Las ruinas del mar (En memoria de Paul Valéry)
Publicado: Sab, 08 Ene 2022 9:28
LAS RUINAS DEL MAR (En memoria de Paul Valéry)
¿Fuiste amante? No sé. ¿Lo sabe el mar?
Mis ojos marineros se cierran a tu viento.
Aquí en este refugio que salpican las olas
sólo evoco las aguas de tu frente
y muere mi suspiro en la sal de tu imagen.
No puedo recordarte lejos de la marea.
Por la abrupta ladera de los acantilados
tanto quise subir, tanta herida acepté,
que me olvidé del mar y sus ruinas.
Allí todo era un cielo color púrpura
y un sueño de gimientes oleajes.
Bajé desengañado y dormí en las arenas.
Tu cabello era verde como un mar venteado,
tu risa era rotunda como los huracanes,
tu perfil era ingenuo como ola transparente.
Sentado en mis recuerdos, miro el mar,
mis lágrimas son piedras de la orilla,
emociones que crujen como las algas secas.
Te miraba a través de un cristal amarillo
que daba a tus cabellos resplandores de isla.
Busqué por las orillas guijarros blanquiazules
y los puse a los pies de tu fotografía
para así contemplarte en tu perfil marino.
Y la profundidad oscureció tu pelo.
Se acaba el mar, el sol se ha terminado,
sólo queda ese techo de gaviotas
y el atolón minúsculo del sueño.
La espuma se ha fugado del lóbrego silencio
para el que no hay orillas ni palmeras.
En las ruinas del mar se deshace tu rostro.
Tu imagen se rompió en las profundidades
y sus pétalos fueron la ruina del mar.
Reúnete en mí. Sal de esas ruinas.
Y los rayos de luz jugaron a ser dioses,
y agruparon tus gotas en la espuma sangrienta.
¿Qué dios se hizo de luz para tallarte virgen?
Las nubes al tronar son como límites
que reavivan la sombra de la muerte.
Me gusta en la tormenta estar allí,
entre los vértigos y las angustias,
escupiéndole al mar sus impurezas.
Me gusta ver relámpagos allí, junto a su tumba.
El blanco mar de sal y cormoranes
alberga los escombros de mi amor arruinado.
Fantasías de sol, submarinas ahora,
cubiertas por espuma indiferente y frágil,
rotas, deshabitadas, decadentes.
Mi amor que nunca más emergerá.
A veces, en las tardes confundidas,
me ha parecido ver, rozando el mar,
un ave misteriosa que volara.
Aplastado por nieblas y recuerdos,
me abandono al delirio susurrante
y sueño que aquel ave era mi amor.
¿Fuiste amante? No sé. ¿Lo sabe el mar?
Mis ojos marineros se cierran a tu viento.
Aquí en este refugio que salpican las olas
sólo evoco las aguas de tu frente
y muere mi suspiro en la sal de tu imagen.
No puedo recordarte lejos de la marea.
Por la abrupta ladera de los acantilados
tanto quise subir, tanta herida acepté,
que me olvidé del mar y sus ruinas.
Allí todo era un cielo color púrpura
y un sueño de gimientes oleajes.
Bajé desengañado y dormí en las arenas.
Tu cabello era verde como un mar venteado,
tu risa era rotunda como los huracanes,
tu perfil era ingenuo como ola transparente.
Sentado en mis recuerdos, miro el mar,
mis lágrimas son piedras de la orilla,
emociones que crujen como las algas secas.
Te miraba a través de un cristal amarillo
que daba a tus cabellos resplandores de isla.
Busqué por las orillas guijarros blanquiazules
y los puse a los pies de tu fotografía
para así contemplarte en tu perfil marino.
Y la profundidad oscureció tu pelo.
Se acaba el mar, el sol se ha terminado,
sólo queda ese techo de gaviotas
y el atolón minúsculo del sueño.
La espuma se ha fugado del lóbrego silencio
para el que no hay orillas ni palmeras.
En las ruinas del mar se deshace tu rostro.
Tu imagen se rompió en las profundidades
y sus pétalos fueron la ruina del mar.
Reúnete en mí. Sal de esas ruinas.
Y los rayos de luz jugaron a ser dioses,
y agruparon tus gotas en la espuma sangrienta.
¿Qué dios se hizo de luz para tallarte virgen?
Las nubes al tronar son como límites
que reavivan la sombra de la muerte.
Me gusta en la tormenta estar allí,
entre los vértigos y las angustias,
escupiéndole al mar sus impurezas.
Me gusta ver relámpagos allí, junto a su tumba.
El blanco mar de sal y cormoranes
alberga los escombros de mi amor arruinado.
Fantasías de sol, submarinas ahora,
cubiertas por espuma indiferente y frágil,
rotas, deshabitadas, decadentes.
Mi amor que nunca más emergerá.
A veces, en las tardes confundidas,
me ha parecido ver, rozando el mar,
un ave misteriosa que volara.
Aplastado por nieblas y recuerdos,
me abandono al delirio susurrante
y sueño que aquel ave era mi amor.