emociones graves como una fosa comun, una oracion silenciosa al dejar caer los cadaveres de esta y todas las guerras. Un poema de herida mortal. Abrazos, Francesch .
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Re: Fogonazos
Gracias, amigo poeta, por tan animosas palabras.Rafel Calle escribió: ↑Mié, 16 Mar 2022 7:17 Arriba con este tan bello como interesante trabajo, amigo Francesch.
Felicidades.
Abrazos.
Un cordial saludo.
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Re: Fogonazos
Muchas gracias, amiga poetisa, porque siempre tienes palabras amables adornando tus comentarios.Pilar Morte escribió: ↑Mié, 16 Mar 2022 9:14 Te posicionas con valentía y claridad. Un poema necesario. Me gustó leerte.
Abrazos
Saludos afectuosos.
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Re: Fogonazos
Muchas gracias, amiga poetisa, por los enormes elogios que viertes en tu comentario a este humilde poema antibelicista.Ana Muela Sopeña escribió: ↑Mié, 16 Mar 2022 9:39 Excepcionales tus "Fogonazos". Una crítica a la guerra tan bella como interesante.
Un poema que me guardo en mi cofre de tesoros, Francesch.
Aplausos... muchos
Un beso enorme
Ana
Saludos afectuosos.