Entre las cartas de Marta

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

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Mirta Elena Tessio
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Entre las cartas de Marta

Mensaje sin leer por Mirta Elena Tessio »

Suelo escribir sobre mis propias vivencias, contar algo que viví y sobreviví.
Eso es una tarea sencilla, fácil. Es contar lo mío, lo personal y lo que sentí.

Aún perdura en mí una intensa emoción, al leer una de las tantas cartas de Marta.
Ella fue una gran amiga.
En esos tiempos yo tenía unos 20 años más o menos y ella unos 20 más que yo.
Siempre me he relacionado mucho mejor con personas con muchas experiencias y ahora que he crecido me vinculo con personas más jóvenes, porque entiendo que están más abiertos a la comprensión de los retos de la vida.

Encontré en uno de sus cajones muchas cartas, era en una navidad donde mi vida no tenía norte,
en rigor no sabía que iba a hacer, ni que iba a estudiar, tampoco si algún día me iba a casar.
Solo pase la navidad entre las artesanías de Marta y sus cartas.

No me importaba el festejo que se oía en las calles. Nunca me gustó porque no entendía qué se festejaba, cuando afuera, en las veredas, personas mayores o niños tenían frio y hambre.
En fin, con 20 años, en una navidad y sola, no era novedad, era parte de mi personalidad.

Me senté en unos de sus sillones desvencijados por el paso del tiempo entre otros tantos legados de la familia que iban a parar a su casa y me arrope en ese mundo de viajes.
Pero esta carta era especial.
No hablaba de sus viajes, no era Marta y sus relatos.
Entre tantos viajes conoció mucha gente y una de ellas estaba en sus renglones. Me dio mucha curiosidad. Me acomodé y resultó ser el relato de su amiga.
Era maestra de una escuela pública. Me volví a acomodar, porque describía las aulas como un campo de guerra para sobrevivir.

Enseñar o aprender, esa era la cuestión.
Enseñar a adolescentes que desde pequeños aprenden a defenderse del abuso de sus padres u otros.
Y si bien lo leí hace mucho tiempo, aún existe la discriminación. Ricos y pobres. Negros y Blanco y todos los diferentes que existan.
Estos niños, conocían de armas, cómo manejarlas, eran como juguetes en su cotidiano vivir, pero desconocían un libro, cualquiera, de guerra, pandilleros etc.
Cualquiera. Pero un libro, no estaba dentro de sus intereses.

Esta maestra con simples aspiraciones de educar, se ve más de una vez rechazada por los alumnos y rechazada por las estructuras de la escuela, la dirección, los maestros etc.

Aún persiste el viejo paradigma en cualquier colegio incluyendo a los jardines de infantes.

La frustración la obliga a aplicar un método pedagógico nacido del corazón.

La observación fue con lo que comenzó, la frustración fue la que la inspiró y empezó a ver las necesidades de los adolescentes.

Un método sencillo. Es lo que parecía, pero llegar a penetrar las corazas de esos chicos no creo que haya sido fácil.

Casi niños, golpeados, abusados y otras barbaridades que se cometen en nuestra humanidad, por lo que viven a la defensiva. ¿Cómo hacer para llegar a sus corazones?

La maestra conmovida empezó a usar la forma en que ellos se comunicaban.

Uno de ellos hizo una caricatura de un compañero, burlándose.

La maestra cuenta un relato de cómo trascendió el dibujante, el mensaje de esa caricatura, en la segunda guerra mundial.

Ellos desconocían el Holocausto.

Usaré esa palabra porque todos luchamos con nuestro propio holocausto.
Es la peor guerra que conozco, y luchar por nuestros ideales para llevarlos a cabo, despejar nuestro camino, es luchar con nuestro Ego, ambiciones superficiales, lidiar con nuestro holocausto.

Dentro de las ideas de la maestra surgió un cuaderno para cada uno, pero antes hubo unas 100 preguntas al grupo.
Inspirada, compro esos cuadernos, que serían una especie de diario, podían escribir lo que quisieran pero que fueran personales, vivenciales a como dé lugar.
No serían calificados, ni leídos por ella, salvo que ellos quisieran, para lo cual tenía un casillero, con llave puesta y el que quisiera que fuese leído por su maestra, sería dejado allí.

Me acomodé nuevamente y mi imaginación voló. Hubo resistencia al comienzo, pero luego esos cuadernos se convirtieron en verdaderos diarios, verdaderos relatos que llegaron al corazón de la maestra.
Ahora pienso en el poder de la intención, de una sencilla e inspirada docente.
Una mañana encontró ese gabinete lleno de los cuadernos de sus alumnos.

Cambiaron las expresiones de sus caras, cada uno leía el cuaderno del otro, comenzaron a ver que en sufrimientos y desgarros emocionales eran parecidos, comenzaron a mirarse es decir se reconocían.
Se reconocían y empezaron a quererse. Esa aula se convirtió en un refugio, ellos lo hicieron.
Encontraron su hogar.
Trascendió la noticia, porque alumnos de grados superiores querían graduarse con la sencilla maestra.
Resistieron ¡por Dios!, resistieron la presión de la estructura de un colegio estatal, donde la mayoría de los maestros no leían a sus alumnos, obras reconocidas, porque sentían que era perder su tiempo con esos adolescentes. Obras como el Quijote o Romeo y Julieta no llegarían a conocer, pero lo hicieron, la curiosidad mató al gato, ellos lo hicieron.
La docente se ocupó de lleno a llevarlos a museos, a ver películas documentales y encontró en su padre el apoyo para que los libros llegaran a las manos de alumnos carentes de autoestima.
Sintieron que ella demostraba interés para revertir sus vidas.

Jorge Luis Borges, poeta escritor argentino, levantó un puñado de arena y dijo, ¡He modificado el desierto!

Ellos lo hicieron, cambiaron sus vidas, sus decisiones.

A veces cuando escribo, no soy yo, no tengo sueño ni hambre.

Estos muchachos y chicas tenían hambre de saber quiénes eran en realidad.
Salieron de ese agujero negro que es la ignorancia, despertaron un interés irrefrenable en sus mundos, donde todo parecía imposible. Ellos lo hicieron.
Jóvenes que el mundo sigue considerándolos perdidos entre las drogas y las desventuras de las calles.
Llegaron a convertirse en hermanos solidarios y esos sentimientos se extendieron a sus hogares
como eslabones. La unión hace la fuerza, ellos lo hicieron y lograron convertirse en escritores
dejando verdaderos legados, donde la violencia y la deshumanización , se quedó en el pasado.

Ocurre que cuando alguien hace algo bueno esa energía de amor trasciende las fronteras y se expande como un holograma y nos toca a muchos y respondemos con solidaridad.

Dicen que cuando alguien hace algo generoso, el que lo ve desde la vereda de enfrente genera en su cuerpo, un grupo de hormonas llamadas serotoninas, la hormona de la felicidad.

Finalmente un comerciante conmovido decidió regalar a esa aula 35 computadoras y esos cuadernos se convirtieron en libros.

Llegaron a cambiar un libro por sus armas, se inspiraron en el Diario de Ana Frank, conocieron a varias sobrevivientes del Holocausto.

Ese episodio de nuestra humanidad fue fuente de inspiración para grandes artistas, poetas, músicos, dibujantes que mientras padecían los sufrimientos en los campos de concentración
encontraron la manera de ver el otro lado de sus vivencias y superarlas con belleza.

Y los jóvenes de esta historia aprendieron que había del otro lado del mundo cosas peores que sus propias miserias.

Escribieron a una de las sobrevivientes del holocausto, cada uno con su carta.
Hicieron bailes para recaudar fondos y traerla a la escuela.
Y la sobreviviente vino, se sentó frente a ese grupo que inspiro a otros y les conto más historias.
Pude entender lo que es un libro, lo grato y emocionante que debió ser para esos chicos ver sus nombres como parte de la historia.

Me emocionó la maestra porque ella también tuvo que luchar con su propio holocausto,
poner lo mejor de sí misma, abandonar la zona de confort, que sería dejar ir sus aspiraciones personales para dejar su huella en el mundo.

La historia de la Maestra con mayúscula, no era de Marta, sino de su gran amiga.
Quien dejó en mi corazón y en el de muchos un ejemplo a seguir, perseverar en un objetivo altruista.
Finalmente apareció la foto y su nombre junto con una fecha. Tenía 40 años en ese escenario se llama Elisabeth. La imagino con su plateada cabeza en un lugar de la campiña inglesa, envuelta
en los recuerdo de su paso por América.
Imagen
Porque después de todo he comprendido
por lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.
Francisco Luis Bernárdez
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