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Re: El hombre centenario

Publicado: Sab, 15 Ene 2022 18:50
por Ramón Castro Méndez
Muy agradecido, Ignacio, por acercarte hasta mis letras y dejarme tu atento comentario.

Un abrazo.

Re: El hombre centenario

Publicado: Dom, 06 Feb 2022 14:21
por E. R. Aristy
Ramón Castro Méndez escribió: Mié, 15 Dic 2021 22:13 Fié mi suerte al fuego de las centurias
porque así la luz engendra cósmicos sueños,
y amanecí con la sed de las orillas
que delirantes miran al vacío
y se empañan de aguas repentinas.
Conocí el amor como una flor recién abierta
descubre el manantial aroma de la lluvia.
Un cisne sopló al oído su nombre,
y amé, y amé, hasta sentir el frío del olvido.
Ardor, todo era ardor,
y qué hermosamente florecía.
¡Ah, despiadado amor, qué lento me devoras!
Era entonces aún joven e inmortal,
pues parecía la parca descuidada,
crecía con la insensata furia de las turbas,
y guardaba para mí el bíblico diezmo.
Esbelto y firme, me declaraba invencible,
sinergia del mismo universo mundo.
Ahora espero al hombre que se fue,
aquel dios de pecho agujereado,
como un Cristo amarrado a las cadenas,
pero envanecido hasta no reconocerme.
Diría que no nací para el mundo,
pero una y otra vez repito mi destino.
¡Ah, si entonces supiera que la muerte nunca miente!
Vuela alta tu lírica, Ramón Castro Méndez!

Re: El hombre centenario

Publicado: Dom, 06 Feb 2022 21:28
por Ramón Castro Méndez
E. R. Aristy escribió: Dom, 06 Feb 2022 14:21
Ramón Castro Méndez escribió: Mié, 15 Dic 2021 22:13 Fié mi suerte al fuego de las centurias
porque así la luz engendra cósmicos sueños,
y amanecí con la sed de las orillas
que delirantes miran al vacío
y se empañan de aguas repentinas.
Conocí el amor como una flor recién abierta
descubre el manantial aroma de la lluvia.
Un cisne sopló al oído su nombre,
y amé, y amé, hasta sentir el frío del olvido.
Ardor, todo era ardor,
y qué hermosamente florecía.
¡Ah, despiadado amor, qué lento me devoras!
Era entonces aún joven e inmortal,
pues parecía la parca descuidada,
crecía con la insensata furia de las turbas,
y guardaba para mí el bíblico diezmo.
Esbelto y firme, me declaraba invencible,
sinergia del mismo universo mundo.
Ahora espero al hombre que se fue,
aquel dios de pecho agujereado,
como un Cristo amarrado a las cadenas,
pero envanecido hasta no reconocerme.
Diría que no nací para el mundo,
pero una y otra vez repito mi destino.
¡Ah, si entonces supiera que la muerte nunca miente!
Vuela alta tu lírica, Ramón Castro Méndez!




Muchas gracias, querida E.R.A., por tu generosidad.

Un afectuoso abrazo.