Editorial Alaire

Pablo Sales escribió: ↑Lun, 14 Feb 2022 12:01 Y qué decir del labriego que, sin aliento casi,
en sus campos hiñe, al igual que el pescador
resignado en el viento y la mar,
y levantan de tanto en tanto sus ojos al cielo,
entre la rabia y la esperanza, ante el magro fruto
del sudor diario.
Buscan en lugares oscuros y laten con la tierra
y con el agua y se acaban día a día,
y a pesar de los gritos con que azores y gaviotas
sin edad (diríase emisarios de la voz más alta)
advierten que es peor el exceso que el defecto,
no cesan de cumplir con su destino,
pues al principio de los tiempos les fue decretado
el sufrimiento: por eso callan.
Viajero por tantos caminos de arena y nube
y con la niebla como único horizonte,
los he visto brillando como una medalla
pequeña y limpia prendida en el pecho
del paisaje ancho y profundo que invita
y abandona, afanados en conseguir
lo que la luz oculta, en pos de la verdad
de todo lo que alienta.
A este lado de la trinchera, que es horizonte
o límite, entre sillones, parasoles inútiles
y bebidas que jamás calmaron sed ninguna,
yo, como ellos ante la semilla de jade
o el pez de plata y con igual empeño,
busco también la recompensa oculta
en el mundo y sus criaturas, escarbando
con la pluma como leve instrumento,
si no arpón o azada, en la pureza y soledad
del papel que cada noche, en silencio
me desafía.

Pablo Sales escribió: ↑Lun, 14 Feb 2022 12:01 Y qué decir del labriego que, sin aliento casi,
en sus campos hiñe, al igual que el pescador
resignado en el viento y la mar,
y levantan de tanto en tanto sus ojos al cielo,
entre la rabia y la esperanza, ante el magro fruto
del sudor diario.
Buscan en lugares oscuros y laten con la tierra
y con el agua y se acaban día a día,
y a pesar de los gritos con que azores y gaviotas
sin edad (diríase emisarios de la voz más alta)
advierten que es peor el exceso que el defecto,
no cesan de cumplir con su destino,
pues al principio de los tiempos les fue decretado
el sufrimiento: por eso callan.
Viajero por tantos caminos de arena y nube
y con la niebla como único horizonte,
los he visto brillando como una medalla
pequeña y limpia prendida en el pecho
del paisaje ancho y profundo que invita
y abandona, afanados en conseguir
lo que la luz oculta, en pos de la verdad
de todo lo que alienta.
A este lado de la trinchera, que es horizonte
o límite, entre sillones, parasoles inútiles
y bebidas que jamás calmaron sed ninguna,
yo, como ellos ante la semilla de jade
o el pez de plata y con igual empeño,
busco también la recompensa oculta
en el mundo y sus criaturas, escarbando
con la pluma como leve instrumento,
si no arpón o azada, en la pureza y soledad
del papel que cada noche, en silencio
me desafía.