Crónica de un sexagenario cascarrabias...
Publicado: Lun, 06 Dic 2021 20:34
Ni puñeteras ganas de salir tenía
-lo juro ante notario-;
hace sesenta años, a estas horas,
justo en el mismo instante en que sonaba la sirena
de las dos menos cuarto,
me echaron a empujones de mi casa
sin tan siquiera preguntarme al menos:
-“¿Por qué lloras?”
A mi madre por poco la desgracio,
seis kilos largos de criatura al mundo
que salieron a fuerza de tirones
y gritos de dolor desgarradores.
Mi abuela, estupefacta, apenas dijo:
-“Puñetas, pero si eso está criado.”
Mi padre, contemplando el colosal balón de rugby
que traje por cabeza,
por poco se me queda allí sin habla
y sin conocimiento
(Señor, tanto esperar tu santa gracia
-debió pensar el pobre-,
tanto ponerle empeño y tanto esfuerzo,
tanto soñar con este puto día,
¿para que mandes esto?)
Sesenta años atrás, sobre estas horas,
todo a mi alrededor se engalanaba
para allanarme el paso;
yo sin embargo andaba medio mosca,
y lloraba en mi cuna como una Macarena
mientras todos reían…
¿Cómo iba yo a tener ganas de nada?
¿Cómo iba yo a querer venir a hacer la guerra
contra el mundo por nada cada día?
Sesenta vueltas al horóscopo más tarde,
no soy más que una sombra a la deriva
navegando en la noche de los tiempos
sobre el mar encrespado del destino.
Sesenta primaveras en la chepa
como sesenta coces…
¡qué batalla es la vida! ¡qué batalla!
qué tremendo ejercicio de paciencia
para acabarse yendo al otro barrio
sin saber cómo son las amapolas…
Yo quería quedarme en aquel vientre calentito,
yo quería no estar en mi bautizo;
pero me disfrazaron de persona
y me lanzaron a la vida esta
sin la menor piedad y con lo justo y necesario.
Eran tiempos de un tal Francisco Franco,
del que no he de decir yo nada malo
como hacen tantos otros
para justificar sus frustraciones y derrotas
(yo las mías las llevo con decoro, no con resentimiento).
Sesenta años después, subsisto algo más débil,
pero en el uso pleno, que no es moco de pavo,
de todas mis humanas facultades
mentales y sexuales…
Los que me quieren saben que les quiero,
pero les quiero tal como yo quiero,
que dicho sea de paso,
muy pocas veces es como ellos quieren
(pero nos vamos apañando y eso)…
La gente miente más de lo que habla,
pero si algo aprendí, tras estos breves seis decenios,
es que al mundo se viene a hacer amigos
y méritos, en vez de a ser felices;
aprendí que la vida siempre está de guardia,
lo que le das te da, lo que le quitas cobra,
pero jamás te impone, tú decides;
tú tienes el poder de equivocarte
o de tender la mano a todas horas.
En esta fecha de hoy tan señalada,
dejadme de homenajes y de tartas y de besos…
¡sólo acepto dinero!
Quién me iba a mí a decir, después de tantos años
en aras de mi propio beneficio,
que me iba a terminar doliendo el alma
con el dolor ajeno tanto o más que con el mío.
Sesenta años atrás, lo juro por Snoopy,
ni puñeteras ganas de salir tenía
del vientre de mi madre;
y sin embargo ahora, que estoy fuera,
me dices de volver y me da un algo…
¡cosas del tiempo que el reloj no entiende!
-lo juro ante notario-;
hace sesenta años, a estas horas,
justo en el mismo instante en que sonaba la sirena
de las dos menos cuarto,
me echaron a empujones de mi casa
sin tan siquiera preguntarme al menos:
-“¿Por qué lloras?”
A mi madre por poco la desgracio,
seis kilos largos de criatura al mundo
que salieron a fuerza de tirones
y gritos de dolor desgarradores.
Mi abuela, estupefacta, apenas dijo:
-“Puñetas, pero si eso está criado.”
Mi padre, contemplando el colosal balón de rugby
que traje por cabeza,
por poco se me queda allí sin habla
y sin conocimiento
(Señor, tanto esperar tu santa gracia
-debió pensar el pobre-,
tanto ponerle empeño y tanto esfuerzo,
tanto soñar con este puto día,
¿para que mandes esto?)
Sesenta años atrás, sobre estas horas,
todo a mi alrededor se engalanaba
para allanarme el paso;
yo sin embargo andaba medio mosca,
y lloraba en mi cuna como una Macarena
mientras todos reían…
¿Cómo iba yo a tener ganas de nada?
¿Cómo iba yo a querer venir a hacer la guerra
contra el mundo por nada cada día?
Sesenta vueltas al horóscopo más tarde,
no soy más que una sombra a la deriva
navegando en la noche de los tiempos
sobre el mar encrespado del destino.
Sesenta primaveras en la chepa
como sesenta coces…
¡qué batalla es la vida! ¡qué batalla!
qué tremendo ejercicio de paciencia
para acabarse yendo al otro barrio
sin saber cómo son las amapolas…
Yo quería quedarme en aquel vientre calentito,
yo quería no estar en mi bautizo;
pero me disfrazaron de persona
y me lanzaron a la vida esta
sin la menor piedad y con lo justo y necesario.
Eran tiempos de un tal Francisco Franco,
del que no he de decir yo nada malo
como hacen tantos otros
para justificar sus frustraciones y derrotas
(yo las mías las llevo con decoro, no con resentimiento).
Sesenta años después, subsisto algo más débil,
pero en el uso pleno, que no es moco de pavo,
de todas mis humanas facultades
mentales y sexuales…
Los que me quieren saben que les quiero,
pero les quiero tal como yo quiero,
que dicho sea de paso,
muy pocas veces es como ellos quieren
(pero nos vamos apañando y eso)…
La gente miente más de lo que habla,
pero si algo aprendí, tras estos breves seis decenios,
es que al mundo se viene a hacer amigos
y méritos, en vez de a ser felices;
aprendí que la vida siempre está de guardia,
lo que le das te da, lo que le quitas cobra,
pero jamás te impone, tú decides;
tú tienes el poder de equivocarte
o de tender la mano a todas horas.
En esta fecha de hoy tan señalada,
dejadme de homenajes y de tartas y de besos…
¡sólo acepto dinero!
Quién me iba a mí a decir, después de tantos años
en aras de mi propio beneficio,
que me iba a terminar doliendo el alma
con el dolor ajeno tanto o más que con el mío.
Sesenta años atrás, lo juro por Snoopy,
ni puñeteras ganas de salir tenía
del vientre de mi madre;
y sin embargo ahora, que estoy fuera,
me dices de volver y me da un algo…
¡cosas del tiempo que el reloj no entiende!