“cuando el alumno está listo, el maestro llega
Proverbio Zen
La fila era larga y por serlo, doblaba las esquinas,
dos o tres lo hicieron con sus tutús, pero la mayoría llevaba un vestido entallado como el de la prima ballerina Jorge, o Georgii (para quienes conocían de su grandilocuente sueño). Claro que era un sueño importante, porque a quién se le ocurre ser primadonna siendo un hombrote de 200 libras, pelo en pecho, manos de obrero y zapatos tamaño 13 (USA)?
Sucedían las cosas simultáneamente como si así fuera el orden de las especies.
Habían violinistas y violadores, violines famosos,
Fiddlers en los techos como gatos en calor y algunos conservaron el estuche subiendo así su precio en el storage war (por lo menos existía la posibilidad de otras manos que hicieran vibrar sus cuerdas).
El talento era un derroche por todas partes.
Todos eran artistas, algunos se consumaron, otros fueron consumidos,
pero, en total, fueron tantos como esos pájaros de Borges que siempre vienen a mi como buitres.
Giotto se eleva como un proverbio zen y aparece en el ojo izquierdo de Benedicto XI, No fue perfecto, pero salió con la cola de la bestia al círculo inmortal y referencial que abre el cuadro o la puerta del renacimiento y lo hizo simplemente por darle a todos esos cuerpos y facciones el volumen de una perspectiva más cercana a todo cuanto es vivo en su momento.
Así que cuando Dante caía en el infierno y en el poderío religioso, Giotto era una meditación zen mientras dio duro en la tarea de ver, ese era el paraíso.
Giorgii era una mujer en todo menos en su cuerpo. No sé por qué pienso en Darwin. Entre el infierno y el cielo hay una isla galápagos y muchos secretos de incestos e incertidumbres.
Pero lo que más hay es Arte.
E. R. Aristy