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Una habitación neoyorkina.

Publicado: Dom, 12 Oct 2008 10:17
por Ana Prado
Son las 07,00 horas como ya indica el parpadeo rojo y estridente de un diminuto despertador digital, que sobre una preciosa mesilla de castaño, con finísimas incrustaciones de boj, permanece, con muy buen criterio, escondido detrás de un quinqué centenario. Sin mirar, siquiera, Ana salta de la cama y cruza la estancia hasta la puerta-ventana de seis cristales que sale al balcón; separa la cortina con diminutos tréboles bordados, y abriendo la puerta, mira regocijada los dos pequeños abetos con fieltros rojos y colocados a cada lado del balaustre. En la calle, el frío es seco e intenso. Ana vuelve a la calidez del interior y se dirige al extremo opuesto de la habitación. Ésta es amplia y sobre los suelos de eucalipto pulidísimo, hay dos alfombras gruesas de tonos suaves, rematadas con pequeñas borlas. Una, a los pies de la cama, llega hasta la pared color melocotón, ocupada, en gran parte, por un amplio armario empotrado lacado en blanco, con pomos de cristalitos tallados. La otra, cuadrada, abre el espacio desde el lateral izquierdo de la cama hasta la puerta-ventana y define lo que podría ser un pequeño gabinete, de tal forma que, a este lado de la cama la mesilla no tiene pareja, rompiendo la rutina, un pequeño buró de persiana en madera de teca. Siguiendo la línea de la pared, en un ángulo, hay un gran orejero tapizado en chenilla color chocolate, sobre cuyo asiento hay una mantita de mohair, medio enrollada, que parece esperar a que alguien se acurruque en ella con una buena lectura. A los pies, un escabel de cuero amarillo, y al lado, un revistero de nobuk atestado de revistas de interiores y jardines, última gran aficción de Ana. Sobre una mesita auxiliar, patinada en crema, que ocupa un espacio al lado de la puerta del balcón, hay una lámpara Tiffany´s, bajo cuya pantalla policromada destaca una geografía de 1947 con un marcador de tela, señalando la vieja Nueva York, sin duda, un recuerdo de los días de colegio de la madre de Ana. En un altillo de la mesita, pulcramente ordenados, hay seis ejemplares de Selecciones del Reader Digest y, separada por una cajita de piel granate, una biografía de Oscar Wilde. Al lado de la puerta, una impresionante cómoda de caoba, perfectamente dispuesta en el ángulo que hace la pared, preside este gabinete. Sobre la mesta, que sobresale a los seis cajones flanqueados por dos columnas torneadas, hay fotografías familiares de todos los tamaños enmarcados en plata y madera esmaltada. El único cuadro del dormitorio llenaría cualquier pared de cualquier estancia. Se trata de una fotografía antigua en color sepia de tres kalas con una hoja de salón. Los bordes arrugados, algo rasgados, sobresalen de un paspartú de otomán ocre, ya sin brillo, y el marco de madera golpeada con filigranas casi imperceptibles, hacen que el conjunto sea soberbio. Sería el ¨objeto del deseo¨ de cualquier anticuario ¨con mucho caché¨.

Re: Una habitación neoyorkina.

Publicado: Dom, 12 Oct 2008 18:19
por Blanca Sandino
Pues me ha gustado mucho esta habitación neoyorkina, la verdad. Me lo he pasado muy bien 'viéndola' en mi pensamiento.

Me he quedado un poco en suspenso al leer: Se trata de una fotografía antigua en color sepia de tres kalas con una hoja de salón. Supongo que al decir kalas, te refieres a las flores que yo conozco como 'calas', pero no he conseguido entender a qué te refieres con "una hoja de salón"


Porque me gustan mucho los muebles que describes, y otros, he vuelto a recordar(me) lo mal que nos llevamos la gamuza de limpiar el polvo y yo. Siempre lo hago cuando alguno me atrae más de la cuenta... igual que la fábula de "El zorro y las uvas", como no me lo puedo comprar, digo: bah, hay que limpiarle el polvo.

Buen relato, Ana, con toda la dificultad que entraña describir un ambiente.

Blanca

re: Una habitación neoyorkina.

Publicado: Lun, 13 Oct 2008 9:16
por Ana Prado
Blanca, antes de nada, gracias por tus generosísimos comentarios. La verdad es que seguro que se escribe ¨cala¨, y no ¨kala¨, Y me lo tengo que aprender de una vez. No se por qué, siempre que veo esa flor, la identifico con el sonido ¨k¨. Es una de mis flores preferidas, y hasta hace poco, las conocía como ¨cuernitos¨. La hoja de salón es otra planta de hoja alargada y muy verde. Es una planta soberbia.
¿Sabes?, la conexión e identificación del conjunto, con la gamuza me impactó, en tanto, captaste con una imagen lo que le falta a la composición para ser completa.
Un Abracísimo. Ana.



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re: Una habitación neoyorkina.

Publicado: Mié, 15 Oct 2008 17:32
por Tania Alegria
Ana, tu narrativa tiene el mérito que los grandes maestros de las letras siempre buscan: mostrar los ambientes como una fotografía. Leerte en "Una habitación neoyorkina" es toda una lección de describir un escenario interior. Además, el lector se deleita con la elegancia del ambiente, a la vez sofisticado y acogedor.

Todo un placer leerte, Ana Prado.

Muchas gracias por ese buen momento de lectura.

Publicado: Mié, 15 Oct 2008 19:18
por Ana Prado
Gracias por tu comentario. Me alegra que hubieses pasado un buen momento con mi texto. Este es el mejor motivo para seguir intentándolo.
Un abrazo, con mucha alegría. Gracias, otra vez.

Ana.

Publicado: Vie, 24 Oct 2008 7:07
por Rafel Calle
Excelente relato, amiga Ana, que ha sido un placer leerte.
Recibe un cordial abrazo.

re: Una habitación neoyorkina.

Publicado: Vie, 24 Oct 2008 9:33
por J. J. Martínez Ferreiro
Aniña, una maravilloso relato donde destaca la gran maestría y minuciosidad en la descripción del detalle.
Un más que merecidísimo rojo a este ejercicio de narrativa.
Una pega: yo no veo este texto como un relato breve, pide a gritos más, tiene hambre canina de papel. Deberías plantearte continuarlo; sería un inicio buenísimo para un cuento o novela.

Muchos bicos querida prima.

Publicado: Lun, 27 Oct 2008 11:58
por Ana Prado
Rafael, es siempre muy gratificante, recibir tus mensajes de reconocimiento.
Ana.

Publicado: Lun, 27 Oct 2008 12:00
por Ana Prado
Jóse, me alegra que veas tantas posibilidades en mi relato. Estoy intentando seguir la historia.
Siempre, un besiño grande.