Opércula, hoy llueve. E.R.A.
Exordio
He aprendido a no intentar convencer a nadie.
El trabajo de convencer es una falta de respeto,
un intento de colonización del otro.
José Saramago.
En el abra de la madrugada, su arquitectura es bruma; agua dulce y agua salada inunda impalpable su quieta lluvia de finísimas hebras. Todas ellas como un velo extrañamente cubren el magma interno y son lo que son cuando son y ceden finalmente en el mágico realismo. En bien y en mal no hay culminación a este delirio irrepetible. Estas cosas, como Dios, son cosas francamente improbables. Me mantiene humilde, a la orilla y me postra muchas veces en depresiones que me llevan a recorrer y a recurrir ( mientras pueda) el perímetro de mi estadía.
Seguramente las palabras no harán justicia ni traerán paz, isofacto se diluyen en la bruma convirtiéndose en otra expresión cuajada de impermanencia y esa ha de ser la eternidad de Dios; una voluble e inconquistable flama a la que no hay manera suficiente de aprehender con meras palabras ferruginosas…de todos las invenciones con las cuales el ser humano en su expolio ha configurado con avidez, como a oro de tontos, la búsqueda de agua potable oscila como un péndulo hipnotizante. Pero no es el sol que brilla, es la muerte, sí, la mortalidad indestructible que no ha faltado nunca a la palabra en exhumación del Dios muerto de toda religión y sustancialismo. Se recae ante la confusión (producto de tantas explicaciones y modismos) en querer resucitar al tiempo. Algunos persisten en creer que se trata de un juicio moral …si la muerte brilla como un sol alucinante, logra cegarnos para que tengamos tino de trabajar en la construcción de un espejo atómico.
Este es el libro que cierra la siblina en su entrepierna. La noche es como un chorro largo y tibio. Las musas despiertan a comerse este libro sin lavarse los dientes. Pero, los que más, van a la pila, la prohibición es del diablo, indiscutiblemente.
Todos fueron testigos de la penuria por la salvación de Dios; ¡Justicia, justicia! todavía creen que se trata de un juicio final o una gran hazaña.
. ¿Qué más pena que la de muerte? ¿Qué más dolor que la incomunicación? ¿Qué más derrota que la del espejo que nos devuelve a cambio la inconformidad de las formas, la inversión de más reflejos ?
A siete pies del Edén, la circunferencia de Dios se mantiene aparte, y cada uno, dentro de su propia ínsula, responde al cataclismo divino. El hombre de las sombras, igualmente que Il Divino, viene a sopesar la impermanencia de Dios y la existencia. ¿Que es permanente en el arte? Cómo conmueve, cómo respira su exaltado genio en la dureza del mármol?
No, no es un género sexual que cuelga desde la sistina. Aquella proyección incólume; la impermanencia del arte, sin respaldo alguno, es una frase hecha de vidrio. ¿Quién detiene al emigrante de las dunas a querer pintar el cielo? En la búsqueda afótica de la profundidad del ser humano, toda proyección increada es una pequeña isla.
E. R. Aristy