A veces no somos maletas que pasamos por la vida, de mano en mano, de estación en estación. A veces somos aquello que ignoramos, y como humo que resurge nos elevamos curvados y lentos de movimientos.
Y
¿Quién crees que es ese humo
que se disipa en el aire,
que te toca antes de extinguirse?
¿Tuvo alguna vez una historia
y ahora se ha perdido?
¿Quizás va escribiendo su propio relato?
Yo creo que es un grano de sílice
en el gigantesco embudo
de los relojes de arena.
Es un espíritu libre
en el mapa viscoso de lo cotidiano.
es un duende inquieto
que provoca
que incita.
Que toca todo tu yo, toca tu vello, tus poros, tu carne, tu esencia. Llega a tus labios, carnosos y cálidos labios que entreabiertos paladean su beso de mariposa, y luego; despacito, desaparece, dejando un sabor dulce en la boca,
Ese humo es
quien desde lo efímero
saborea cada instante
y se asoma a los corazones
de seres sensibles
y se emociona
y llora
y se sienta
y contempla la sonrisa
y la palidez de la luna.
¡Qué bonito! ¡No!
No, yo no soy ese humo
de dama blanca.
Hoy soy miedo.
Hoy cumplí mi estrangulación
terriblemente guardada
en el tiempo.
Hoy mi esperanza es miedo,
lejos del texto en las piedras,
las manos que me lleguen
serán amarillas de azufre.
¿Por qué confiar tanto en nuestra capacidad para medir el tiempo en relojes y calendarios? Segundos, años o lo que fuesen, he velado inmóvil, agazapada, oyendo el largo eco del silencio estirarse más y más, con el presentimiento de que mi espalda, cada vez más fría, se encargará de convertir en certeza lo que más temo: