¿Quieren hechos?
Publicado: Mar, 26 Oct 2021 0:46
Señoras y señores,
si quieren hechos
cómprense un libro de historia
y si les interesan actuales y retocados
hasta el punto de convertirse
en un remedo de sí mismos,
por poco más de un euro
pueden degustarlos diariamente
de todas las tendencias y colores
con la capacidad suficiente
para satisfacer los instintos más bajos.
Digo esto, porque la contingencia
se ha adueñado de mis versos.
De hecho, en mis poemas nada
ha ocurrido ni ocurrirá jamás, ¿o sí?
Siento defraudarles, porque sé
que esperaban más de mí;
pero la verdad como la suprema virtud
de hacer el bien y la risa
como ejercicio corporal saludable
-aunque la vulgaridad sea su causa-
es todo lo que puedo ofrecer,
sabiendo a ciencia cierta que corro
el riesgo del escarnio público
y de que se me tilde con todos
los tópicos del poeta maldito:
mentiroso compulsivo, estafador,
filósofo de pacotilla, alcohólico,
drogadicto, sifilítico y putero.
¿Qué esperaban encontrar en mis versos?,
¿sortilegios o fórmulas milagrosas
que les liberaran de su miserable existencia?
Un libro de autoayuda
les prestará un servicio más eficaz.
Además, caigan ya del burro,
un poeta no es el más indicado
para dar lecciones de vida ni de nada.
Bastante tiene ya con activar emociones,
lo que no siempre se consigue
y resulta muy frustrante.
¿Quieren hechos? Constrúyanlos
siendo sus propios protagonistas,
interaccionando con sus semejantes,
viviendo. Mírense a la cara, tóquense,
huélanse, hablen o grítense, follen,
mucho o poco, pero follen
y amen y odien también si es necesario,
tengan hijos o no los tengan,
láncense al vacío o a la aventura y luchen
por la justicia social y la igualdad efectiva
y definitiva entre mujeres y hombres
y tomen las calles siempre
por las causas perdidas y la utopía
y hagan, ¿por qué no?, la revolución
para cambiar el mundo en el que viven
porque les resulta irrespirable, corrompido,
explotador, sucio, mísero
e insoportablemente desigual,
muéranse porque un día habrá que hacerlo,
sufran el dolor de la pérdida,
la nostalgia de la ausencia, los estragos
del olvido, sangren, por favor, sangren y lloren
de alegría porque respiran y están
escribiendo su puta historia;
pero dejen ya de tocarme los cojones.
si quieren hechos
cómprense un libro de historia
y si les interesan actuales y retocados
hasta el punto de convertirse
en un remedo de sí mismos,
por poco más de un euro
pueden degustarlos diariamente
de todas las tendencias y colores
con la capacidad suficiente
para satisfacer los instintos más bajos.
Digo esto, porque la contingencia
se ha adueñado de mis versos.
De hecho, en mis poemas nada
ha ocurrido ni ocurrirá jamás, ¿o sí?
Siento defraudarles, porque sé
que esperaban más de mí;
pero la verdad como la suprema virtud
de hacer el bien y la risa
como ejercicio corporal saludable
-aunque la vulgaridad sea su causa-
es todo lo que puedo ofrecer,
sabiendo a ciencia cierta que corro
el riesgo del escarnio público
y de que se me tilde con todos
los tópicos del poeta maldito:
mentiroso compulsivo, estafador,
filósofo de pacotilla, alcohólico,
drogadicto, sifilítico y putero.
¿Qué esperaban encontrar en mis versos?,
¿sortilegios o fórmulas milagrosas
que les liberaran de su miserable existencia?
Un libro de autoayuda
les prestará un servicio más eficaz.
Además, caigan ya del burro,
un poeta no es el más indicado
para dar lecciones de vida ni de nada.
Bastante tiene ya con activar emociones,
lo que no siempre se consigue
y resulta muy frustrante.
¿Quieren hechos? Constrúyanlos
siendo sus propios protagonistas,
interaccionando con sus semejantes,
viviendo. Mírense a la cara, tóquense,
huélanse, hablen o grítense, follen,
mucho o poco, pero follen
y amen y odien también si es necesario,
tengan hijos o no los tengan,
láncense al vacío o a la aventura y luchen
por la justicia social y la igualdad efectiva
y definitiva entre mujeres y hombres
y tomen las calles siempre
por las causas perdidas y la utopía
y hagan, ¿por qué no?, la revolución
para cambiar el mundo en el que viven
porque les resulta irrespirable, corrompido,
explotador, sucio, mísero
e insoportablemente desigual,
muéranse porque un día habrá que hacerlo,
sufran el dolor de la pérdida,
la nostalgia de la ausencia, los estragos
del olvido, sangren, por favor, sangren y lloren
de alegría porque respiran y están
escribiendo su puta historia;
pero dejen ya de tocarme los cojones.