amanecer
Publicado: Lun, 13 Oct 2008 9:12
Me viene grande el Sol cuando aparece
volcando su rubor en mi ventana,
me viene grande y crece, crece, crece...
Una bola de luz cada mañana.
Una copa de nieve estremecida
que apuro con lunática desgana.
Nieve reveladora y homicida,
corpúsculo fractal, nieve completa
a la que tanto cielo me convida.
Me viene grande el Sol, pero me aprieta,
como el hambre dramática que tengo,
como la sed que llevo en la maleta
con la que voy, de gris en gris marengo,
derecho hacia la nada competente
en la materia gris de la que vengo.
Una bola de luz incandescente
infectando la nieve depresora,
nieve que de su albura se arrepiente
y regresa a su origen, incolora,
agua para calmar la sed vibrante,
para entregarse al llanto que se llora.
Me viene grande el Sol, apabullante,
obrando su presencia testaruda,
y la sombra me queda como un guante
hecho a medida de la carne cruda.
Sombra de fundamento misterioso,
color oscuridad casi desnuda.
Un horrendo estallido luminoso,
una tromba flamígera y certera.
Un cáliz de la sangre que reboso.
Copa de nieve que mi sangre fuera,
sombra que fuera en tiempos delicados,
polvo que contendrá, cuando se muera.
Un golpe de calor -¡cuarenta grados!-
lanzado contra el centro de mi centro.
Me queda grande el Sol, por todos lados,
y más grande de puertas para adentro.
volcando su rubor en mi ventana,
me viene grande y crece, crece, crece...
Una bola de luz cada mañana.
Una copa de nieve estremecida
que apuro con lunática desgana.
Nieve reveladora y homicida,
corpúsculo fractal, nieve completa
a la que tanto cielo me convida.
Me viene grande el Sol, pero me aprieta,
como el hambre dramática que tengo,
como la sed que llevo en la maleta
con la que voy, de gris en gris marengo,
derecho hacia la nada competente
en la materia gris de la que vengo.
Una bola de luz incandescente
infectando la nieve depresora,
nieve que de su albura se arrepiente
y regresa a su origen, incolora,
agua para calmar la sed vibrante,
para entregarse al llanto que se llora.
Me viene grande el Sol, apabullante,
obrando su presencia testaruda,
y la sombra me queda como un guante
hecho a medida de la carne cruda.
Sombra de fundamento misterioso,
color oscuridad casi desnuda.
Un horrendo estallido luminoso,
una tromba flamígera y certera.
Un cáliz de la sangre que reboso.
Copa de nieve que mi sangre fuera,
sombra que fuera en tiempos delicados,
polvo que contendrá, cuando se muera.
Un golpe de calor -¡cuarenta grados!-
lanzado contra el centro de mi centro.
Me queda grande el Sol, por todos lados,
y más grande de puertas para adentro.